Daniel Keyes
de The Magazine of Fantasy and Science Fiction, abril de 1960
Creo que jamas ensalzare lo suficiente Flowers for Algernon (Flores para Algernon). Esta narracion, casi perfecta, le valio merecidamente a su autor, Daniel Keyes, el Premio Hugo de 1960. Y pese a ello, los aficionados a quienes se pidio que citaran otra obra del mismo escritor arrugaron la frente, miraron al techo con los ojos en blanco o se limitaron a decir: «Ah, pero ?es que ha escrito algo mas?» Pues si, Keyes habia escrito otros relatos. No muchos. En realidad, solo hay un total de ocho contabilizados en los anales de las revistas de ciencia ficcion, pero han sido injustamente olvidados.
Keyes habia vendido tres relatos a otras tantas revistas en 1951, el mejor de los cuales, Robot Unwanted (Robot indeseable) (Other Worlds, junio de 1952), presentaba las reacciones humanas ante un robot libre, exento de servilismo. Nada volvio a saberse del autor hasta 1958. En 1959, exploto su «bomba», Flowers for Algernon.
Del mismo modo que ciertas personas van a la caza de antiguedades o viejos libros, rebuscando en tiendas de ocasion, establecimientos de articulos donados con fines caritativos o humedas salas de subasta los productos invalorables que gente desconocida ha desechado, asi sigo yo la pista de los ninos fuera de lo corriente. Siendo abogado, tengo acceso a buenos cotos de caza: el Asilo infantil, Warwick, la Escuela Paige para adolescentes con trastornos emocionales y, por descontado, el Tribunal de Menores.
He logrado ciertos descubrimientos, recibiendo una excelente retribucion por algunos casos raros. Por ejemplo, cincuenta mil dolares por una rubia delincuente de trece anos que habia pasado seis meses en un reformatorio de Georgia. Y pude duplicar mis honorarios de haber querido regatear con mis clientes. Aquella chica era la primera telepata autentica que habian encontrado.
Hubo tambien el caso del mongolico de cuatro meses, con la nariz y la mandibula aplastadas. Localice a la madre soltera a tiempo de evitar que lo asfixiara. Los reconocimientos efectuados por mis clientes demostraron sin lugar a duda que la criatura era realmente un paragenio por el que se sentian muy interesados. Me quedaron veinte mil dolares despues de pagar a la madre cinco mil por firmar los documentos de adopcion.
Pero el individuo mas extrano que descubri, un muchacho negro de dieciocho anos, alto y con una mirada salvaje en sus inquietos ojos, cambio mi vida. Le llamaban el loco Maro, y me habian ofrecido medio millon neto si lograba que firmara la renuncia y se mostrara de acuerdo en ser transportado al futuro.
La primera vez que vi a Maro le seguian tres chiquillos. Demasiado rapido para ellos, cuando uno de sus perseguidores le acorralo, se volvio y salio disparado con la gracia de un antilope.
– ?El loco Maro! -se mofo uno de ellos.
– ?El loco Maro! ?El loco Maro! -le imitaron los otros dos.
Se paro en una esquina, apenas a cincuenta metros de ellos, Con las manos en las caderas, sudando y jadeando. Les reto a que le alcanzaran, pero los otros habian renunciado ya a la caza.
Me vio observandole o, tal como me habian informado, quiza me olio, oyo o sintio, o todas las cosas a la vez. Percibio con todos sus sentidos mi presencia. Me habian dicho que podia oler los colores situados mas alla del espectro visible con tanta facilidad como olfateaba los tonos del vestido veraniego rosa y azul de una chica. Podia ver el sonido de ondas radiofonicas de alta frecuencia con la misma precision con que veia el ladrido de un perro. Podia oir el olor del carbono radiactivo con la misma claridad con que escuchaba el whisky en el aliento de un borrachin.
Aunque los archivos del Tribunal de Menores revelaban que Maro habia pasado ante los jueces tres veces desde los nueve anos, por pequenos hurtos y conducta violenta, en el ano 2752 se le necesitaba para efectuar un trabajo que ningun ser humano nacido antes o despues se hallaba en condiciones de hacer. Por eso me encargaron que fuera a buscarle. Con pocos datos para empezar mis pesquisas, anduve errando durante mas de un mes por el barrio comprendido entre la avenida St Nicholas y la Octava Avenida, al que sus habitantes suelen referirse como «el foso». Ahora, me sentia ya seguro de que se trataba del chico que me habian solicitado.
Una vez libre de sus atormentadores, cruzo la calle hacia donde yo me encontraba, con las manos hundidas en los bolsillos de sus raidos pantalones. Me miro de arriba abajo y ladeo la cabeza como un pajaro o un perro que ha oido agudas vibraciones.
– ?Tiene frio, hombre?
– No -conteste-. Estoy muy bien.
– Oiga, no me fastidie. -Hizo chasquear los dedos-. Me esta mintiendo. Me ha comprendido perfectamente. Tiene frio. Esta pensativo, intranquilo. Suave y polvoriento como un papel de lija gastado. -Guino un ojo y me miro con el otro, como si me examinara a traves de la lupa de un joyero- Deme un dolar.
– ?Por que he de dartelo?
– Porque soy muy malo. Solo saldra de aqui enterito si me paga. De lo contrario…
Se encogio de hombros para indicar lo desesperado de mi caso de no entregarle el dinero.
– ?Por que te llaman el loco Maro?
– Porque lo soy. -Miro la acera. Sus parpados aletearon-. ?Por que si no? Chico, huele usted a verde y a papel…, como el dinero. Le costara dos dolares.
– ?Por que esperas que te de un dinero que no has ganado?
Cuando alzo la cabeza, solo vi el blanco de sus ojos en contraste con los oscuros parpados. Empezo a balancearse de un lado a otro, con un ritmo silencioso, chasqueando los dedos y dando palmadas, que parecia escuchar en su interior. Despues, cambio de actitud, al tiempo que arrugaba la frente.