como si fuera un cabo lanzado al mar. Nego con la cabeza. Fue un gesto lento y desesperado. -?Le diste el mensaje? -le pregunte-. ?Lo leyo?
Su rostro no tenia expresion. Hizo un gesto con la mano derecha, una y otra vez, como si aranara el aire.
– Dio la carta a Abigail -dijo mi madre-, pero no sabe si la ha leido.
– Ve ahora a su casa -dijo la vieja Bruria-. ?Tu, Cleofas, ve! Ve y lleva contigo a tu hijastra. Ve y llama a su puerta. Dile que has ido a darle las noticias.
– Todos los que pasaban han llamado -dijo Santiago-. Jason estaba golpeando la puerta hace un momento, cuando hemos entrado. Ya basta por hoy. Puede que al viejo loco se le ocurra salir a pasear por voluntad propia. El alboroto le tendra despierto toda la noche, en cualquier caso.
– De todos modos, podriamos llamar a su puerta, ?sabes? -insistio Cleofas -. Todos nosotros, bailando y bebiendo, podriamos sencillamente llamar a su puerta, y luego, claro esta, le diriamos que lo sentimos, pero que es… -No termino la frase. A nadie le apetecia hacer una cosa asi.
– Esta noche no es el momento de contarselo a Jason -dijo Santiago-.
Pero podremos ir con el manana, y llamar a la puerta si es necesario hacerlo.
Todos estuvimos de acuerdo. Y sabiamos que su tio, el rabino, sin duda se lo contaria todo.
13
No fuimos a trabajar al dia siguiente. Era una fiesta, una celebracion en accion de gracias al Senor por la decision del gobernador, y quienes tenian ganas de beber lo hicieron, pero la mayoria de la gente iba de casa en casa para hablar sobre el gran acontecimiento, que para algunos era un triunfo del pueblo, para otros la humillacion del gobernador, y para los mas ancianos sencillamente la voluntad de Dios.
Santiago, como no podia quedarse quieto, barrio los establos y el patio dos veces, y yo, incapaz de quedarme quieto si Santiago no se estaba quieto, fui a traer agua y dar de comer a los burros, me dedique a arrancar las malas hierbas del huerto, y volvi pensando que era preferible no decir nada de la cosecha que la sequia estaba echando a perder. Mire el cielo sereno y decidi ir a Cana.
Desde luego, no era un dia para apremiar a Hananel ni para hacer gestiones en favor de nadie. Su amado nieto habia vuelto a casa, y sin duda querria que le dejaran disfrutar de la ocasion y dar las gracias a Dios por ello.
Pero yo no podia esperar. Hiciera lo que hiciera, fuera a donde fuera, no veia otra cosa que a Abigail en su cuarto oscuro. Veia a Abigail tendida en el suelo, y a veces tambien sus ojos apagados.
La poblacion de Cana, mucho mas pequena que Nazaret, parecia tambien llena de celebraciones bulliciosas, y yo pase desapercibido entre corros de hombres que bebian y charlaban, e incluso de familias reunidas para almorzar sobre la hierba reseca y bajo los arboles. El viento no resultaba molesto, y de todas formas la gente parecia haber olvidado la sequia; habian logrado una gran victoria contra algo que temian aun mas.
La casa de Hananel estaba llena de agitacion. Se hacian preparativos para una fiesta. Pasaban hombres cargados con cestos de fruta. Olia a cordero asado.
Cruce la puerta y encontre al viejo esclavo que me habia recibido la vez anterior.
– Escucha -le dije-, no quiero molestar a tu amo en un dia asi, pero tienes que darle un recado de mi parte, te lo ruego.
– Con mucho gusto lo hare, Yeshua. Ven, entra. El amo esta radiante de alegria. Ruben ha vuelto a casa sano y salvo, esta misma manana.
– Di a tu amo solamente que he venido, y que le deseo toda clase de felicidad. Y dile que espero una palabra suya sobre el asunto del que hablamos. ?Lo haras por mi? Diselo, es todo lo que te pido. Recuerdaselo cuando puedas.
Sali de la casa antes de que el esclavo pudiera protestar, y no habia recorrido aun la mitad del camino a Nazaret cuando me encontre a Jason.
Venia a caballo, algo poco habitual, tal vez la montura que habia alquilado para el viaje desde Cesarea. De inmediato desmonto y se acerco a mi.
Y sin mas me dijo:
– Ese hombre esta loco. Como puede hacer algo asi a su propia hija, encerrarla y dejarla morir de hambre. Solo por pensar en una cosa asi merece la muerte.
– Lo se -dije. Y le conte sucintamente que Hananel de Cana habia escrito a los familiares de Abigail de distintos lugares-. Y ahora estamos esperando la respuesta. -?Adonde vas? -me pregunto.
– A casa -dije-. No puedo importunar a ese hombre en el dia del regreso de su nieto. He dejado un mensaje. Es todo lo que podia hacer.
– Bueno, yo me dirijo a comer con ellos -dijo Jason-. El viejo en persona mando a buscarme. Procurare que lo recuerde. Le dire algo si veo que esta cegado por el regreso del nieto.
– Jason, se prudente. Ha enviado cartas en su favor. No llegues como una tormenta a su casa exigiendole nada. Alegrate de que te haya invitado a una fiesta bajo su techo.
Jason asintio y dijo:
– Bien, quiero que me lo cuentes todo, lo que hicieron aquellos bandidos a Abigail. La arrastraron por el suelo boca abajo, segun me ha contado mi tio… -?Que importa ahora? -repuse-. No puedo hacerlo ahora, revivirlo todo.
Sigue tu camino. Ven a verme manana y te contare lo que quieras saber.
A ultima hora de la tarde llegaron a casa Menahim y Shabi, y casi todos los jovenes que se habian ido con ellos. La casa se lleno de discusiones y reproches. Tio Cleofas estaba furioso con sus hijos Jose, Judas y Simon. Ellos aguantaron el chaparron en silencio, pero sus miradas y sonrisas furtivas decian a las claras que se sentian participes de una hazana esplendida.
Santiago habria azotado a Shabi, pero su mujer Mara le detuvo.
Yo desapareci.
Fuera de la casa de Shemayah, Isaac el Menor y Yaqim miraban cenudos la puerta que no se abria. Ana la Muda subia la cuesta desde el mercado con una pequena cesta llena de fruta y pan. Me miro como si no me conociera. Llamo de una forma que era sin duda una senal, y la puerta se abrio. Pude ver la cara severa de la vieja criada antes de que la puerta se cerrara de nuevo de un portazo.
Subi la calle y baje luego la colina hasta el arroyo. Era ahora tan poca el agua que fluia desde los aljibes que el lecho del arroyo estaba gris de polvo, como todo lo demas. El sol arrancaba aqui y alla chispazos subitos de los lugares donde el agua corria aun, profunda, secreta y lenta.
Fui hasta el aljibe, y me lave despacio las manos y la cara.
Luego subi a la arboleda.
Estuve un rato arrodillado y rogue al Senor por Abigail. Me di cuenta de que estaba llorando, y solo poco a poco se me ocurrio que llorar en ese lugar era perfectamente adecuado. Nadie podia verme, a excepcion del Senor. Asi que finalmente llore sin trabas de ninguna clase. «Padre que estas en los Cielos, ?como ha podido ocurrir esto? ?Como es que esa muchacha sufre siendo inocente, y como ha podido mi torpeza empeorar aun mas las cosas?»
Por fin cayo sobre mi el agotamiento, un agotamiento casi dulce porque expulsaba de mi interior la ansiedad, y me deje caer sobre el blando lecho de hojarasca.
Doble el brazo debajo de mi cabeza como almohada y me deje ir sin esfuerzo hacia el sueno.
No fue un sueno profundo. Fue una especie de amable mezcolanza de los suaves sonidos que me rodeaban, el crujido de las hojas recien caidas y el susurro de las que el aire agitaba sobre mi cabeza. Pronto ya no pude oir mi propio corazon. Acariciaban mi olfato dulces fragancias. Medio en suenos me maraville de que, en medio de una terrible sequia como la que padeciamos, cosas minusculas, cosas fragantes, siguieran brotando al sol y a la sombra, y de tenerlas a mi lado. ?Paso una hora? ?O fue mas tiempo?
Senti un hormigueo, el hormigueo del hombre que tiene que ponerse en pie para estar de vuelta en casa antes de que oscurezca. Pero en realidad no llegue a ser consciente de el.
Me di la vuelta. Una pequena coleccion de sonidos me habia despertado, algo que no era habitual en ese