traves de el. Me cuesta medio dolar la visita. ?Que le parece? ?Sabe que algunos tipos le pagan quince y hasta veinte dolares la hora?
– Algunos medicos cobran mas -musite-. Cincuenta o sesenta dolares.
Maro me miro de soslayo.
– ?Se ha sometido alguna vez a un psicoanalisis?
– No. De nino, mi padre me llevo a cinco psicoanalistas diferentes. Al final, desistio.
Solto una carcajada y me dio un manotazo en la espalda, como si disfrutara con solo pensarlo.
– A mi viejo le pasa todo lo contrario -dijo-. Es pastor y solo le interesa salvar mi alma. Bueno, si quiere que le diga la verdad, ya no aguanto mas. Ese sofa de Landmeer apesta de tanta gente que se echa en el para hablar. Hay una sensacion verde que no desaparece nunca, asi que apenas consigo oirme mientras pienso. El no oye nada, en absoluto, y si no oye, ?como va a conseguir volverme normal? ?Piensa que estoy loco, senor Denis?
– No, no lo creo.
– Si que lo cree. -Se rio entre dientes-. Me esta tomando el pelo.
– Escucha -replique, sin hacer ningun esfuerzo para ocultar mi fastidio-. Te necesitan en el futuro, tal como eres. Si ese doctor te cambia, ya no les serviras.
Sus ojos se abrieron al maximo.
– ?El futuro?
– De eso se trata. No hay mucho que pueda explicarte, excepto que existe una entidad que opera en el futuro y selecciona chicos fuera de lo corriente y que hayan nacido en una epoca en que sus talentos no sean comprendidos. Los muchachos como tu viven aislados en su tiempo. O se burlan de ellos. Incluso a veces los destruyen. En cambio, esto les permite llevar vidas utiles y felices en una epoca que les necesita.
Profirio un largo silbido y se recosto en la poltrona.
– ?Vaya! -exclamo-. El doctor Landmeer quiere volverme normal. Mi viejo desea salvar mi alma. Delia pretende que me convierta en un hombre hecho y derecho. Y ahora se presenta usted y me dice que soy perfecto tal como soy, solo que vivo en la epoca inadecuada.
– Exacto.
Maro se levanto y anduvo lentamente de un lado a otro, husmeando el ambiente y frotandolo entre sus dedos.
– ?Y respecto a usted? -pregunto-. No imagino su interes.
Vacile por un momento y luego decidi seguir diciendo la verdad.
– Si logro que accedas a irte y firmes una renuncia a tu derecho a volver, conseguire medio millon de dolares.
Olfateo una vez mas y meneo la cabeza.
– No, busca usted algo mas. No solo el dinero. Quiere sacar algo mas de esto, aparte del dinero.
– No hay nada mas -insisti. Las aletas de su nariz temblaron de colera y todo su cuerpo se puso en tension-. Nada mas que yo sepa, Maro. Te lo juro. Si hay algo mas, lo ignoro.
Volvio a tranquilizarse, sonrio y me estudio, parpadeando.
– ?Como se metio en esto, senor Denis? Creia que era abogado.
Forzado por la necesidad de que se tranquilizara y confiara en mi, hable sin traba alguna respecto a como decidi ser abogado criminalista al salir de la Facultad de Derecho de Harvard, en lugar de unirme a mi padre y a mi hermano mayor en la firma Denis y Denis, abogados en ejercicio. Explique que esto, a los ojos de la capa superior de la abogacia, me convirtio en un paria e hizo que mi padre me desheredara, pero que asi, por primera vez en mi vida, me habia sentido libre, no teniendo que depender de el para nada.
– Cuando actuas en los tribunales de lo criminal, conoces a todo tipo de gente -le dije-. Tal vez seas muy joven para recordar un caso que aparecio en primera pagina hace seis anos… Un tipo que iba en una silla de ruedas, paralitico del cuello para abajo. Le acusaron de una docena de robos en diversas joyerias.
– ?Como? -Maro se inclino hacia delante-. ?Que locura!
– Bien, nunca descubrieron su metodo. Sin embargo, el individuo habia estado presente en todos los robos, y la policia encontro en su habitacion los articulos robados. Me encargue del caso y logre su absolucion. En aquel tiempo, no sabia que era realmente culpable.
– Pero ?como…?
– Nadie llego siquiera a imaginarlo. La cuestion es que el caso se mantuvo en la primera pagina de los periodicos durante toda una semana. Pocos meses despues, se pusieron en contacto conmigo desde el futuro. Creian saber como lo habia hecho y estaban ansiosos por disponer del fulano. Cuando hable con el paralitico, este lo admitio todo. Habia nacido paralizado del cuello para abajo, cierto; y sus musculos estaban inutilizados. Pero gozaba de una compensacion. Era telequinesico. Resultaba sorprendente ver a aquel individuo mover y manipular objetos a su alrededor, recurriendo tan solo a su mente.
– ?Acepto ir?
– Al principio se asusto. Y no le culpe por ello. Yo tambien recelaba. Pensaba que quiza fueran unos chiflados, o criminales que deseaban causarle algun dano. Pero enviaron a un hombre a verme, abogado tambien. Me demostro sin lugar a dudas la correccion del asunto. Cuando el muchacho descubrio que podia ser realmente util al mundo, se volvio loco por irse. Apenas conseguia retenerlo… Despues de ese primer contacto con mis clientes, siguieron comunicandose conmigo de vez en cuando, cada vez que sus investigadores descubrian indicios o pistas sobre alguien especial con el que deseaban contar. Me aclararon lo que querian de mi, que obtuviese el acuerdo del interesado. Y ellos se encargan del resto. El dinero lo depositan en mi cuenta. He cerrado nueve tratos con ellos en los pasados cinco anos. Y no se mucho mas.
Maro me escuchaba, acurrucado, sin apartar los ojos de mi rostro.
– Y todos los demas -pregunto-, ?se marcharon sin saber adonde iban o para que les querian?
– Si. Eso forma parte del trato. Mis clientes insisten en eso. De lo contrario, no seria legal. Hay que confiar en ellos.
– Y yo… debo confiar en usted. No se nada de ellos, excepto lo que usted me diga. Tengo que poner mi vida en sus manos.
Miro la alfombra y dibujo una serie de lineas sobre ella con el borde de su zapato-. Digame, senor Denis, ?confiaria usted en mi hasta ese punto? ?Pondria su vida en mis manos?
La pregunta me sorprendio. Mi primera reaccion fue contestar en sentido afirmativo, pero Maro se daria cuenta de que mentia.
– No -repuse-. Seria absurdo mentir. Para mi, eres como un animal salvaje. ?Como podria confiar en ti?
– Entonces, ?por que hace esto, senor Denis?
– Ya te lo he dicho. Por dinero.
– ?Ah, si! -grite-. Bien, creelo o no, como quieras. Me importa un comino.
Me sentia irritado y, puesto que carecia de sentido el ocultarlo, di rienda suelta a mis sentimientos:
– Si quieres, marchate ahora mismo y olvidaremos todo el asunto.
– ?Que es lo que busca realmente, senor Denis?
– ?El dinero, Maro! ?El dinero! ?El dinero! -Chillaba, furioso contra el por haberme hecho perder el control.
Maro temblo y se estremecio mientras yo le gritaba. Me ardian las entranas. Mis manos y axilas, en cambio, estaban humedas y frias.
Nunca antes habia experimentado aquel estallido, aquel flujo de colera que me inspiraba un ardiente deseo de insultarle. Queria pegarle. Queria hacerle dano. Los dientes de Maro rechinaban y habia levantado las palmas de las manos, tembloroso. Le odiaba. Algo me corroia por dentro, un deseo que pugnaba por liberarse, un ansia de machacar su rostro con todo lo que se me pusiera a mano.
Y de repente, le pegue.
No hizo esfuerzo alguno por defenderse. Le pegue en la cara una vez, y otra, y otra mas, y Maro sonreia mientras recibia los golpes. Sus ojos giraron en las orbitas y mostraron dos esferas blancas, en contraste con la oscura carne. Le asi por el cuello y aulle:
– ?Mirame! ?Mirame cuando te pego, bastardo! ?Mirame cuando te pego!
Y de pronto, con la misma rapidez con que se habia presentado, cedio la oleada. Pesado, agotado, empapado en sudor, me deje caer en el sillon. Tenia los brazos y las piernas humedos y temblorosos. Nos quedamos sentados en silencio por algun tiempo. Y luego, hablo Maro: