gobierno.

Sammy no reconocio al hombre que habia hablado, aunque su rostro le resulto familiar. Se mezclo con aquel grupo.

– ?Lo sabes tu, Sammy? ?Sabes donde obtiene Hayward su licor?

– Escucha, te aseguro que viene del gobierno. ?No has oido decir que han puesto una destileria en funcionamiento? -El desconocido apunto a Sammy con un dedo agresivo-. Diselo, Sammy. Tu conoces bien a Hayward.

Sammy se encogio de hombros debilmente. Hayward no significaba para el mas que un nombre… Un hombre con una esposa llamada Carol. Y ahi terminaba todo lo que sabia de Hayward.

Una mujer rio histericamente en alguna parte, hasta que la risa se convirtio en un profundo sollozo.

Nadie miro a su alrededor.

– Al gobierno le interesa que nos emborrachemos -insistia con toda paciencia el desconocido de la voz indistinta-. ?Que otra cosa vamos a hacer en tres, cuatro o cinco dias seguidos?

Hipo, arruinando asi todo el posible efecto de su solemne revelacion. El pequeno grupo se disolvio entre risas, en busca de nuevos companeros, mas bebida, frescas ideas que expresar, deseos ineditos que satisfacer o reprimir, segun el caso.

Sammy recordo su deseo de ir a la cocina y se encamino a ella de nuevo. Estaba tan atestada como el cuarto de estar, aunque mas animada. Alguien freia huevos, y alguno de ellos cayo sin duda sobre el quemador, puesto que habia humo y fuego. Miriam, vestida con un delantal y sus zapatos de tacon y luciendo una amplia sonrisa, dirigio una sena a Sammy con la espumadera.

– Sabia que lo pensarias otra vez, cielo.

Dejo los huevos y arrojo el delantal a uno de los hombres que no apartaba los ojos de ella.

Sammy contemplo a la mujer mientras avanzaba hacia el meneando las caderas. La primera arcada le retorcio el estomago.

– Mi querida nina -dijo en tono sentencioso-, vas a irte al otro barrio con toda esa piel expuesta al frio. Ya veras lo que vamos a hacer.

Arranco la cortina de la ventana y envolvio con todo cuidado a la mujer, ignorando las protestas de esta.

Miriam era soltera y vivia con su hermano mayor, un viudo con varios hijos. Actuaba como ama de casa cuando su hermano conseguia sujetarla en ella, pero la mayor parte del tiempo la pasaba con alguno de los hombres que compartian las viviendas de los solteros en la zona de alojamiento. Trabajaba en alguna parte cuatro dias a la semana, como la mayoria de las mujeres solteras. Sammy suponia que Miriam se mantendria sobria mientras trabajaba, aunque jamas la habia visto en tal estado. Nunca embriagada por completo, pero jamas totalmente sobria.

Miriam, disgustada, se aparto de el y salio de la cocina. Sammy contemplo la flexible espalda y las suaves piernas de la muchacha, hasta que se perdieron entre la selva de piernas tambaleantes que era el cuarto de estar. Ojala le hubiera preguntado si iba alguna vez al Remiendo, penso.

Tomo asiento en una de las banquetas y enterro la cara entre las manos, tratando de recordar que queria explicar a Freddy. La fiesta giro y se arremolino a su alrededor, sin prestarle atencion, dispuesta a readmitirle en cuanto acabara su numerito de alma perdida.

– Fui a trabajar el miercoles -murmuro. El alboroto de risas y voces estridentes impedia que alguien lo oyera-. Me dolia la cabeza. Los botones empezaron a danzar sin cesar. No los toque una sola vez. Ni una sola vez. Temia romper algo apretando el boton equivocado. -Y siguio hablando mas fuerte, pero todavia inadvertido-. No hice una maldita cosa en todo el dia. Simplemente, me quede sentado. Nadie me dijo nada. No ocurrio nada.

La gente se puso a cantar. Siempre acababan asi al cabo de cierto tiempo. Cantaban juntos sobre los dias felices que llegarian. Sobre los dias felices que habian desaparecido. Sammy escucho, intentando captar el significado de unas palabras que, de pronto, se le habian hecho extranas. Manana es el dia del amor, manana es el dia de las estrellas. Hasta entonces, amor mio, sonare. Y otra cancion nostalgica que cantaba las alegrias del ayer. Y otra para los amores del pasado, cuando las estrellas brillaban y el mundo nos pertenecia. O algo por el estilo.

?Por que no cantar al presente? ?No habia nada que cantar sobre el presente? Nunca habia pensado en eso. Pero solo se trataba de canciones, escritas por poetas de mala muerte y cabeza hueca, que trabajaban en ellas de dos a ocho, tres dias a la semana, en colaboracion.

Sammy se asusto por un instante, viendo en las ridiculas canciones la frustracion que se habia apoderado de el durante la semana. Todo el mundo sabia que carecian por completo de sentido. ?Que significaba eso de los «felices tiempos pasados»? El pasado era hoy, y hoy era manana.

Primero, de nino, vivias junto con algunos mas, padres, abuelos y quizas una tia o un tio. Luego ibas a la escuela durante unos anos. Y despues te casabas y tenias contigo a tus propios hijos, a tus padres o los de ella. Y los ninos repetian el ciclo…

Solo que ahora era hoy en lugar de ayer. Sammy dio una cabezada y se sobresalto. Se dio cuenta de que se habia quedado medio dormido y de que sonaba.

Oyo el apagado sollozo antes de que lograra despertarse por completo. Parpadeo y localizo la fuente de aquel sonido. La esposa de Jackson lloraba apoyada en el hombro de una mujer desconocida.

– ?Que podia hacer yo? Es mi unica hermana y esta embarazada. Tenia que irse del dormitorio universitario. Jackson dice que se marchara de casa si ellos vienen. Pero ?que otra solucion me queda?

Sammy contemplo con tristeza a la mujer que sollozaba, pero no dijo nada cuando los enrojecidos ojos de la esposa de Jackson se volvieron hacia el. Sammy se contaba entre los afortunados. En su apartamento solo se alojaban nueve personas, y ningun rezagado llegaria con el paso de los anos, al menos hasta que sus hijas empezaran a casarse. Se encogio de hombros y se sirvio otro trago. El Remiendo…

Casi habia vuelto a olvidarlo.

Al fin, localizo a Sally en uno de los dormitorios, cosa que debiera haber sabido desde el principio. Aguardo a que se despertara lo bastante para entender lo que le decia. Sally tenia su misma edad, rondando los cuarenta, y los aparentaba. No habia estado con un hombre, Sammy lo sabia. Tan solo durmiendo. El alcohol le daba sueno, el mismo efecto que le causaria a un nino. De todas formas, Sally pasaba mucho tiempo durmiendo, aun sin alcohol. Sin duda le ocurria algo extrano, se dijo sorprendido. Una vez mas, se encogio de hombros. Claro que ella se encontraba en mejores condiciones que muchos. ?Que curioso! La mente de Sammy se habia aclarado tras dormitar unos instantes en la cocina… La mayoria de ellos no lograban dormir sin pildoras, o whisky, o ambas cosas a la vez. En cambio, Sally… Se acurrucaba en cuanto llegaba a una fiesta y caia dormida en seguida. Eso deberia convertirla en el blanco de todas las bromas. En lugar de eso, cosa muy extrana, todos parecian envidiarla. Antes de que acabara la fiesta, la mayor parte se habrian acercado sigilosamente en un momento u otro para mirarla dormir como una nina en medio de todo el ruido.

Sally bostezo y se desperezo.

– ?Se ha terminado? ?Es hora de irnos?

– Sally, ?por que no vamos al Remiendo?

– ?Que? ?Esta noche? ?Te has vuelto loco?

– No, de verdad, vamos alli. Me apetece ir -rogo, aunque el gesto de los labios femeninos indicaba que ella no accederia.

– Mira, Sammy, que tu no trabajes los proximos cuatro dias no significa que yo no tenga nada que hacer. Si vamos alli esta noche, no volveremos a casa antes de las ocho o las nueve de la manana, y ya sabes que mama se preocupa en seguida. Ademas, estoy cansada. Quiero volver a casa y meterme en la cama. No entiendo como Carol soporta este colchon tan duro.

– Vuelve a casa, Sally. Yo me voy. Ya nos veremos luego -dijo debilmente.

– Sammy, en nombre del cielo, ?que te sucede? Durante los ultimos seis meses, te has mostrado mas grunon que un oso viejo. Y en esta ultima semana, francamente insoportable.

– He estado pensando. Eso es todo, solo pensando. Algo que tu nunca haces, estoy seguro.

La aversion que le habia inspirado antes el exhibicionismo de Miriam se extendio hasta abarcar a su mujer. Las nauseas rebulleron en su interior. Abandono a toda prisa el dormitorio.

Freddy le sonrio con amabilidad.

– ?Otra vez lo mismo, amigo mio? -Solto una risita al ver el semblante de Sammy-. Das la impresion de que alguien acaba de birlarte tus caramelos.

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