sesgo inequivoco. Se sintio consciente, con mayor fuerza que nunca, de la dulzura y placidez de su hijo. Resultaba curioso que esas cualidades fueran tan caracteristicas del nino mentalmente retrasado. Como si la naturaleza deseara compensar a los defraudados padres. Claro que tal compensacion parecia muy insuficiente. Y en este caso, cuando recordaba que Eleanor habia fallecido al dar a luz a este pequeno vegetal -?y como podia olvidarlo, ni por un momento, ni siquiera cuando el camino del paraiso se abria ante el?-, no representaba alivio alguno.
Los ojos oblicuos, pequenos y oscuros, bizquearon de nuevo. ?Oriental o gitano? Muchos hungaros tenian sangre gitana. ?O acaso los doctores, todos aquellos expertos a quienes habia consultado, se equivocaban y Paul era a fin de cuentas mongoloide?
Nombres, reflexiono Kadar con amargura. ?Que significaban? En matematicas, existian Tos terminos «anillo», «ciclo», «ideal»… El termino carecia de importancia. Solo importaba el lugar que algo ocupaba en la estructura. Jamas las cosas en si, sino las relaciones entre ellas. Solo eso contaba. ?Que relacion habia entre Paul y el mundo, ahora y en el futuro?
De momento, no era mas que un nino, menos que un nino en muchos aspectos. Y la senora Merrit, una mujer amable y maternal, ni inteligente ni educada, pero cordial. A Paul le gustaba aquella mujer, no cabia duda…, en caso de que el nino reaccionara ante alguien, cosa muy dudosa. Su expresion normal, trasladada a un adulto, hubiera sugerido un profundo aburrimiento.
El profesor medito en las pruebas, las interminables y costosas pruebas. Adminiculos de color, bloques, cuerdas, formas geometricas que debian ser comparadas… Y los hombres y mujeres jovenes y despiertos que presidian los rituales. Paul les habia confundido a todos. Kadar experimento una perversa oleada de satisfaccion al pensarlo. El chico no cometio errores. Se nego a cooperar, eso fue todo. Una actitud que no provocaba regocijo, por supuesto. La apatia indicaba una lesion cerebral aun mas grave, pensaron los medicos al parecer. Y los electroencefalogramas de Paul revelaron ciertamente una anomalia que recordaba la de un epileptico grave.
El nino se chupo los labios otra vez y de nuevo de su garganta surgio aquel tenue sonido. Por un momento, sus ojos miraron hacia el exterior. Al topar con la sombria mirada de Kadar, Paul se bajo torpemente del taburete y salio de la habitacion, moviendose con el paso mas bien desequilibrado de un anciano sedentario.
«Va en busca de la comida», penso Kadar. ?Por que la senora Merrit no llamaba al nino, en lugar de permitirle que actuara por su cuenta? «La culpa es mia -se dijo de inmediato-. Dejo que ella le eduque, mientras intento olvidar a Eleanor (y tambien a el, si) absorbiendome en mi trabajo. Por otro lado, ?por que imponer disciplina a un nino que jamas se rebela?» La dulce placidez de Paul se reflejaba en sus actitudes infantiles. Comia todo cuanto se le ofrecia…, si bien Solo cuando tenia hambre. Nunca lloraba. Se quedaba tranquilo en su cama cuando le acostaban, y rara vez se levantaba hasta que la senora Merrit llegaba a la manana siguiente, aunque la buena mujer mencionaba de vez en cuando, con cierto asombro, que solia encontrar a Paul despierto, tumbado bajo las lisas sabanas, con los ojos muy abiertos.
Aparte de ese detalle, la unica mania del chico consistia en su aficion al elevado taburete. A los dos anos, ya habia mostrado su preferencia por aquel llamativo objeto, sentandose en el para contemplar a la senora Merrit entregada a sus quehaceres en la cocina y el comedor.
Luego, siguiendo al profesor, como movido por un impulso, empezo a llevar el taburete al despacho de Kadar, frente al gran escritorio donde este trabajaba. Y Paul habia llegado a preferir ese lugar. Todos los dias, mientras Kadar emborronaba hojas y mas hojas, el nino se sentaba alli durante un minimo de tres horas, fascinado a veces en apariencia por el movimiento y el siseo del boligrafo sobre el papel, pero en general con los ojos en blanco y desenfocados.
La senora Merrit, como es logico, consideraba dicha actitud escandalosa e insana. Paso varias semanas tratando de interesar al nino en diversos juegos, sin lograrlo. Si los expertos psicologos habian fracasado, penso ironicamente Kadar, ?como iba a triunfar una mujer, su ama de llaves, siempre atareada en cocinar y limpiar la casa?
Hasta los ninos retrasados mentales podian ser excelentes artistas. Cuando pusieron entre las manos de Paul lapices de colores y grandes hojas de papel, se limito a trazar timidamente algunas rayas. Despues, perdio todo interes por ellas.
El chico deberia hacer algo de ejercicio como minimo, habia insistido la senora Merrit. Y el profesor habia comprado un laberinto de barras, descubriendo, para su sorpresa, que Paul accedia a trepar por ellas durante media hora de vez en cuando. Sin embargo, Kadar sospechaba que tal acto se debia simplemente a la urgencia de alcanzar una posicion mas elevada desde el punto de vista fisico. ?Acaso el nino buscaba un equivalente a la estatura de los adultos que le rodeaban? ?Constituia aquello la unica fisura en su apatia?
Paul volvio al despacho y se acerco al taburete.
– Ven aqui, hijo -dijo el profesor, tratando de establecer una relacion que siempre fracasaba.
Paul obedecio, docil y silencioso. Kadar miro los rasgados ojos, en busca de alguna muestra de cordialidad. Si, habia lucecitas en el interior, pero no comunicaban nada comprensible para el profesor. Paso una mano por el sedoso cabello del nino, revolviendolo, y Paul se echo hacia atras. Sin alarmarse, pero rechazando el acto. El profesor experimento un repentino deseo de abrazar a su hijo, mas lo reprimio, sin saber exactamente por que. Paul regreso al taburete, trepo a el con sus extranos y desequilibrados movimientos y se sento de manera desmanada, bizqueando de nuevo.
Kadar recordo entonces que Eleanor mostraba a veces un aspecto similar, una expresion de profunda comunion consigo misma. Y ademas… Y ademas, tambien el tio Janos habia tenido el mismo aspecto a menudo. El loco de Janos, que fracasaba en todo cuanto emprendia. Y pensandolo bien, ?acaso Janos no poseia tambien rasgos orientales? Hacia muchisimo tiempo de aquello, en Hungria. Kadar no conseguia recordarlo. Para colmo, Janos habia muerto cuando su sobrino era un nino todavia.
El profesor cogio una hoja de papel en blanco y prosiguio su busqueda del camino que llevaba al paraiso. Cincuenta paginas de la investigacion mas avanzada, un nuevo campo de la matematica. Un lugar junto a Gauss, Abel y Galois…, si encontraba la ruta. Si determinada serie convergia en un numero irracional, el teorema principal, con todas sus implicaciones, seria valido. Pero la confirmacion seguia dandole la espalda. Basta, basta por hoy! Le ardia la cabeza. Seguiria intentandolo con la mente renovada, igual que Poincare y las funciones de variable compleja. En eso radicaba su unica esperanza. No obstante, Kadar sabia que asi no resolveria nada. Solo un enfoque nuevo, revolucionario, echaria abajo el muro de acero.
Kadar salio del despacho tambaleandose un poco, casi como Paul cuando andaba. Se preparo un martini y lo bebio a pequenos sorbos, sintiendo que parte de la tension abandonaba sus musculos. La senora Merrit le preparo un emparedado caliente a toda prisa. La mujer se habia resignado al comportamiento del profesor y preferia no intentar reformarlo.
– Digame -le pregunto Kadar-, ?no ha intentado Paul decir nada todavia? ?Nada en absoluto?
– No -replico la mujer, reflejando en su mirada una inmensa compasion-. Solo emite ruiditos con la garganta. Pero el nino comprende las cosas, estoy segura. Ya sabe que siempre hace lo que se le pide.
– Lo se. Y me parece poco normal. Nunca una travesura. No se rebela jamas. Nada. Un vegetal… Dulce e insipido,. como un melon malogrado.
Y recordo a Eleanor, vital, despierta, animada, una belleza sin trucos ni afectacion, una persona calida y sin sentimentalismos. Ese hijo no habia nacido de Eleanor y el, sino del loco Janos. Una mala pasada tipica de la herencia: genes, ADN y Janos, terminando en Paul Kadar, hijo del hombre al que el
Dejo el emparedado casi sin probarlo y volvio al despacho. «No trabajare -se dijo-. Bueno, quizas eche un vistazo a las ecuaciones. Debo permitir que mi mente se refresque, nada conseguire si continuo aguijoneandola.» En las profundidades de su cerebro sono un debil timbre de alarma. ?Y si el teorema era falso? ?Que pasaria entonces? Cincuenta hojas de garabatos absurdos, una estructura magnifica desprovista de cimientos.
Entro en su despacho y se dirigio a la mesa. La hoja superior yacia alli, burlandose de el… ?Un momento! ?Que significaba aquello? La ultima ecuacion estaba tachada, y sobre ella habia una larga hilera de signos escritos a lapiz. Casi parecian simbolos matematicos, aunque… ?Santo Dios!, si que eran simbolos matematicos, solo que escritos al reves!
Asombrado, invirtio la hoja. Por un instante, los trazos siguieron careciendo de significado. De pronto, sintio que su corazon se contraia como un puno al cerrarlo. Un nuevo proceso integral. Energico, elegante y sorprendentemente original. Disolveria el duro meollo del problema, lo mismo que un rayo que fulmina un roble.