– Tengo cuatro abuelos y dos bisabuelos -prosiguio-, tres hijos, dos padres, tres hermanas y un hermano. Todos ellos tienes hijos, tres, cuatro o cinco, no se cuantos. ?Y que otra cosa podemos hacer sino extendernos y ocupar la tierra para vivir?
Miriam se habia reunido con el y permanecio a su espalda, a poca distancia, entre las sombras de los pinos enanos que crecian en el pedregoso terreno de la cima de la colina.
– Deberian haber comenzado a controlar la natalidad doscientos anos atras -opino la muchacha.
– Es cierto, pero no lo hicieron. -Se volvio un poco para ver la cara de Miriam. Iba a decirselo. Esta mujer lo sabria-. Y a nadie en el mundo le importa si uno de nosotros vive o muere.
Miriam le miro, esperando pasivamente a que concluyera.
– No aprete un solo boton la semana pasada, y los bloques de los frenos siguieron ensamblandose como si nada. -Su voz reflejaba la urgencia de que alguien le comprendiera y se preocupara igual que el-. ?Has visto alguna vez la cadena de montaje?
Miriam trato de contestar, pero Sammy, ansioso por ser escuchado, se lo impidio.
– Ya sabes que los montadores se sientan de espaldas a la cadena y frente a los cuadros de mandos. Debemos apretar los botoncitos, obedeciendo a las senales de la pantalla que hay encima del tablero. Durante toda la ultima semana, tres dias enteros, me limite a contemplar las senales, sin tocar un solo boton. Mire una y otra vez la cadena de montaje, y los componentes seguian moviendose a lo largo de ella. Aunque me hubiese levantado, no habria pasado absolutamente nada. Toda la cadena es automatica. El gobierno nos garantiza veinticinco anos de trabajo y una pension vitalicia despues, y cumple ambas promesas. Solo que lo mismo daria que nos quedasemos en casa. De nada nos vale ir al trabajo. -Solto una grosera risotada y apunto al cielo estrellado, siempre invisible desde la ciudad-. ?Has oido hablar alguna vez del viejo sueno de los hombres, el viaje a las estrellas? La humanidad debia consagrarse al principio de que las estrellas le pertenecian. Pero alcanzar Marte y Venus costo mucho tiempo, demasiado. El hombre no se acostumbro a los planetas y, antes de que aprendieramos a llegar a las estrellas, el indice de natalidad nos abrumo. Ahora todos estamos consagrados al principio de meter suficiente comida en nuestras barrigas para engendrar hijos y contemplar botones.
Miriam quiso hablar, pero las manos de Sammy se aferraron de pronto a su cuello. ?Por que? Sammy no lo sabia. En cierta forma, ella era responsable de todo aquello. Ella y su raza, y la raza de Sammy, estupidos ciegos que perdian el tiempo emborrachandose para no pensar en la futilidad de sus vidas. Miriam dejo de gritar, y las manos masculinas cayeron flaccidamente, ya liberado su furor. Se sintio tan vacio como si hubiera participado en una lucha por la supervivencia y solo hubiera logrado emerger del agua.
Contemplo el contraido cuerpo de la muchacha, que yacia inmovil a sus pies, y se pregunto por que estaba alli Miriam. La mujer no se movio, y Sammy, casi arrastrando los pies, se dirigio hacia el borde de la colina, donde se alzaba el penasco.
– ?Ojala hubiera sido Sally! -murmuro, mientras se aferraba a la gran roca.
En cuanto hubo trepado a la parte superior de la enorme masa petrea, alzo los ojos hacia las estrellas. Era lo ultimo que deseaba ver antes de arrojarse por la desnuda y erosionada pared de la colina, antes de lanzarse a la hondonada. En el ultimo instante, intuyo, mas que oyo, que la muchacha se movia y gemia.
– ?Sammy! -musito Miriam-. ?Espera! -Solo era una voz. Una voz distante, ronca, que surgia de la negrura de la tierra-. Aun hay esperanzas puestas en las estrellas.
Las palabras femeninas quedaron apagadas por el sonido de unos pies arrastrandose. Sammy comprendio que Miriam trepaba tambien a la roca. Aguardo, perfilado contra el tenuemente iluminado cielo, hasta que la muchacha llego jadeante a su lado.
– ?Que quieres decir? -pregunto con voz aspera.
– Escuchame, Sammy. Los dirigentes y los cientificos no han desistido. Solo lo ha hecho el pueblo. Ellos siguen intentando encontrar la propulsion adecuada. Cada ano que pasa, nos hallamos un poco mas cerca de ver solucionados todos los problemas. El hermano de Carol lo sabe. Yo tambien. Somos muchos, aunque ellos, los de la ciudad, no se preocupan.
– ?Por que no se lo dicen? -Deseaba creer en lo que oia, pero el recuerdo de la fiesta estaba demasiado reciente-. Vivimos en una sucia miseria, apelotonados, llenos de odio, consumiendonos. ?Por que?
– Sammy, piensalo. ?Cuando empezaste a quejarte de tu vida? ?Este ano? -Miriam colmo el silencio con un torrente de palabras-. Seguridad. Eso es todo lo que cualquier persona desea. Jubilacion, hospitales, empleo, casa… ?Votaste acaso en favor de la ley de control de la poblacion, hace siete anos?
Meneo la cabeza, recordando en silencio. Aquello habia ocurrido antes de que naciera su hijo. Un hombre quiere tener un hijo por algun motivo vago, para que siga sus pasos cuando el haya muerto.
– Cada diez anos -prosiguio la muchacha con amargura-, desde hace mas de un siglo, el mundo se ha enfrentado al problema demografico. Y siempre vota en contra de la ley. Las naciones occidentales temen que las orientales no las sigan. Y de ese modo, la poblacion mundial se eleva al cubo cada cien anos. Solo ahora, en estos ultimos veinte anos, mas o menos, ha surgido el miedo al hambre. ?Y la ciencia? Nunca hay suficiente dinero para investigar. Los cientificos se ven forzados a jugar a estupidos juegos de guerra, a enfrentarse con la insuficiencia de alimentos y tratar de encontrar medios para conseguirlos… Medios para que cincuenta millones de personas se amontonen en un espacio adecuado para cinco millones, medios que permitan crear climas soportables en planetas imposibles de habitar. Y siempre obligados a enfrentarse a quienes afirman que el hombre fue puesto en este planeta, la Tierra, y que en la Tierra debe quedarse. Quiza la gente este en lo cierto, Sammy. Quiza los que se oponen al control demografico en nombre de Dios tengan razon. Pero si la tienen, entonces Dios se propuso, sin duda, que nos extendieramos fuera de este planeta.
– El dijo:
?Cuantos anos habian transcurrido desde que escuchara por primera vez esas palabras?
– Y siempre -prosiguio ella- chocamos con las personas que aseguran haber demostrado tajantemente que es imposible idear un sistema de propulsion capaz de aproximarse a la velocidad de la luz y, mucho menos todavia, superarla… Pero ahora se esta abriendo un claro. ?Que crees que sucederia si los hombres lo supieran?
– Queremos el amor y las estrellas… ?Hoy! No en un manana impreciso -salto Sammy.
– Sin embargo, si los hombres se enteraran de que sus hijos podran algun dia emigrar a las estrellas, jamas votarian ni pondrian en practica una ley para controlar la poblacion, y todos moririamos antes de que se construyera el primer cohete estelar…
– De todos modos, no lo haran. La gente jamas votara a favor del control demografico, no en numero suficiente para que se apruebe la ley. -Sammy volvio a mirar a las estrellas y pregunto-: ?Trabajas para ellos?
– Si. La mayor parte del trabajo lo ejecutan las maquinas, como en tu caso, pero yo transcribo los hallazgos y, mas importante aun, frecuento y trato de captar a los tipos como tu. Somos muchos y ofrecemos a la gente una razon para seguir viviendo. Cuando encontramos una persona preparada para saber la verdad, se la decimos. Tu amigo Freddy lo sabe.
?Freddy! Pero si no se diferenciaba en nada de los demas… A no ser porque no se emborrachaba.
– ?Por que Freddy? -inquirio.
– Llego a esta misma etapa. -Miriam senalo con la mano el abismo rocoso-. Fue hace varios anos. Lo evitamos. A veces lo hacemos, otras no.
Miriam le asio de la mano y ambos iniciaron cuidadosamente el descenso.
Quiza no sucediera durante su vida, quiza sucediera al ano siguiente. Sammy sabia que probablemente el no abandonaria nunca la Tierra. No cabia duda de que le resultaria mucho mas duro vivir sabiendo la verdad y teniendo que ocultarla que cuando la ignoraba. ?Quien mas la sabria entre sus conocidos, aparte de Freddy?, se pregunto.
Los tranquilos, los pacificos. Las personas capaces de observar un tablero de botones parpadeantes y no preocuparse por apretarlos, porque tal cosa solo servia para mantener a los hombres bajo la ilusion de que constituian una parte indispensable de la sociedad, hasta que llegara el dia en que lo fuesen de veras.
Sammy sonrio ya calmado y dedico una ultima mirada a las estrellas, antes de volver a montar en su triciclo.
El loco Maro