has formado las incontables lamparas que decoran la noche.»
La serenidad descendio sobre mi. El dolor habitual de brazos y hombros habia desaparecido. La brisa era fresca, pero llena de sosiego. Algo ascendio en mi interior. Habia pasado mucho tiempo desde la ultima vez que saboree un momento parecido, en que deje que se disolviera por unos instantes la estrecha prision de mi piel. Senti que me movia hacia lo alto y hacia fuera, como si la noche estuviera llena de miriadas de seres y el ritmo de su cancion ahogara los latidos ansiosos de mi corazon. Mi cascara corporal habia desaparecido. Yo estaba en las estrellas. Pero mi alma humana no me dejaba partir. Intente expresarlo en lenguaje humano: «No; tengo que acabar esto», me dije.
Erguido sobre la hierba seca bajo la boveda del Cielo, yo era muy pequeno.
Me senti solitario y cansado. «Senor -dije en voz alta a la suave brisa-, ?cuanto tardara?»
7
Dos linternas ardian en el patio dando una luz alegre. Me senti satisfecho al verlas, satisfecho al ver a mi sobrino Cleofas el Menor y a su padre, Silas, trabajando en serrar una serie de listones. Sabia de lo que se trataba, y que tenia que estar hecho para el dia siguiente.
– Pareceis cansados -dije-. Dejadlo ya, lo hare yo mismo. Serrare la madera.
– No podemos dejar que lo hagas tu -dijo Silas-. ?Por que quieres acabarlo todo tu solo? -Hizo un gesto ominoso en direccion a la casa-. Tiene que estar terminado esta noche.
– Puedo hacerlo esta noche -dije-. Me gusta hacerlo. Quiero estar solo precisamente ahora con algo que hacer. Y Silas, tu mujer te esta esperando en la puerta. Acabo de verla. Ve.
Silas hizo un gesto de asentimiento y marcho colina arriba hacia su casa.
Vivia con su esposa en casa de nuestro primo Levi, que era hermano de su mujer. Pero el hijo de Silas, Cleofas el Menor, vivia con nosotros.
Cleofas el Menor me dio un rapido abrazo y entro en la casa.
Las linternas daban luz suficiente para trabajar, pero las lineas de corte tenian que ser perfectamente rectas. Tome la herramienta que necesitaba y un pedazo de arcilla afilada para senalar las marcas. Tenia que trazar siete lineas.
Jason venia paseando y entro en el patio.
Su sombra cayo sobre mi. Oli a vino.
– Has estado esquivandome, Yeshua -dijo.
– No digas tonterias, amigo. -Sonrei. Segui con mi trabajo-. He estado ocupado con todas las cosas que habia que hacer. No te he visto. ?Donde estabas?
El siguio paseandose mientras hablaba. Su sombra alargada se recortaba sobre las losas del suelo. Llevaba una taza de vino en la mano. Oi como echaba un trago.
– Se donde has estado -dijo-. ?Cuantas veces has subido la colina y te has sentado en el suelo a mi lado para que te leyera algo? ?Cuantas veces te he contado las noticias de Roma y has estado pendiente de todas y cada una de mis palabras?
– Eso era en verano, Jason, cuando los dias son mas largos -dije con suavidad. Trace cuidadosamente una linea recta.
– Yeshua Sin Pecado. ?Sabes por que te llamo asi? Porque todo el mundo te quiere, Yeshua, todo el mundo, y a mi nadie puede quererme.
– No es cierto, Jason, yo te quiero. Tu tio te quiere. Casi todo el mundo te quiere. No es dificil quererte. Pero a veces si es dificil entenderte. -Aparte el liston y coloque el tablon siguiente en posicion. -?Por que el Senor no nos envia la lluvia? -pregunto. -?Por que me lo preguntas a mi? -respondi sin levantar la vista.
– Yeshua, hay muchas cosas que nunca te he dicho, cosas que pense que no valia la pena repetir. -Tal vez era asi.
– No, no estoy hablando de los estupidos chismorreos de este pueblo.
Hablo de otras historias, de historias antiguas.
Suspire y me sente sobre los talones. Mire al frente, mas alla de el, mas alla de su lento paseo a la luz titubeante de las linternas. Llevaba unas sandalias muy bonitas, de factura exquisita y tachonadas con clavos que parecian de oro. Los flecos de su manto me rozaron cuando se volvio, moviendose como un animal inquieto.
– Sabes que he vivido con los Esenios -dijo-. Sabes que queria ser un esenio.
– Si, me lo contaste.
– Sabes que conoci a tu primo Juan hijo de Zacarias cuando vivi con los Esenios -anadio. Bebio otro trago.
Me prepare para trazar otra linea recta.
– Me lo has dicho muchas veces, Jason. ?Has tenido noticias de tus amigos Esenios? Dijiste que me lo dirias, ?recuerdas? Si alguien sabia algo de mi primo Juan.
– Tu primo Juan esta en el desierto, eso es lo que dicen todos, en el desierto, alimentandose de frutos silvestres. Nadie le ha visto este ano. En realidad, nadie le vio tampoco el ano pasado. Un hombre le dijo a otro que habia hablado con un tercero que tal vez habia visto a tu primo Juan.
Empece a dibujar la linea.
– Pero sabes, Yeshua, nunca te he contado todo lo que me dijo tu primo cuando estuve viviendo con la comunidad.
– Jason, tienes demasiadas cosas en la cabeza. Me cuesta imaginar que puede tener que ver mi primo Juan con ellas, si es que tiene algo que ver.
La linea no me salia recta. Cogi un trapo, lo anude y frote con el los trazos.
Tal vez habia apretado demasiado, porque costaba borrarla.
– Oh, si, tu primo Juan tiene mucho que ver con esto -dijo, y se detuvo frente a mi.
– Ponte un poco a la izquierda, me tapas la luz.
Levanto el brazo, saco la linterna de su gancho y me la coloco delante de los ojos.
Me sente de nuevo, sin mirarlo. La luz me molestaba ahora.
– De acuerdo, Jason, ?que quieres contarme sobre mi primo Juan?
– Tengo dotes para la poesia, ?no crees? -Sin duda.
Frote el trazo con suavidad y poco a poco fue desapareciendo de la madera, que adquirio un ligero brillo.
– Eso es lo que ha hecho que me fije en ti -dijo-, las palabras que Juan me recitaba, las letanias que se sabia de memoria… sobre ti. Habia aprendido esas letanias de labios de su madre, y las declamaba todos los dias despues de recitar la Shema junto a todo Israel; pero esas letanias eran su oracion privada. ?Sabes lo que decian?
Pense un momento.
– No se si lo se -dije.
– Muy bien, entonces dejame que te las recite. -Pareces decidido a hacerlo.
Se agacho. Que aspecto el suyo, con su hermoso cabello negro bien perfumado con oleos y sus grandes ojos serios.
– Antes de que Juan naciera, tu madre fue a visitar a la suya. Por entonces vivia cerca de Betania y su marido, Zacarias, aun vivia. Cuando lo mataron, Juan ya habia nacido.
– Si, eso cuentan -dije.
Volvi a intentar trazar la linea, y esta vez lo hice de forma correcta, sin desviarme. Hice una incision en la madera con el filo cortante del pedazo de arcilla.
– Tu madre conto a la madre de Juan que un angel se le habia aparecido -dijo Jason, inclinandose sobre mi.
– Todo el mundo en Nazaret conoce esa historia, Jason -dije, y segui marcando la linea,
– No, pero tu madre, tu madre, de pie en el atrio, con sus brazos en torno a la madre de Juan, tu madre, tu silenciosa madre que apenas habla nunca, en ese momento entono un himno. Miraba mas alla de las colinas donde fue enterrado el profeta Samuel, y compuso su himno con las antiguas palabras de Ana.
Me interrumpi y levante despacio los ojos hacia el.