calle de los Vientos… La decimoprimera dinastia se inicio con el acceso al gobierno de Chonnigar IV, en el ano dieciocho mil de la ciudad. Durante el reinado de esta dinastia, se llego por primera vez a los planetas vecinos… La biblioteca de Durab se encontraba en este lugar. Contenia catorce millones de volumenes. No existe ninguno en la actualidad. Mucho despues de la desaparicion de los constructores, pase cierto tiempo leyendo los libros de la biblioteca y los tengo memorizados en mi interior… La Plaga acabo con la vida de nueve mil individuos diarios durante mas de un ano. En aquella epoca…

Y siguio hablando sin descanso. Un noticiario ciclopeo, que cada vez nos facilitaba mas detalles conforme Ozymandias absorbia nuestros comentarios y anadia nuevas palabras a su vocabulario. Seguimos al robot mientras rodaba por el desierto, con nuestros magnetofono registrando punto por punto su discurso y nuestras mentes aturdidas y paralizadas por la magnitud del hallazgo. En este simple robot se encerraba, en espera de ser escuchada, toda la historia de una cultura que habia durado trescientos mil anos. Aunque extrajeramos conocimientos de Ozymandias durante el resto de nuestras vidas, no agotariamos el cumulo de datos implantados en su exhaustivo cerebro.

Cuando por fin, con gran esfuerzo, nos decidimos a regresar a la base, dejando a Ozymandias en el desierto, estabamos saturados al maximo. Nunca en la historia de nuestra ciencia se habia hecho un descubrimiento semejante: un archivo completo, accesible y traducido en especial para nosotros.

Acordamos de nuevo ocultarselo todo a Mattern. Sin embargo, como ninos que acaban de recibir un regalo de gran valor, nos resulto muy dificil disimular nuestros sentimientos. No dijimos nada concreto, pero nuestra sobreexcitada conducta sin duda dejo adivinar a Mattern que nuestra jornada no habia sido tan improductiva como afirmabamos.

Eso, y la negativa de Leopold a explicar con exactitud al Coronel donde habiamos trabajado aquel dia, debio suscitar las sospechas de Mattern. En cualquier caso, durante la noche, ya acostados, oi el sonido de semitractores internandose en el desierto. Y a la manana siguiente, al entrar en el comedor para desayunar, Mattern y sus hombres, desaseados y sin afeitar, se volvieron para mirarnos con peculiares destellos de venganza en sus ojos.

– Buenos dias, caballeros -dijo Mattern-. Llevamos cierto tiempo esperando a que se levanten.

– ?Por que? No es mas tarde de lo normal, que yo sepa -contesto Leopold.

– No, en absoluto. Pero mis hombres y yo pasamos en vela toda la noche. La dedicamos a… Bueno, a un poco de investigacion arqueologica en tanto ustedes dormian. -El coronel se inclino hacia delante, al tiempo que palpaba sus arrugadas solapas-. Doctor Leopold, ?por que motivo decidio ocultarme el hecho de que habia descubierto un objeto de extremada importancia estrategica?

– ?A que se refiere? -inquirio Leopold, con un temblor que elimino la autoridad de su voz.

– Me refiero al robot que ustedes denominaron Ozymandias -repuso tranquilamente Mattern-. ?Por que no quiso informarme de eso?

– Estaba dispuesto a hacerlo antes de nuestra partida.

– Eso no significa nada. -Mattern se encogio de hombros-. Usted oculto la existencia de su descubrimiento. Pero su comportamiento de la noche pasada nos llevo a investigar la zona. Y cuando los detectores revelaron la presencia de un objeto metalico, unos treinta kilometros al oeste, nos encaminamos hacia alli. Ozymandias se sorprendio mucho al saber que habia otros terrestres aqui.

Se produjo un momento de agobiante silencio. Luego, Leopold dijo:

– Tengo que pedirle que no interfiera en el asunto del robot, coronel Mattern. Le ofrezco mis excusas por no haberle informado de ello… No creia que se sintiera tan interesado por nuestro trabajo. No obstante, he de insistir en que usted y sus hombres se mantengan alejados del robot.

– ?Ah, si? -respondio Mattern con voz aguda-. ?Y por que?

– Porque supone un sensacional hallazgo arqueologico, coronel. Nunca recalcare lo bastante su valor para nosotros. Sus hombres, al realizar ocasionales experimentos con Ozymandias, podrian provocar un cortocircuito en sus canales de memoria o algo por el estilo. Asi pues, me veo obligado a invocar los derechos del grupo arqueologico en esta expedicion. Declaro al robot articulo de nuestra exclusiva propiedad e inaccesible para ustedes.

– Lo lamento, doctor Leopold. -La voz de Mattern habia cobrado una repentina dureza-. No procede invocar esos derechos ahora.

– ?Por que no?

– Porque Ozymandias es de nuestra propiedad exclusiva. Y por lo tanto, inaccesible para usted, doctor.

Pense que Leopold iba a sufrir un ataque de apoplejia alli mismo, en el comedor. Se puso rigido, palidecio y cruzo tambaleandose la sala en direccion a Mattern. Formulo una pregunta, aunque con voz tan sofocada que no alcance a oirla.

– Seguridad, doctor -replico Mattern-. Ozymandias tiene utilidad militar. En consecuencia, lo hemos transportado hasta la nave y lo hemos encerrado en un camarote, bajo precintos de alto secreto. Con el poder que se me ha otorgado para tales contingencias, declaro finalizada esta expedicion. Regresamos a la Tierra de inmediato, llevandonos a Ozymandias.

Los ojos de Leopoid expresaron una terrible confusion. Nos miro en busca de apoyo, pero ninguno se atrevio a intervenir.

– ?Dice que el robot tiene… utilidad militar? -pregunto por fin, en tono de incredulidad.

– Por supuesto. Significa un verdadero archivo de datos sobre las armas de los antiguos taiquenos. Gracias a el, ya nos hemos enterado de cosas de increible alcance. ?Por que piensa que este planeta esta desprovisto de vida, doctor Leopold? ?Por que no existe ni siquiera una brizna de hierba? Un millon de anos no produciria ese efecto. Una superarma, si. Los taiquenos descubrieron esa superarma. Otros lo hicieron tambien. Armas capaces de erizar los cabellos. Y Ozymandias conoce todos los detalles. ?Cree que vamos a perder el tiempo dejando ese robot en sus manos? ?En manos de una pandilla de necios cuando esta repleto de informacion militar capaz de convertir a America en inexpugnable? Lo siento, doctor. Ustedes encontraron a Ozymandias, pero nos pertenece a nosotros. Y vamos a volver con el a la Tierra.

La sala quedo en silencio de nuevo. Leopold nos miro a todos, a mi, a Webster, a Marshall, a Gerhardt. No habia nada que decir.

La nuestra era basicamente una mision militar. Si, claro, habian agregado unos cuantos antropologos a la tripulacion, pero carecian de importancia ante la que revestian los hombres de Mattern. Habiamos venido no tanto para engrandecer el cumulo de conocimientos generales como para descubrir nuevas armas y fuentes de materiales estrategicos, de posible utilizacion contra el Otro Hemisferio.

Y se habian hallado nuevas armas. Armas increibles, producto de una ciencia que resistio durante trescientos mil anos. Alojada por completo en el imperecedero cuerpo de Ozymandias.

– Muy bien, coronel -dijo Leopold con voz aspera-. Supongo que no puedo detenerle.

Dio media vuelta y salio lentamente del comedor, sin haber probado bocado. Parecia un hombre roto, destrozado, convertido de repente en un viejo.

Senti nauseas.

Mattern habia insistido en que el planeta era inutilizable y que detenerse aqui solo serviria para perder el tiempo. Leopold opinaba lo contrario, y los hechos le dieron la razon. Descubrimos algo de gran valor.

Si, encontramos una maquina capaz de vomitar nuevas y terribles formulas para matar; Nos apoderamos del compendio y con fundamentos de la ciencia de los taiquenos, una ciencia que habia culminado en la produccion de armas tan soberbias que habian destruido todo rastro de vida en el mundo de sus creadores. Y ahora teniamos acceso a tales armas. Muertos por su propia mano, los taiquenos nos habian dejado solicitamente una herencia de muerte.

Muy sombrio, me levante de la mesa para dirigirme al camarote. Ya no tenia hambre.

– Despegaremos dentro de una hora -dijo Mattern a mis espaldas cuando yo abandonaba el comedor-. Tengan a punto sus cosas.

Casi no le preste atencion. Pensaba en el cargamento mortifero que transportabamos, en el robot, tan ansioso por desembuchar el contenido de su memoria. Meditaba sobre lo que sucederia cuando nuestros cientificos, alla en la Tierra, empezaran a aprender de Ozymandias.

Las obras de los taiquenos habian pasado a nuestras manos. Y recorde el verso del poeta:

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