Abigail y su nieto. No dijo nada.

Fue Ruben quien hablo con voz insegura.

– Mi preciosa Abigail -dijo-. He recorrido muchas leguas desde la ultima vez que te vi. He visto muchas maravillas y estudiado en muchas escuelas, y viajado a muchos lugares. Pero siempre he llevado en mi corazon un recuerdo querido, y era tu imagen, Abigail, cuando cantabas con las doncellas en el camino de Jerusalen. Y en mis suenos, oia tu voz.

Se miraron el uno al otro. El rostro de Abigail estaba sereno, y sus ojos, dulces y grandes. Entonces Ruben se ruborizo y tomo torpemente el collar, de modo que la seda en la que reposaba en las manos de Abigail cayo flotando al suelo. El abrio el cierre e hizo un gesto: ?podia ella ponerselo al cuello?

– Si -dijo mi madre. Y tomo el collar de sus manos y cerro el broche en la nuca de Abigail.

Yo me adelante y coloque mis manos sobre los hombros de Ruben y Abigail.

– Habla a este joven, Abigail -dije en voz baja-. Hazle saber lo que guardas en tu corazon.

Las facciones de ella se suavizaron y colorearon, y su voz sono ahogada y llena de emocion.

– Soy feliz, Ruben. -Entonces sus ojos se humedecieron-. He sufrido una desgracia -murmuro.

– Lo se… -?No he sido prudente!

– Abigail -susurre-, ahora eres una novia.

– Mi pequena -dijo Ruben-. ?Quien de nosotros es prudente ante una adversidad tan grande? ?Que es la juventud, y que la inocencia, sino tesoros que perdemos muy pronto ante los embates del mundo? El Senor te ha preservado para mi durante mis anos de loco vagabundeo, y yo solo puedo darle las gracias.

Las mujeres los rodearon, abrazaron y palmearon, y luego apartaron a Ruben y se llevaron a Abigail escaleras arriba.

Mire a Hananel. Me estaba observando con fijeza. Sus ojos revelaban astucia, pero4a mirada era docil y un poco triste.

Parecio que todos los presentes tenian necesidad de moverse, y ofrecieron a nuestros huespedes trasladarse, si asi lo deseaban, a una habitacion seca y limpia que acababan de acondicionar, o insistieron en que bebieran un poco mas de vino, o comieran mas, o pasearan, o hicieran cualquier otra cosa que les apeteciera.

Hananel seguia con su mirada fija en mi. Me indico que me acercara. Yo di unos pasos y me sente a su lado. -?Senor?

– Gracias, Yeshua hijo de Jose -dijo-, por haber venido a mi casa.

16

Finalmente, nuestros huespedes quedaron acostados en sus habitaciones, en nuestras mejores alfombras, que habiamos colocado a guisa de camas sobre un lecho de paja, con los escasos almohadones finos que pudimos reunir y el inevitable brasero, y agua por si necesitaban. Por supuesto, aseguraron que aquello era mucho mas de lo que esperaban, pero sabiamos que no era asi e insistimos en proporcionarles sabanas de seda. Ellos rehusaron y nos dijeron que nos fueramos a acostar. Yo volvi a la habitacion principal, donde dormia casi siempre, y me acoste al lado del brasero.

Jose tomo asiento en silencio como antes y me miro con ojos pensativos; y tio Cleofas se sento frente al fuego y paladeo su tazon de vino a pequenos sorbos, mientras murmuraba algo para si.

Yo sentia una violenta angustia. Me ataco mientras estaba tendido alli, en silencio y en la penumbra, sin hacer caso de las idas y venidas de mis hermanos Jose y Judas. Me ataco mientras era vagamente consciente de que Silas y Levi estaban haciendo los preparativos para acostarse, asi como Cleofas el Menor y su esposa Maria.

Sabia que Abigail estaba a salvo y que en cierto modo sus desgracias habian terminado. Sabia que Hananel y su nieto Ruben serian buenos con ella toda su vida. Lo sabia.

Pero tambien sabia que habia dado a Abigail a otro hombre, que la habia perdido para siempre.

Y ahora me oprimia la cantidad de posibilidades, posibilidades que tal vez yo habia entrevisto en los momentos intimos cuando tendido en la arboleda pensaba en ella, posibilidades desbaratadas por la necesidad y por mi decision. Ahora me llegaban como reproches susurrados que tomaban una forma eterea al pasar ante mis ojos empanados: Abigail mi esposa, Abigail y yo juntos en una casa pequena, Abigail y yo dedicados a trabajos rutinarios en una glorieta con pampanos colgando del emparrado, las fatigas diarias y su piel suave… Apenas puede uno atreverse a imaginar una cosa asi, el roce de los labios, un cuerpo que se aprieta contra el mio en la oscuridad, noche tras noche… Ah, la esencia de lo que habria venido despues, de todo lo que habria podido venir si yo la hubiera tomado por esposa, si hubiera hecho lo que esperaban de mi todos los hombres del pueblo, lo que habian esperado mis hermanos mucho antes que todos los demas hombres, si hubiera hecho lo que la costumbre y la tradicion me exigian. Si hubiera hecho lo que mi propio corazon parecia desear para mi.

No queria dormir. Temia los suenos, queria paz, queria que llegara el dia siguiente para poder caminar, queria que siguiera cayendo la lluvia hasta apagar todos los demas ruidos en aquella habitacion, cada palabra que se pronunciara. ?Y por que a esas horas y despues de tantos acontecimientos seguian hablando?

Levante la vista. Santiago estaba de pie, mirandome cenudo. A su lado estaba Cleofas. Mi madre tiraba de su hermano para llevarselo de alli, y finalmente Santiago lo solto: -?Y como vamos a proporcionar a la novia un vestido adecuado y un velo y un pabellon y todos los acompanantes de los que has hablado con tanta vehemencia, para casarla con un hombre como el nieto de Hananel de Cana? -Se quito las sandalias con rabia-. Dime que escondes detras de esa fanfarronada, dimelo tu que eres el responsable de este desastre, de este verdadero desastre. ?Como puedes pedir para ella un ajuar y unos preparativos que nadie en esta casa ha podido dar ni siquiera a tu hermana?

Se disponia a soltar un torrente de palabras, pero yo me puse en pie.

Mi tio Cleofas hablo en tono amable: -?Por que no podias haberte casado tu con ella, hijo mio? -pregunto suplicante-. ?Quien te obliga a no tomar mujer?.

– Oh, vale demasiado para eso -declaro Santiago-. Quiere superar a Moises, y no casarse; quiere hacerlo mejor que Elias, y no casarse. Vivir como un esenio, pero no con los Esenios porque es demasiado bueno para ellos. Y de haber estado otro hombre con esa chica en la arboleda, ella estaria ahora perdida. Pero todos te conocen y saben que no, que tu jamas la tocarias.

Tomo aliento para soltar otra andanada de palabras, pero yo lo detuve.

– Antes de que te pongas enfermo de rabia -dije-, dejame que le pida una cosa a mi madre: por favor, ve a buscar los regalos que me hicieron cuando naci. Traelos aqui, donde los veamos.

– Hijo mio, ?estas seguro?

– Estoy seguro -conteste con la mirada fija en Santiago. Quiso hablar y le dije-: Espera.

Mi madre salio de la habitacion.

Santiago se me quedo mirando con frio desden, dispuesto a estallar en cualquier momento. Mis hermanos se habian agrupado ahora detras de el. Mis sobrinos miraban tambien, y habian entrado en la habitacion tia Esther y Mara.

Shabi, Isaac y Menahim estaban de pie, apoyados contra la pared.

Yo mire con firmeza a Santiago.

– Estoy cansado de ti, hermano -dije-. En mi corazon, estoy cansado.

Se quedo atonito y estrecho los ojos.

Mi madre volvio. Traia un cofre demasiado pesado para ella, y Mara y Esther la ayudaron a llevarlo hasta el centro de la habitacion y colocarlo en el suelo frente a nosotros.

Durante decadas ese cofre habia estado escondido, incluso despues de nuestro regreso de Egipto. Santiago habia visto aquel cofre. Santiago sabia lo que contenia, pero mis otros hermanos nunca habian puesto sus ojos en el, porque eran hijos de mi tio Cleofas, y habian nacido despues que yo. Ninguno de los mas jovenes lo habia visto nunca. Tal vez los ninos presentes en la habitacion nunca habian oido hablar de el. Puede que Mara y Maria la Menor no supieran de su existencia.

Era un cofre persa, forrado con una lamina de oro y decorado de forma exquisita con espirales de pampanos y granadas. Incluso las asas del cofre eran de oro. Brillaba a la luz, y resplandecia como lo habia hecho el oro del collar de Abigail en su cuello. -?Nada es suficiente para ti!, ?eh, Santiago? -dije conteniendo la voz.

Luchaba por controlar mi ira-. Los angeles que llenaron aquella noche el cielo de Belen, y los pastores que

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