las manos.
– Llenadlas hasta el borde -dije a los criados.
– Mi senor, son muchos litros. Tendremos que cargarlas entre todos para traer el agua desde el pozo.
– Entonces sera mejor que os deis prisa -dije-. Llama a los demas para que os ayuden.
De inmediato cargaron la primera tinaja y se la llevaron por la parte de atras de los comedores, en la oscuridad. Aparecio otro grupo de criados que cargo con la segunda, y otro aun por la tercera, y asi siguieron trabajando con rapidez, de modo que a los pocos minutos las siete tinajas estaban completamente llenas, como al principio.
Hananel lo observaba todo con atencion, pero nadie le miraba a el. La gente pasaba a su lado, le felicitaba, le daba las gracias, le bendecia. Pero no se daban cuenta en realidad de que estaba alli. Muy despacio, volvio a ocupar su lugar en la mesa. Se sento e intervino en la alegre conversacion que sostenian Nathanael y Jason. Pero sus ojos seguian fijos en mi.
– Mi senor, ya esta hecho -anuncio el jefe de los criados, frente a la hilera de las tinajas. Yo senale con un gesto una bandeja vecina con copas, solo una de las muchas que habia dispuestas en las salas.
Oi en mi mente la voz del Tentador en el desierto. «?Esa mania tuya! ?Como, eso no habria sido un problema para Elias!»
Mire al jefe de los criados. Vi la tension y casi la desesperacion en sus ojos.
Vi el miedo en los rostros de los demas.
– Llena ahora esta copa de la tinaja -dije-. Y llevala a Jason, el amigo del novio que esta sentado al lado del amo. ?No es el el maestresala de la fiesta?
– Si, mi senor -respondio el criado en tono cansado. Sumergio el catavino en la tinaja, y dejo escapar un largo suspiro de asombro.
El liquido rojo brillaba a la luz de las velas. Los discipulos vieron como el contenido del catavino era vertido en la copa que sostenia el criado.
Senti en mi piel el mismo frio de la orilla del Jordan, una especie de cosquilleo agradable que desaparecio con la misma rapidez y silencio con que habia venido.
– Llevasela -dije al criado, y senale a Jason.
Mi tio parecia incapaz de reir o hablar. Todos los discipulos retenian el aliento.
El criado se apresuro a entrar en la sala del banquete y rodear la mesa.
Entrego la copa a Jason.
Atendi para que sus palabras me llegaran en medio del bullicio de la fiesta.
– Este vino acaba de llegar -dijo el criado, temblando, casi incapaz de pronunciar las palabras.
Jason bebio un largo trago, sin vacilan -?Mi senor! -dijo a Hananel-. ?Que esplendida idea has tenido! -Se puso en pie y bebio un nuevo sorbo de la copa-. La mayoria de las personas espera a que el primer vino haga efecto, y entonces sirve el de calidad inferior.
Tu has guardado el mejor vino para el final.
Hananel lo miro perplejo. Con una vocecilla neutra, dijo:
– Dame esa copa.
Jason no se dio cuenta de la frialdad de su tono. Quiso reanudar su discusion con Nathanael, pero este miraba fijamente mas alla de la mesa, a las personas agrupadas en el patio junto a las tinajas.
Hananel bebio. Se retrepo en su asiento. Nos miramos el uno al otro, de lejos.
Los criados se acercaban presurosos a las tinajas y llenaban de vino vasos y copas. Una bandeja tras otra circulo en direccion a las mesas del banquete y las alfombras de las tiendas.
Nadie se dio cuenta de que Hananel me miraba, a excepcion de Nathanael.
Este se puso en pie muy despacio y vino hacia nosotros.
Con el rabillo del ojo, vi que mi madre abandonaba su escondite en la puerta de la sala del banquete y desaparecia detras de los tenues velos de gasa.
El joven Juan me beso la mano. Pedro se arrodillo y lo imito. Los demas se apinaron para besarme tambien la mano.
– No, parad -dije-. No debeis hacer eso.
Me volvi y, cruzando el vestibulo, sali al jardin abierto del otro lado de la casa, lejos del bullicio. Camine hasta llegar al extremo mas alejado del huerto tapiado, desde donde alcanzaba a ver las habitaciones de las mujeres, que daban a esa parte. Las arcadas estaban iluminadas por luces oscilantes.
Todos los discipulos estaban agrupados a mi alrededor. Santiago se acerco tambien, y lo mismo hicieron mis hermanos menores.
Cleofas tambien vino a colocarse delante de mi.
Jason, Nathanael y Mateo salieron; Mateo discutia animadamente con el joven Juan y con uno de los criados, un muchacho muy joven que, timido, se quedo atras, inclino la cabeza y se retiro. -?Te digo que no me lo creo! - decia Mateo. -?Como puedes decir que no te lo crees? -insistio el joven Juan-. Yo lo he visto. Les he visto llevar las tinajas al pozo. Les he visto volver con las tinajas llenas. He hablado con ellos. He visto sus caras. Lo he visto. ?Como puedes quedarte ahi plantado y decir que no te lo crees?
– Eso explica que lo creas tu -dijo Jason-, pero no que nosotros tengamos que creerlo. -Se precipito hacia mi, apartando a los otros de su camino-. Yeshua, ?tu aseguras que has hecho esto, que has convertido siete tinajas de agua en vino? -?Como te atreves a hacerle esa pregunta! -salto Pedro-. ?Cuantos testigos hacen falta para que tu creas? Nosotros estabamos alli. Su tio estaba alli. -?Vaya, eso no me lo creo! -exclamo mi hermano Santiago-. Cleofas, ?tu mismo has sido testigo de lo que cuenta, que todo el vino que estan sirviendo ahora era agua antes de que el lo cambiara? ?Pues te digo que no puede ser!
De pronto, todos empezaron a hablar a la vez. Solo Cleofas callaba, y seguia mirandome atentamente.
La noche se desvanecia, y en lo alto lucia el azul intenso del amanecer. Las estrellas, mis preciosas estrellas, aun eran visibles. Y en el interior de la casa seguian los cantos y las danzas. -?Que vas a hacer ahora? -pregunto Cleofas.
Pense un largo instante y luego respondi:
– Continuare, de sorpresa en sorpresa. -?Que estais hablando? -pregunto Santiago.
Empezaron a renir otra vez. Jason hizo gestos vehementes para reclamar silencio.
– Yeshua, te pido que digas a estos bobos credulos que tu no has convertido el agua en vino.
Mi tio empezo a reir. Como siempre le ocurria, la risa empezaba en tono bajo, como un susurro que despues iba ganando en intensidad. Seguia siendo una risa sorda, pero mas oscura y mas plena.
– Diselo -me pidio Santiago-. Nuestro joven primo se esta cubriendo de ridiculo con esa historia, y va a conseguir que ademas todo el mundo se ria de ti. Diles que eso no ha ocurrido.
– Ha ocurrido y todos lo hemos visto -dijo Pedro.
Andres y Santiago hijo de Zebedeo apoyaron con vehemencia su afirmacion.
Entonces mi hermano Santiago se llevo las manos a la cabeza.
– Creo que expulsaste al diablo de esa mujer -dijo Jason-. Creo que puedes rezar para que deje de llover, y la lluvia para. Esas cosas si, creo en esas cosas. Pero esto no, no lo acepto.
Cleofas se me acerco. -?Que vas a hacer? -dijo en voz baja, pero los demas lo oyeron-.
Cuando eras nino, muchas veces me pedias respuestas. ?Lo recuerdas?
– Si.
– Te dije que un dia las respuestas me las darias tu. Y tambien te dije que yo explicaria todas las cosas que sabia.
– Si.
– Bueno, ahora te digo: tu eres el Ungido. Eres Cristo el Senor. Y debes guiarnos a todos.
Pedro, los hijos de Zebedeo y Felipe asintieron, y dijeron que ellos tambien lo creian asi.
– Debes guiarnos ahora, no tienes otra opcion -dijo Cleofas-. Debes ir delante y enfrentarte a cuantos desafien a Israel. Debes tomar las armas, como han predicho los profetas.
– No.
– Yeshua, no puedes eludir eso -dijo Cleofas-. Yo vi y oi en el Jordan. Y he visto el agua convertirse en vino.
– Si, has visto esas cosas -dije-, pero yo no conducire a nuestro pueblo a la batalla.
– Pero mira a tu alrededor -tercio Jason, acalorado-. Los tiempos lo exigen. Poncio Pilatos… bueno, el fue la