Los nuestros siguieron rezando. El moribundo, si lo oyo o se entero, no parecio darse cuenta.

No nos veia. No sabia nada del soldado. La sangre que manaba de su boca se extendia por el suelo.

Mi madre gritaba espantosamente.

La gente que habia derribado al soldado se puso de pie y echo a correr en todas direcciones. Mas personas se levantaron y los imitaron. Mas alla, otros seguian rezando de rodillas.

El cuerpo del soldado quedo cubierto de sangre.

El moribundo intento alargar la mano hacia nosotros, pero su brazo cayo inerte, y exhalo el ultimo aliento.

Paso gente corriendo entre nosotros y el cadaver. Oi otra vez las ovejas.

Note que mi madre resbalaba e intente agarrarla, pero ella cayo al suelo con los ojos cerrados.

De nuevo volaban piedras. Al parecer, nadie habia entrado en el Templo sin llevar piedras encima. Algunas piedras nos impactaban en cabezas y hombros.

Cuando Jose levanto los brazos para rezar, yo me escabulli de su lado y me hinque de rodillas.

La multitud se dispersaba. Habia cuerpos tirados por todas partes. Y alla donde mirara veia hombres peleando y muriendo.

Sobre los hermosos porches, hombres que parecian diminutos y negros contra el cielo azul peleaban tambien, soldados esgrimiendo sus espadas contra quienes trataban de pegarles con palos.

Vi a lo lejos, donde ya no habia multitud, a otro hombre que atacaba a un soldado, embistiendo contra la lanza que el otro le estaba clavando. Las mujeres lloraban y corrian hacia los caidos. No les importaba nada mas. Solo lloraban y gritaban, aullando como perros. Los soldados no les hacian dano.

Pero nadie acudio junto a nuestro muerto, el hombre que yacia ensangrentado y mirando sin ver. El estaba solo.

Pronto hubo soldados por todas partes, tantos que no habria podido contarlos. Llegaron a pie, avanzando entre las familias que permanecian arrodilladas y fueron cercandonos por la derecha y la izquierda.

Ya nadie peleaba.

– ?Reza! -me ordeno Jose, interrumpiendo un instante sus propias oraciones.

Obedeci. Levante los brazos y rece.

– Pero las almas de los justos estan en manos del Senor y ningun tormento puede lastimarlas.

Aparecieron mas soldados a caballo. Alzaron sus voces, hablando en griego. Al principio no distingui lo que decian, pero entonces uno de ellos se aproximo a pie tirando de la brida de su caballo.

– ?Marchaos, idos a vuestras casas! -nos ordeno-. Salid de Jerusalen, por orden del rey.

6

La quietud no era tal. Estaba cargada de llanto y sollozos y del sonido de los caballos y los soldados gritandonos que nos marcharamos.

Habia muertos abandonados sobre los soportales. Yo pude verlos. Y nuestro muerto tambien seguia solo. Las ovejas campaban por todas partes, ovejas sin macula que habrian sido sacrificadas en la Pascua. Algunos hombres corrian tras ellas, asi como tras los bueyes que seguian mugiendo, y esos mugidos eran sin duda el sonido mas espantoso.

Nos pusimos de pie, porque Jose asi lo hizo. Cleofas temblaba como una vara y reia por lo bajo, sin que ningun soldado lo oyera.

Tia Salome y tia Esther sostenian a mi madre por los brazos. Ella parecia desfallecer y gemia. Jose consiguio llegar a su lado, pero los pequenos seguian en el suelo. Yo sujetaba a la pequena Salome.

– Mama, tenemos que irnos -le dije-. Mama, despierta. Nos marchamos.

Ella se esforzaba por recuperarse, pero hubo que empujarla para que caminara. Tio Alfeo estuvo un rato con Silas y Le vi, que le hacian preguntas en voz baja. Ambos habian cumplido ya los catorce anos y, probablemente, no tenian del incidente la misma vision que nosotros los pequenos.

Toda la gente avanzo hacia la salida.

Cleofas fue el unico de nosotros que hizo como la mujer de Lot, darse la vuelta.

– Mirad alli -dijo a nadie en particular-. ?Veis a los sacerdotes? -Senalo hacia lo alto del muro del patio interior-. Han sido lo bastante listos como para ponerse a salvo, ?no? Quiza sabian que los soldados iban a atacarnos.

Los vimos por primera vez: unos hombres congregados alla arriba, desde donde seguramente habian observado todo lo que pasaba. Costaba distinguirlos, tan alto estaban, pero me parecio que llevaban sus mejores ropajes y tocados, aunque quiza no era asi. ?Que habian pensado al ver todo aquello? ?Y quien vendria a recoger nuestro muerto solitario? ?Como limpiarian toda aquella sangre que habia profanado el Templo?

Pero no hubo mucho tiempo para mirar. Ahora solo queria salir de alli.

Todavia no estaba asustado y mis ojos lo registraban todo. El miedo vendria despues.

Los soldados se acercaron por detras gritando ordenes. Hablaron primero en griego y luego en arameo. Eran los mismos que habian matado a toda esa gente. Nos movimos lo mas rapido que pudimos.

Un soldado anuncio a gritos que ese ano no habria celebracion de la Pascua.

– ?La fiesta ha terminado, no hay Pascua! ?No hay Pascua! Idos a vuestras casas.

– ?No hay Pascua! -repitio Cleofas por lo bajo, riendo socarron-. ?Como si ellos pudieran decidirlo! ?Mientras haya un judio con vida en el mundo, habra Pascua cuando toca Pascua!

– Calla -dijo Jose-. Procura no mirarlos. ?Que pretendes? ?Quieres que mezclen la sangre de mas judios y galileos? ?No los provoques!

– Esto es abominable -dijo Alfeo-. Debemos salir de la ciudad cuanto antes.

– Pero ?esta bien marcharse precisamente ahora? -pregunto mi primo Silas. Tio Alfeo lo hizo callar con un gesto y un grunido.

Mi tio Simon, siempre reservado, no dijo nada.

Al enfilar el tunel, la gente empezo a apresurar el paso. Jose me alzo. Los otros hombres hacian lo mismo con sus pequenos. Cleofas lo intento con Simeon, su hijo mas pequeno, que lloraba para que lo auparan, pero tuvo otro acceso de tos, de modo que las mujeres se hicieron cargo del nino. Mi madre lo aupo en brazos. Era una buena senal. Tenia al nino en brazos, todo iria bien para los dos.

Me costaba ver en aquella penumbra, pero ahora no importaba. La pequena Salome no dejaba de sollozar, pese a los intentos de tia Maria por consolarla.

Yo no podia hacer nada, pues iba bastante separado de ella.

– ?No hay Pascua! -dijo Cleofas, y tuvo otro acceso de tos-. ?Este rey que no espera a que el Cesar lo ratifique en el trono acaba de suprimir la Pascua!

Este rey, que tiene ya las manos tan manchadas de sangre como su padre, que se pone a la altura de su padre…

– Callate ya -le advirtio Alfeo-. Si te oyen, se lanzaran contra nosotros.

– Si, ?ya cuantos inocentes han matado ahi dentro? -repuso Cleofas.

Jose alzo la voz como habia hecho en Alejandria.

– ?No diras una palabra mas sobre esto hasta que hayamos salido de Jerusalen! ?Entendido?

Cleofas no replico, pero tampoco volvio a abrir la boca. Ni el ni nadie.

Salimos a la luz y nos encontramos con que todo estaba tomado por soldados que vociferaban ordenes como si nos maldijeran. Habia muertos en las calles; parecia que estuvieran durmiendo. Las mujeres rompieron a llorar al ver tantos cadaveres, porque teniamos que pasar junto a ellos o por encima de ellos, y algunas personas lloraban de rodillas mientras otras pedian limosna.

Nuestros hombres empezaron a sacar monedas, como hacian otros.

Algunos eran demasiado desdichados para que les importara algo asi, o no lo necesitaban.

Por todas partes, incluso con las prisas, la gente lloraba. Tambien nuestras mujeres, y mi tia Maria se lamentaba entre sollozos de que esta era su primera peregrinacion, que estando en Egipto siempre habia deseado venir aqui, y que macabro espectaculo habia tenido que presenciar.

Al llegar a la sinagoga, el miedo se respiraba en el aire. Jose nos congrego en el patio mientras esperabamos

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