quieres que os dejemos solos? -lo dijo de un modo amable, pero algo la preocupaba.
– Tu vete -le dijo Cleofas. Parecia ebrio pero no lo estaba. Habia bebido menos vino que nadie-.Jesus, acercate para que pueda hablarte al oido.
Mi madre se nego a irse.
– No lo tientes -le dijo.
– ?A que viene eso? -repuso Cleofas-. ?Crees que he venido a la Ciudad Santa para tentar a mi sobrino? -Y me acerco tirando de mi brazo. Sus dedos quemaban-. Voy a decirte algo -empezo susurrandome-. Que no se te olvide. Llevalo en tu corazon junto con la Ley de Moises, ?me oyes? Cuando ella me conto que habia venido el angel, yo la crei. ?Se le habia aparecido un angel!
El angel, si, el angel que habia bajado a Nazaret. Se le habia aparecido a mi madre. Era lo que Cleofas habia dicho en el barco. Pero ?que significaba?
Mi madre lo miro fijamente. La cara de Cleofas estaba humeda y sus ojos desorbitados. Tenia fiebre.
– La crei -repitio-. Soy su hermano, ?no? Ella tenia trece anos y estaba prometida a Jose, y te aseguro que en ningun momento se alejo de la casa, nadie pudo haber estado con ella sin que lo vieramos, ya sabes a que me refiero, hablo de un hombre. No habia ninguna posibilidad, y yo soy su hermano. Recuerda mis palabras. Yo la crei. -Se reclino en la pila de ropa que habia a su espalda-. Era una nina virgen, una muchacha al servicio del Templo de Jerusalen para tejer el gran velo con las otras elegidas, y luego en casa vigilada por nosotros.
Se estremecio. Miro a mi madre largamente. Ella aparto la vista y se alejo, pero no demasiado. Se quedo de espaldas a nosotros, cerca de nuestra prima Isabel que nos estaba observando. No supe si ella habia oido algo.
Me quede quieto y mire a Cleofas. Su pecho subia y bajaba con cada estertor, y volvio a estremecerse. Mi mente iba reuniendo todos los datos a fin de sacar algun sentido a lo que acababa de decir. Era la mente de un nino que habia crecido durmiendo en la misma habitacion con hombres y mujeres, a la que daban otras habitaciones, y que tambien habia dormido en el patio al aire libre con los hombres y las mujeres en plena canicula, viviendo siempre cerca de ellos y ellas, oyendo y viendo muchas cosas. No cesaba de pensar, pero no conseguia entender lo que Cleofas me habia dicho.
– Recuerda lo que acabo de decirte. ?Yo la crei! -insistio.
– Pero no estas del todo seguro, ?verdad? -pregunte en voz baja.
Abrio desmesuradamente los ojos y su expresion cambio, como si acabara de despertar de la fiebre.
– Y Jose tampoco lo esta, ?verdad? -anadi-. Y por eso nunca yace con ella.
Mis palabras se habian adelantado a mis pensamientos. Lo que dije me sorprendio a mi tanto como a el. Note un subito escalofrio y un escozor por todo el cuerpo. Pero no intente retractarme de mis palabras.
Cleofas se incorporo un poco, su cara pegada casi a la mia.
– Es justo lo contrario -resollo-. Nunca la toca porque si la cree. ?No lo entiendes? ?Como podria tocarla despues de aquello? -Empezo a reir de aquella manera solapada-. ?Y tu? ?Tienes que crecer antes de cumplir las profecias? Si, sin duda. ?Y tienes que ser nino antes de llegar a hombre? Por supuesto. -Su mirada cambio como si hubiera dejado de ver cosas delante de el. Jadeo de nuevo-. Asi ocurrio con el rey David. Una vez ungido, volvio a ser pastor de sus rebanos, ?recuerdas? Hasta que Saul mando llamarlo. ?Hasta que el buen Dios decidio llamarlo! ?Eso es lo que confunde a todos! ?Que tu tengas que crecer como cualquier nino! Y la mitad del tiempo no saben que hacer contigo. Y si, ?claro que estoy seguro! ?Siempre lo he estado!
Volvio a tumbarse, fatigado, incapaz de continuar, pero no dejo de mirarme. Sonrio, y volvi a oir su risa.
– ?Por que ries tanto? -le pregunte.
– Es que todavia me divierte -respondio-. Si, me divierte. ?Vi yo al angel?
Claro que no. Quiza si lo hubiera visto no me reiria, o puede que riera todavia mas. Mi risa es mi manera de hablar, ?entiendes? Recuerdalo. Ah, escucha a la gente en las calles. Claman justicia. Venganza. ?Has oido? Herodes hizo tal cosa y tal otra. ?Han apedreado a los soldados de Arquelao! ?Que me importa a mi ahora? ?Yo lo que quisiera es poder respirar media hora sin que me dolieran los pulmones!
Levanto una mano para tocarme la nuca, y yo me agache y bese su humeda mejilla.
«Haz que pase este dolor.»
El trago aire y enseguida parecio quedarse dormido; su pecho subia y bajaba normalmente, sin sacudidas. Le apoye una mano y note su corazon.
«Vigor para estos momentos. ?Que dano puede hacer eso?»
Cuando me aparte, tuve ganas de ir hasta el borde del tejado y llorar. ?Que acababa de hacer? Tal vez nada. No, pero no creia que fuese nada. Y lo que el me habia dicho, ?que significado tenia? ?Como debia entender estas cosas?
Queria obtener respuestas, si, pero aquellas palabras solo me planteaban nuevas preguntas y me dolia la cabeza. Estaba asustado.
Me sente recostado contra el murete. Ahora apenas si podia ver mas alla.
Con todas las familias apinadas a escasa distancia, con tanta gente de espaldas a mi y tanta conversacion y tantas nanas cantadas a los ninos pequenos, mi presencia pasaba practicamente inadvertida.
Era ya de noche y habia teas encendidas por toda la ciudad, fuertes gritos de alegria, mucha musica. Aun se veian fogatas, tal vez para cocinar, tal vez para mitigar el fresco. Yo tenia un poco de frio. Pense asomarme y contemplar lo que estaba pasando abajo, pero luego desisti. En el fondo me daba igual.
Un angel habia visitado a mi madre, un angel. Yo no era hijo de Jose.
Mi tia Maria me pillo desprevenido. Se agacho delante de mi y me obligo a mirarla a la cara. Tenia el rostro anegado en lagrimas y su voz sono gruesa cuando pregunto con vehemencia:
– ?Puedes curarlo?
Me quede tan sorprendido que no supe que decir.
Mi madre se acerco e intento apartarla de mi. Se quedaron alli de pie, rozando mi cara con sus ropas. Hablaban en susurros pero enfadadas.
– ?No puedes pedirle eso! -Dijo mi madre-. ?Es un nino y tu lo sabes!
Tia Maria sollozo. ?Que podia decirle yo a mi tia?
– ?No lo se! -exclame-. ?No lo se!
Entonces si me eche a llorar. Levante las rodillas y me encogi todavia mas.
Luego me enjugue las lagrimas.
Las lagrimas desaparecieron.
Las familias ya se habian instalado para pasar la noche y los pequenos dormian. En la calle, un hombre tocaba el caramillo y otro cantaba. El sonido se oyo claramente unos segundos para luego perderse en el rumor general.
La niebla me impedia ver las estrellas, pero la vision de las antorchas que parecian oscilar por las colinas de la ciudad y, sobre todo, el Templo, imponente como una montana iluminada, borraron de mi mente cualesquiera otros pensamientos.
Me sobrevino una sensacion de paz y me dije que en el Templo rezaria para comprender no solo lo que me habia dicho mi tio, sino tambien todo lo que habia oido.
Mi madre regreso a mi lado.
Apenas si habia sitio junto al murete para los dos. Se arrodillo y apoyo el peso en sus talones. La luz de las antorchas alumbro su cara cuando dirigio la vista al Templo.
– Escuchame -dijo.
– Te escucho -respondi. Lo hice en griego, sin pensar.
– Aun es pronto para lo que voy a decirte -susurro tambien en griego-.
Pensaba hacerlo cuando fueses mas mayor.
La oi pese al ruido de las calles y el rumor de las conversaciones en el tejado.
– Pero ya no puede postergarse mas -anadio-. Mi hermano lo ha precipitado. Ojala el hubiera sabido sufrir en silencio, pero no ha sido asi. De modo que te lo contare. Tu escucha y no me hagas preguntas. Por lo que respecta a esto, haz como dijo Jose. Ahora escucha.
– Te escucho -repeti.
– Tu no eres hijo de un angel.
Asenti con la cabeza. Me miro y la luz de las antorchas brillo en sus ojos.
Guarde silencio.