– Prestele atencion -explique-. Da la impresion de haber sido construido y puesto aqui para los que viniesen despues, para cantarnos las glorias de la raza que edifico las ciudades. Pero las ciudades han desaparecido y el robot no. ?Acaso no da la impresion de estar diciendo:
– ?Que haremos con el? -inquirio Gerhardt.
– ?De verdad que no logro moverlo? -pregunto Webster a Leopold.
– Pesa doscientos o trescientos kilos. Se mueve por su propia voluntad, pero yo no lo conseguiria nunca.
– Quizas entre los cinco -sugirio Webster.
– No -se opuso Leopold. Una extrana sonrisa surco su rostro-. Lo dejaremos aqui.
– ?Que?
– Solo por el momento -anadio-. Lo conservaremos… como una especie de sorpresa para Mattern. Le informaremos el ultimo dia, permitiendole creer mientras tanto que el planeta es inaprovechable. Que se burle de nosotros cuanto quiera… Cuando suene la hora de partir, le mostraremos nuestro botin.
– ?Cree seguro dejarlo aqui? -pregunto Gerhardt.
– Nadie lo robara -contesto Marshall.
– Pero… ?Y si se aleja? -objeto Gerhardt-. Puede hacerlo, ?no?
– Claro que si -asintio Leopold-. Sin embargo, ?por que ha de irse? Se quedara donde esta, supongo. Y si se mueve, seguiremos su pista con el radar. Ahora, volvamos a la base. Se esta haciendo tarde.
Nos metimos en nuestros vehiculos. El robot, silencioso de nuevo, hundido en la arena hasta las rodillas y perfilado contra la creciente oscuridad del cielo, giro para encararse a nosotros y levanto un grueso brazo en una especie de saludo.
– Recuerden -nos advirtio Leopold antes de ponernos en marcha-. Ni una sola palabra de esto a Mattern.
Aquella misma noche, en la base, el coronel Mattern y sus siete ayudantes se mostraron en extremo curiosos respecto a nuestras actividades del dia. Trataron de simular un sincero interes por nuestro trabajo, pero resultaba obvio que solo pretendian incitarnos a confesar lo que ellos habian anticipado, es decir que no habiamos descubierto absolutamente nada. Esa fue la respuesta que obtuvieron, ya que Leopold nos habia prohibido mencionar a Ozymandias. Aparte del robot, en verdad no habiamos descubierto nada. Cuando los otros se enteraron, sonrieron con aire de superioridad, como diciendo: «Si nos hubierais hecho caso al principio, habriamos regresado a la Tierra siete dias antes. Total, no nos hubieramos perdido nada».
A la manana siguiente, despues del desayuno, Mattern anuncio que enviaria una patrulla en busca de materiales fusionables, a menos que viesemos algun inconveniente.
– Solo necesitaremos uno de los semitractores -aclaro-. Los otros dos quedan para ustedes. No les importa, ?verdad?
– Trataremos de arreglarnoslas -replico Leopold con cierta acritud-. Pero mantenganse apartados de nuestro territorio.
– ?Cual es?
En lugar de responderle, Leopold se limito a decir:
– Hemos examinado ya a fondo la zona situada al sudeste de aqui y no hemos encontrado nada de importancia. No nos importara que su equipo geologico eche a perder nuestro campo.
Mattern asintio, mirando con curiosidad a Leopold, como si la evidente ocultacion de nuestro campo de operaciones provocara su recelo. Me pregunte hasta que punto era correcto o no ocultar la informacion a Mattern. Bien, Leopold queria disfrutar de su jueguecito, y una manera de evitar que Mattern descubriera a Ozymandias consistia en no informarle del lugar en que ibamos a trabajar.
– Me parece haberle oido decir que este planeta carecia de interes para sus propositos, coronel -senale.
– Estoy seguro de ello. -Mattern me miro con fijeza-. Pero seria una estupidez por mi parte no echarle un vistazo, ?me equivoco? Al fin y al cabo, nos vemos forzados a perder el tiempo aqui.
Tuve que admitir que no le faltaba razon. No obstante, insisti:
– ?Espera encontrar algo?
– Ningun material fisionable, seguro -respondio con indiferencia-. No hay ningun riesgo en apostar que todo el material radiactivo de este planeta se desintegro hace mucho tiempo. Claro que siempre existe la posibilidad de encontrar litio, ?comprende?
– O tritio puro -afirmo con aspereza Leopold.
Mattern se rio por toda respuesta.
Media hora mas tarde, nos dirigimos hacia el oeste, de nuevo al punto donde habiamos dejado a Ozymandias. Gerhardt, Webster y yo ibamos juntos en un semitractor; Leopold y Marshall ocupaban el otro. El tercero, con dos de los hombres de Mattern y el equipo de exploracion geologica, se aventuro hacia el sudeste, con destino a la zona que Marshall y Webster habian escudrinado en vano el dia anterior.
Ozymandias continuaba en el mismo lugar, con el sol alzandose a su espalda y arrancando fulgores de sus costados. Me pregunte cuantos amaneceres habria presenciado. Miles de millones, tal vez.
Estacionamos nuestros vehiculos no muy lejos del robot y nos acercamos a el. Webster lo filmo a la brillante luz matutina. Soplaba viento del norte, que levantaba remolinos en la arena.
– Ozymandias haber quedado aqui -dijo de pronto el robot mientras nos aproximabamos.
?En nuestra propia lengua!
Por un momento, nos quedamos estupefactos. Lo que siguio se debio a una reaccion natural y simultanea. Los cinco rompimos a hablar a la vez, hasta que el robot nos interrumpio.
Ozymandias descifrar lenguaje algun medio -dijo-. Parece una especie guia.
– ?Vaya! -exclamo Marshall-. Esta repitiendo como un loro fragmentos de nuestra conversacion de ayer.
– No creo que repita -objete-. Las palabras forman conceptos coherentes. ?Nos esta
– ?Ozymandias! -exclamo Leopold-. ?Hablas nuestra lengua?
La respuesta fue un chasquido. Y a continuacion:
– Ozymandias comprende. No tiene suficientes palabras. Hablen mas.
Los cinco nos estremecimos, llenos de excitacion. Estaba claro lo sucedido, y no resultaba ni mucho menos increible. Ozymandias habia escuchado pacientemente todo lo que dijeramos la noche anterior. Luego, despues de irnos, el robot habia aplicado su cerebro de un millon de anos al problema de organizar nuestros sonidos de forma que cobraran sentido. Y en cierto modo, lo habia logrado. A partir de entonces, todo se reducia a facilitar vocabulario a la criatura y dejarle que asimilara los nuevos vocablos. ?Disponiamos de una piedra de Rosetta capaz de hablar y de andar!
Transcurrieron dos horas, con tanta rapidez que apenas lo advertimos. Lanzabamos palabras a Ozymandias con la maxima velocidad posible, definiendolas de manera que le ayudase a relacionarlas con las ya grabadas en su cerebro.
Al finalizar ese lapso de tiempo, el robot se hallaba en condiciones de mantener con nosotros una conversacion aceptable. Extrajo sus piernas de la arena que las habia envuelto durante siglos y, cumpliendo la funcion para la que habia sido construido miles de anos atras, nos acompano a visitar la civilizacion ya desaparecida que lo habia fabricado.
Ozymandias constituia un fabuloso archivo de datos arqueologicos. Podria facilitarnos informacion durante anos enteros.
Sus amos, nos explico, habian sido los taiquenos (o asi nos sono a nosotros), que vivieron y prosperaron durante trescientos mil anos. En los dias decadentes de su historia, le habian creado como un guia indestructible para sus igualmente indestructibles ciudades. Pero estas se habian desmoronado y solo permanecio Ozymandias…, conservando en el los recuerdos del pasado.
– Esta fue la ciudad de Durab -dijo-. En tiempos, albergo ocho millones de individuos. Donde estoy ahora se erigia el templo de Decamon, con una altura equivalente a quinientos de vuestros metros. Su fachada daba a la