– No importa. Estas en un barco irlandes y, por tanto, las leyes de Fenechus son aplicables tanto aqui como en el territorio de Eireann. Debes regresar a Laigin para hacer tu propia declaracion.

Cian la miraba sin dar credito a sus palabras.

– No puedes hacerme esto, Fidelma.

Su mirada se encontro con los ojos llenos de reproche de Cian.

– Si que puedo -dijo en voz baja-. Dura lex sed lex. La ley es dura, pero es la ley.

– ?Y si yo no estuviera a bordo de este barco? ?Se aplicaria la ley?

Fidelma respondio encogiendose de hombros; se encamino hacia la puerta para salir y, en el umbral, se detuvo.

– Corresponde a Murchad cumplir las obligaciones de la ley. Me temo que el es quien debe juzgar que decidir tanto en lo que respecta a Toca Nia como a ti; quien debe decidir si soltaros o haceros regresar a Eireann para ser juzgados. Yo le recomendare que os lleve a Laigin para que seais juzgados ante un brehon.

– Actue bajo las ordenes del rey supremo -volvio a quejarse Cian.

Sin moverse del umbral, Fidelma dijo:

– Puede que eso no valga como exoneracion. Tienes una responsabilidad moral.

* * *

Mas tarde, cuando Fidelma explico la cuestion a Murchad, el fornido capitan arrugo los labios y emitio un silbido sordo.

– Segun he entendido, ?tengo que llevar a Toca Nia y a Cian de vuelta a Eireann?

– O entregarlos a otro barco para que los lleve -puntualizo Fidelma.

– Entonces esperemos encontrar tal barco en Uxantis -murmuro Murchad.

– Entretanto, capitan, sugeriria que encerrarais a Cian y a Toca Nia en sus respectivos camarotes.

– Asi lo hare, senora. Recemos para que el padre Pol encuentre la forma de ayudarme en este asunto al llegar a Uxantis.

* * *

El Barnacla Cariblanca doblo el cabo de Ponte de Pern a una buena distancia, pues penetraba peligrosamente en un mar con escollos e islotes. Murchad apenas tuvo que advertir de los peligros, pues entre la espuma amarillenta brotaban aqui y alla los penascos de granito, negros y serrados como colmillos picados. Siguiendo la orientacion de Murchad, se adentraron mansamente en la extensa bahia semicircular de Porspaul, singlando hacia el fondeadero situado en un extremo de la ensenada.

– Sera agradable volver a tierra por un rato -comento Fidelma a Murchad.

El capitan senalo a la orilla.

– No hay mas barcos en el puerto. El pueblo principal de la isla y la iglesia de Lampaul se encuentran por encima del pequeno muelle que veis ahi. Pensaba hacer solo un dia de escala para aprovisionarnos de agua y comida. La siguiente etapa del viaje sera la mas larga, segun el viento. Navegaremos casi en linea recta hacia el sur, sin ver tierra.

– Pero hay que tener presente el asunto de Toca Nia -le recordo Fidelma.

Murchad parecia turbado.

– Yo estoy por dejar a Toca Nia y Cian en tierra y que lo resuelvan entre ellos.

– Una solucion muy facil… para nosotros. Pero creo que esa propuesta solo traeria complicaciones -opino Fidelma.

El Barnacla Cariblanca avanzo a bordadas por la franja de tres kilometros de agua en direccion a la parte de la ensenada mas lejana, donde Fidelma diviso un sendero que conducia al pueblo de Lampaul. Algunos lugarenos habian observado su aproximacion, y varios habian bajado al muelle a recibirlos.

El capitan dio una voz para que arriaran la vela mayor primero, y luego el foque. Echaron un ancla a proa, y el barco se balanceo un poco en el fondeadero, sobre aguas en calma por primera vez en varios dias.

– Voy a bajar a tierra -anuncio Murchad a Fidelma-. ?Os gustaria venir conmigo y conocer al padre Pol? No es solo el sacerdote del lugar, sino tambien el jefe (o algo asi) de la isla. Quiza convenga tratar con el la cuestion del hermano Cian y Toca Nia.

Fidelma accedio de buena gana a acompanarlo. Estaban echando al agua el esquife cuando el hermano Tola y los demas peregrinos empezaron a aparecer en cubierta. Tola pregunto de inmediato si podrian desembarcar, y el resto se unio a el en un coro de preguntas y reclamaciones.

Murchad los acallo levantando las manos.

– Antes debo bajar para organizarlo todo. Despues podreis bajar y, quien lo desee, podra pasar la noche en tierra y hacer un poco de ejercicio mientras nosotros cargamos las provisiones para el resto del viaje. Pero antes de organizarlo todo, lo mas aconsejable es que permanezcais a bordo.

Saltaba a la vista que el plan no les satisfacia, sobre todo al ver que Fidelma iba a desembarcar con el capitan.

Fidelma se sento a la popa del bote, y Murchad y Gurvan a los remos. Bogaron hacia el muelle de piedra, a escasa distancia del Barnacla Cariblanca.

Un hombre alto, moreno y de rostro anguloso, con un atuendo y un crucifijo al cuello que delataba su estado, saludo a Murchad en cuanto puso un pie fuera de la embarcacion.

– ?Me alegro de volver a verte, Murchad!

El acento del sacerdote revelaba que la lengua de los hijos de Gael no era su idioma materno.

Tras amarrar el esquife, Gurvan ayudo a Fidelma a bajar.

– Me complace volver a vuestra isla, padre Pol.

Mientras Murchad saludaba al sacerdote, hizo una sena a Fidelma para que se acercara.

– Padre, os presento a Fidelma de Cashel, hermana de nuestro rey, Colgu…

– Soy sor Fidelma -lo interrumpio ella con firmeza y una sonrisa solemne-. No tengo mas titulo que el de hermana.

El padre Pol le dio la mano, escrutando con fugacidad sus rasgos.

– En tal caso, bienvenida seais, hermana. Bienvenida. -Sonrio y se dirigio al oficial de cubierta-. Y tu tambien, granuja: bien venido, Gurvan. Me alegra verte de nuevo.

Gurvan sonrio con verguenza. Al parecer, en la isla conocian bien a la tripulacion del Barnacla Cariblanca al completo por tratarse de un puerto de escala habitual.

– Vayamos a Lampaul y tomemos un refrigerio -prosiguio el sacerdote senalando el sendero con la mano-. ?Traeis algunas nuevas interesantes?

Los tres le siguieron sendero arriba.

– Mas que interesantes, malas, padre. Nuevas del Morvaout.

El padre Pol se detuvo y se volvio de golpe.

– ?El Morvaout? Pero si se ha hecho a la mar esta manana. ?Que noticias me traes?

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