Shemayah volvio a ser visto trabajando; con sus propias manos empuno el arado, cuando hasta entonces habia estado encerrado y se habia negado a dar incluso las ordenes mas sencillas. Le vi una manana cruzar la calle como un viento de tormenta y golpear la puerta de su casa como si estuviera en guerra con su propia vivienda.
Dias. Dias de un frio vigorizante, de movedizas nubes blancas, de tierra verde vibrante a nuestro alrededor. Dias en que la hiedra trepaba de nuevo por las celosias, y dias de planes optimistas y grandes esperanzas. Cleofas el Menor y Maria la Menor pronto tendrian un nino, y asi nos lo anunciaron, aunque por supuesto ya habia visto las senales evidentes de su espera. Y no llegaban nuevas noticias de Judea, salvo que Poncio Pilatos parecia haberse instalado sin mas incidencias que algunos roces de poca importancia con las autoridades del Templo.
Una noche, despues de haber caminado al azar hasta quedarme sin fuerzas, con la cabeza hirviendo, entre en casa mucho despues de la hora de la cena, comi un pedazo de pan y algo de potaje y me eche a dormir. Note que mi madre me tapaba con una manta nueva, que olia a limpio. Ahora teniamos tanta agua que la casa olia siempre a lana recien lavada. Le bese la mano antes de que se fuera. Me sumergi a traves de varias capas de suenos hasta dejarme caer suavemente en la inconsciencia.
De pronto me desperto un llanto. Un llanto estremecedor. El llanto de un hombre que no sabe llorar. El llanto ahogado y desesperado de alguien que no soporta hacer algo asi.
En la habitacion todo estaba tranquilo. Las mujeres cosian al lado del fuego. Mi madre pregunto: -?Que te pasa?
– Oigo llorar -dije-. Alguien llora. -En esta casa no -dijo Santiago.
Aparte la manta. -?Donde esta el contrato de matrimonio de Abigail?
– Como, pues guardado en ese cofre. ?Por que lo preguntas? -dijo Santiago-. ?Que te pasa?
No era el cofre de oro de los regalos de los Magos, sino el modesto cofre donde guardabamos la tinta y los documentos importantes.
Fui al cofre, lo abri y saque el contrato de matrimonio. Lo enrolle muy apretado, lo ate con una tira de cuero y sali de la casa.
Poco antes habia caido una lluvia ligera.
Las calles relucian. Bajo el cielo luminoso, Nazaret parecia un pueblo hecho de plata.
La puerta de la casa de Shemayah estaba abierta y dejaba filtrar una luz tenue.
Me acerque y la empuje.
Le oi llorar. Oi aquel horrible sonido atragantado, amargo, casi como si su dolor lo estuviera estrangulando.
Estaba sentado solo en una habitacion sombria. Las brasas se habian consumido hacia tiempo y apenas si quedaban las cenizas. Solo ardia una lampara en el suelo, una pequena lampara de loza cuyo aceite despedia un perfume suave, el unico lujo de aquel lugar.
Cerre la puerta, me acerque y me sente a su lado. No me miro.
Sabia como empezar aquello, de modo que le dije que lamentaba mucho todo lo que habia pasado, y que mis actos le hubieran hecho sentirse tan desgraciado. Me sincere.
– Lo siento mucho, Shemayah -dije.
Su llanto se redoblo, resonando en aquella habitacion pequena, pero no dijo ni una palabra. Se inclino hacia delante, tembloroso.
– Shemayah, he traido el contrato de matrimonio -le dije-. Todo se ha hecho de forma conveniente y justa, y ella se casara con Ruben de Cana. Esta aqui, Shemayah, esta escrito.
Busco a tientas con la mano izquierda, palpo el pergamino, lo aparto con un gesto suave y se volvio hacia mi sin mirar. Me paso un pesado brazo alrededor del cuello y lloro sobre mi hombro.
18
Paso tal vez una hora antes de que me fuera de alli. Me lleve el contrato de matrimonio y lo deje en el cofre. Nadie se dio cuenta.
En casa, Jason y el rabino estaban de pie, lo mismo que la mayoria de mis hermanos, hablando en tono excitado. -?Donde estabas! -exclamo mi madre, y enseguida me vi rodeado por caras ansiosas. Senti el susurro de un pergamino mientras Jason me palmeaba el hombro.
– Jason, dejame por esta noche, por favor -dije-. Tengo sueno y lo unico que deseo es acostarme. Sea lo que sea, ?no podemos hablar de ello manana?
– Oh, pero tienes que oir esto -dijo mi madre-. Maria la Menor -anadio -, ve a llamar a Abigail.
Empece a preguntar que tenia que oir, que era tan importante para despertar a Abigail y hacerla venir, y ellos me lo dijeron todos a la vez, interrumpiendose unos a otros.
– Cartas -dijo mi madre-. Cartas que tienes que escuchar.
– Cartas -confirmo el rabino-, cartas de Cafarnaum, de tu primo Juan hijo de Zebedeo, y de tu hermana Salome la Menor.
– El mensajero acaba de traerlas -aclaro Jason-. Yo tengo una carta. Mi tio tiene otra. Y han llegado tambien para personas que viven mas arriba en la ladera de la colina y mas abajo por la ladera del otro lado. Escucha, tienes que oir esto. Manana y pasado manana, toda Galilea sabra estas cosas.
Me deje caer en mi rincon habitual.
Jose estaba despierto, sentado muy derecho contra la pared, observando a todos con atencion.
– Este mensaje viene de Jerusalen -dijo Jason-, y la carta que ha recibido mi tio, de Tiberiades.
Abigail, sonolienta y preocupada, entro en la habitacion y se sento al lado de Maria la Menor.
Santiago levanto la carta para que yo la viera.
– De Juan hijo de Zebedeo, nuestro primo -dijo-. Nos la envia a todos nosotros… y a ti.
El rabino se volvio y le pidio a Santiago la carta.
– Por favor, Santiago -dijo-, deja que la lea yo, puesto que el, vuestro joven primo, es quien ha sido testigo de estas cosas.
Santiago se la entrego. Josias paso la lampara a Santiago, que la sostuvo en alto para que el rabino pudiera leer a su luz.
La carta estaba en griego. El rabino leyo rapidamente las frases iniciales de saludo:
– «Esto es lo que deseo haceros saber a ti y a todos vosotros, en especial a mi primo Yeshua bar Yosef, y no descansare hasta que el lo haya escuchado. -Y continuo-: Nuestro pariente Juan hijo de Zacarias ha salido del desierto y llegado al Jordan, y se dirige ahora hacia el norte, al mar de Galilea. Esta bautizando a todos los que vienen a el. Se cubre unicamente con una piel de camello cenida con una correa de cuero, y ha vivido en el desierto sin comer otra cosa que saltamontes y miel silvestre. Ahora dice a todos: 'Soy la voz del que clama en el desierto, preparo el camino del Senor.' Y tambien:
'Arrepentios, porque el Reino de los Cielos esta cerca.' Y todos acuden a el, desde Jerusalen y Jerico y las ciudades situadas al norte y hasta el mar. Y el los bautiza cuando han confesado sus pecados. Y esto es lo que ha dicho Juan a los fariseos que han ido a interrogarle: 'No, no soy el Cristo. No soy el Profeta.
Yo bautizo con agua; pero detras de mi viene quien es mas fuerte que yo, que no merezco desatar la correa de sus sandalias. El os bautizara en el Espiritu Santo y en el fuego. El esta entre vosotros, pero vosotros no lo conoceis.' -El rabino hizo una pausa, y luego prosiguio-. Estas cosas las he visto con mis propios ojos, y os pido, parientes mios, que las hagais saber a Yeshua bar Yosef mientras yo me vuelvo al Jordan. Juan hijo de Zebedeo.»
El rabino bajo el rollo de pergamino y nos miro a mi, a Jose y a Jason.
– Estan yendo alli por centenares -dijo este-. De todas las ciudades rio arriba y rio abajo, de la Ciudad Santa y de mas lejos. Los sacerdotes y los fariseos han corrido a verle.
– Pero ?que significa que bautiza para el perdon de los pecados? -pregunto mi tio Cleofas-. ?Cuando ha hecho alguien una cosa asi? ?Lo hace como sacerdote, como lo haria su padre?
– No -dijo el rabino-. No creo que lo haga como sacerdote.
Devolvio la carta a Santiago.
– Escucha esto -dijo Jason-. Es lo que dijo a los fariseos y saduceos que viajaron desde Jerusalen para