– Yo tampoco lo pensaba. Jamas confie asi en nadie desde nino. Y he descubierto algo en mi interior que creia destruido. Valio la pena.

– Senor Denis…

Retrocedio y olisqueo el ambiente.

– ?Que ocurre?

– Hay algo ahi fuera. Muy lejos y al mismo tiempo muy cerca. Musica, aunque no real. Jirones de sonido, violeta claro, amarillo oscuro, revoloteando a mi alrededor y disolviendose. Aqui mismo y en un futuro muy lejano.

– Ese es el lugar y la epoca para ti, Maro. Te necesitan alli…, tal como eres, de la forma que eres. Y tu tambien les necesitas. Debes fiarte de ellos.

– Me fio de usted, senor Denis. Si usted dice que es lo correcto, me ire.

– Es lo correcto. No lo digo por el dinero, ya lo sabes. Voy ceder mis honorarios a la clinica. Tengo ya mas que suficiente. Me retiro. Este sera mi ultimo trabajo para ellos.

– ?Pensara en alguna excusa que dar al doctor Landmeer, mi padre y Delia?

– Te lo prometo.

Explique a Maro como debia llamar al servicio telefonico para informarles de que ya estaba dispuesto a partir. Ellos le indicarian donde debia aguardar a que enviaran alguien para recogerle. Me tomo la mano y la estrecho durante largo tiempo.

– Senor Denis -dijo-, creo que le gustara saberlo. Aquella musica… La vi y la senti… Usted tenia razon. Procedia de ellos. Un indicio de por que me necesitan.

– ?Puedes aclararmelo?

– Ni siquiera para mi esta muy claro, senor Denis. Pero vi en imagen una gran reunion. No se entienden entre ellos y nadie sabe que pretenden los demas. Las palabras parecen haber perdido todo significado. Como…, como sucedio en el Antiguo Testamento, cuando construyeron la Torre de Babel. Hay mucha confusion. Creo que me necesitan para ayudarles a hablar, a confiar en los demas… y hacer las paces.

– Me alegra que me lo hayas dicho, Maro. Me hace sentirme mejor.

– Adios, senor Denis.

– Adios.

Espere a oir el portazo de la entrada principal. Entonces, aparte la toalla de mi cara y rode sobre mi mismo hasta sentarme en el borde de la cama. Busque el encendedor en mi bolsillo y lo encendi, manteniendolo frente a mi rostro. Note un fuerte calor, acompanado por los crujidos y el olor acre a cabello quemado, conforme se me iban chamuscando las cejas. Pero no vislumbre luz alguna.

Y entonces supe lo que significa quedarse totalmente ciego.

Me eche en la cama. A traves de la ventana, viniendo de no se donde, penetro el sonido de la musica. Por un instante fugaz, pense que la escuchaba del mismo modo que Maro la habia oido: jirones de sonido, violeta claro y amarillo oscuro, revoloteando a mi alrededor y disolviendose. Mas pronto desaparecio la imagen multiple y percibi las apagadas variaciones de la melodia del mismo modo en que he oido todo sonido y musica desde entonces. En la oscuridad…

El hombre sobrecargado

J. G. Ballard

de New Worlds, julio de 1961

Calificar a Ballard como uno de los escasos talentos altamente innovadores en los dominios de la ciencia ficcion no es ninguna exageracion. Y quiza la razon resida en que este autor llego virgen al genero, sin haber pasado por el aprendizaje del lector de revistas y el aficionado activo. Desde ese punto de vista, puede considerarsele como un intruso. Pero desde luego fue uno de los primeros en aportar elementos procedentes de la tradicion literaria en general al mundo de la revista barata.

James Graham Ballard nacio el martes 18 de noviembre de 1930 en Shanghai, ciudad en la que su padre ejercia como medico. Todavia adolescente, apenas los rumores de la guerra se extendieron por Extremo Oriente, se encontro internado en un campo de concentracion japones. Repatriado a Gran Bretana en 1946, marcho a Cambridge para estudiar medicina. Alli comenzo a escribir, ganando un concurso de relatos breves en 1951. salir de la universidad, trabajo como redactor de textos publicitarios y, posteriormente, sirvio en las fuerzas aereas.

En el verano de 1956, Ballard presento su primer relato de ciencia ficcion, Escapement (Escape), a John Carnell, que lo publico en el New Worlds de diciembre de 1956. El resto, como suele decirse, es historia. No obstante, en anos recientes, se ha hartado por completo de la ciencia ficcion para introducirse en los dominios de una fantasia simbolica y surrealista, de la que son ejemplos Crash (1973) y Concrete Island (Isla de hormigon) (1974).

Al igual que H. G. Wells con In the Days of the Comet (En los dias del cometa) (1906), Ballard paso por la ciencia ficcion, dejando su marca indeleble, antes de emprender otros rumbos. Ejemplo de dicha marca imborrable fue The Overloaded Man, muestra tipica del creciente interes de Ballard por el funcionamiento de la mente, una tendencia que contribuyo a convertirle en uno de los mas polemicos escritores de ciencia ficcion.

Faulkner se estaba volviendo loco.

Despues del desayuno, esperaba impaciente en la salita mientras su esposa arreglaba la cocina. Julia se iria al cabo de dos o tres minutos, pero, sin saber por que, la corta espera de todas las mananas le resultaba insoportable. Al tiempo que alzaba las persianas venecianas y colocaba la hamaca en la veranda, permanecia atento a los eficaces movimientos de Julia. Siguiendo su inalterable rutina, su esposa coloco los vasos y platos en el lavavajillas, introdujo la cena de aquella noche, carne, en la cocina automatica y ajusto el dispositivo, redujo la potencia del aire acondicionado y del calentador, abrio el colector del deposito de petroleo, previendo la llegada del camion de suministro por la tarde, y dejo abierta su parte de la puerta del garaje.

Faulkner seguia admirado aquella serie de movimientos, contando los pasos sucesivos, mientras los aparatos emitian diversos sonidos.

«Deberias estar en los B-52 -penso-, o en el edificio de control de una planta petroquimica.» Julia trabajaba en la seccion de personal de una clinica. Sin duda, se pasaba todo el dia envuelta en el mismo torbellino de eficiencia, apretando botones que ostentaban las etiquetas «Jones», «Smith» y «Brown» y apartando los paraplejicos a la izquierda y los paranoicos a la derecha.

Julia entro en la salita y se acerco a su marido. Con su severo traje sastre negro y su blusa blanca, representaba la imagen tipica de la funcionaria.

– ?No vas a la escuela hoy? -le pregunto.

Faulkner meneo la cabeza y manoseo algunos de los papeles del escritorio.

– No, prosigo mi reflexion creativa. Solo por esta semana. El profesor Harman penso que me encargaba de un numero excesivo de clases y que estaba saturado.

Julia asintio, mirandole con desconfianza. Faulkner llevaba tres semanas seguidas en casa, dormitando en la veranda, y ella empezaba a sospechar. Mas pronto o mas tarde, comprendio Faulkner, lo averiguaria. Sin embargo, confiaba en que para entonces estaria fuera de su alcance. Ansiaba contarle la verdad, decirle que dos meses atras habia abandonado su trabajo de profesor en la escuela de comercio y que no tenia intencion alguna de volver. Julia se llevaria una desagradable sorpresa cuando descubriera que no quedaba practicamente nada del ultimo talon bancario de su marido y que tal vez tendrian que arreglarselas con un solo coche. «?Que trabaje ella! -penso Faulkner-. De todas formas, gana mas de lo que yo ganaba…»

Sonrio a su esposa, no sin gran esfuerzo. «?Vete de una vez!», chillo mentalmente. Pero Julia siguio revoloteando, sin decidirse.

– ?Que piensas almorzar? No hay…

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