– Se ha estrellado contra los escollos del norte de la isla.

El sacerdote se santiguo.

– ?Ha habido supervivientes? -pregunto.

– Solo tres hombres. Dos marineros y un pasajero que se dirigia a Laigin. Dentro de un rato hare desembarcar a los marineros.

El padre Pol quedo consternado.

– Vaya por Dios. En fin, es a lo que estan destinados quienes navegan por estas aguas. Toda la tripulacion era de tierra firme. Encenderemos unas velas para que sus animas vuelvan a casa -se lamento y, al reparar en el desconcierto de Fidelma, explico-: Somos un pueblo isleno, hermana. Cuando perdemos a alguien en el mar, hacemos una cruz pequena, encendemos una candela y velamos por el toda la noche rezando por el reposo de su alma. Al dia siguiente, la cruz se deposita en el relicario de la iglesia y luego en un mausoleo con las cruces de todos aquellos que han muerto en el mar. Y alli aguardara el regreso a casa del alma perdida en el mar.

Llegaron a la aldea, un tipico poblado de mar, edificado a lo largo de un edificio principal de granito gris, la capilla.

– Esa es mi humilde capilla -les mostro el padre Pol senalando el edificio-. Venid, rezaremos juntos para agradecer que hayais llegado sanos y salvos.

Murchad tosio discretamente y anuncio:

– Nos urge hablar con vos de algo.

El padre Pol sonrio y le puso la mano sobre el brazo.

– Nunca nada es tan urgente que deba anteponerse a una oracion de agradecimiento -recalco con firmeza.

Murchad lanzo una mirada a Fidelma y se encogio de hombros.

Entraron en la capillita y se hincaron de rodillas ante un altar que sorprendio a Fidelma por su opulencia. Creia que la isla era pobre, pero habia objetos de oro y de plata expuestos sobre la mesa de altar, y el mantel que lo cubria era de seda.

– Parece que teneis una comunidad rica, padre -le susurro.

– Pobre de posesiones, rica de corazon -respondio el cura con indulgencia-. Entregan cuanto tienen a la morada de Dios para alabar Su esplendor. Dominus optimo maximo…

Paso desapercibido al padre el mohin de desaprobacion de Fidelma, que condenaba la frivola opulencia cuando otras personas vivian en la pobreza.

El padre Pol inclino la cabeza y entono una oracion en latin, y ellos respondieron diciendo «amen».

Finalmente, los condujo a su hogar, una casita pequena junto a la iglesia, donde les ofrecio sidra en unas copas de loza mientras Murchad le explicaba la disputa de Toca Nia y Cian.

El padre Pol se froto un lado de la nariz con aire pensativo. Al parecer era un tic nervioso.

–  Quidfaciendum? -pregunto cuando Murchad hubo acabado-. ?Que podemos hacer?

– Esperabamos que pudierais sugerirnos alguna solucion -respondio el capitan-. Yo no puedo llevar a Toca Nia y Cian en el barco hasta el reino de los suevos y luego transportarlos de vuelta a Laigin. Seria aconsejable que estos cargos se presentaran ante un juez capacitado en Eireann, pero yo no puedo llevarlos directamente alli, como tampoco puedo permitirme esperar en Uxantis un barco con destino a Laigin.

– ?Y por que deberias hacer lo uno o lo otro?

– Porque -intervino Fidelma con delicadeza- Toca Nia debe hacer presentar sus acusaciones ante los tribunales de Eireann. Creo que Murchad esperaba que vos los retuvierais en un lugar seguro de la isla hasta que arribe un barco rumbo a Eireann.

El padre sopeso un momento la propuesta y luego le quito importancia con un ademan.

– A saber cuando vendra un barco con destino a Eireann. En fin, tampoco podeis obligar a un hermano de la fe a abandonar un peregrinaje para dar cuenta de esas acusaciones, ?no? ?Que sabeis de leyes, hermana?

– Sor Fidelma es abogada de los tribunales -se apresuro a explicar Murchad.

El padre Pol le pregunto con interes:

– ?Sois abogada de la Iglesia?

– Conozco los Penitenciales, pero soy abogada de nuestras antiguas leyes seculares.

El padre Pol no disimulo su decepcion.

– Pero me figuro que la ley eclesiastica tendra precedencia sobre las leyes seculares, ?no? Y en tal caso, ni siquiera sera menester considerar las acusaciones.

Fidelma movio la cabeza y explico:

– En nuestro pais la ley no funciona de ese modo, padre. Toca Nia ha hecho una de las acusaciones mas graves que se contemplan. Y Cian debe responder por ellas.

El padre Pol se tomo tiempo para reflexionar, pero movio la cabeza y respondio:

– Debo decir, como guia de esta comunidad y representante de la Iglesia, que vuestra ley no se aplica en esta isla. No puedo hacer nada. Si el hermano Cian o Toca Nia, o ambos, desean bajar del barco por voluntad propia y quedarse aqui hasta que pase un barco con destino a Eireann, pueden hacerlo con libertad. Pero yo no puedo imponerles nada ni retenerlos a menos que infrinjan las leyes que rigen la vida en esta isla. Vos debeis decidir lo que considereis la mejor solucion.

Murchad estaba descontento a ojos vistas.

– Parece -dijo Fidelma dirigiendose a el- que solo hay una salida. Vuestro barco es vuestro reino, Murchad, que gobernais bajo las leyes del Fenechus. Vuestra responsabilidad es mantener a Cian y a Toca Nia en el y llevarlos a Eireann cuando regreseis.

Murchad empezo a poner objeciones, pero Fidelma levanto una mano para hacerlo callar.

– He dicho que es vuestra responsabilidad, no una obligacion. Sois el arbitro de lo que deba decidirse. Yo solo puedo aconsejaros sobre la perspectiva legal de las circunstancias.

El capitan movio la cabeza con abatimiento.

– Es una decision dificil. ?Que beneficio obtengo yo en todo esto? Cian se negara a pagarme el pasaje de vuelta por viajar coaccionado, y las joyas de Toca Nia no compensaran lo suficiente. Como comprendereis no solo debo pensar en mi bienestar, sino tambien en el de mi tripulacion, pues tienen que comer y ademas familias que alimentar.

– Si las acusaciones de Toca Nia se demuestran, el rey de Laigin debera indemnizaros. Si no, podreis solicitar un mandamiento de embargo a Toca Nia.

Murchad se mostraba reacio a tomar una decision.

– Yo no se si posee dinero o propiedades. Debo reflexionar.

Como si quisiera restar importancia al asunto, el padre Pol dio unas palmadas.

– Y mientras tu reflexionas, amigo Murchad, tus pasajeros ya pueden desembarcar; que descansen de los agobios del mar y se unan a nosotros en la fiesta del gran martir de mi tierra, Justo.

– Sois muy amable, padre Pol -murmuro Murchad, claramente preocupado todavia.

– Yo tambien quisiera daros las gracias, padre -anadio Fidelma-. Es de

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