limpido y agradable.

Tambien se oian gritos y sonidos de caballos, no sus cascos, sino los relinchos que daban al ser sofrenados bruscamente por las riendas.

Pero, por ahora, estaba absorto en mirar las relucientes paredes que circundaban los dos grandes patios. Yo era demasiado pequeno para que me llevaran al patio de los hombres y hoy me quedaria con las mujeres. Pero podria ver como rociaban a los hombres con el primer rito de purificacion de la Pascua.

Todo ello era para mi asombroso, y lo asombroso de estar alli dentro superaba mi capacidad de expresarlo. Sabia muy bien que alrededor de mi habia personas de todas partes del Imperio, y era tan maravilloso como nosotros esperabamos que fuera. Cleofas habia logrado llegar con vida, habia vivido para ser purificado y comer el banquete pascual con nosotros. Tal vez tambien lograria llegar con vida a casa.

Era nuestro templo y era el templo de Dios, y era magnifico haber entrado aqui y estar tan cerca de la presencia de Dios.

Habia muchos hombres corriendo por encima de los porches y tambien sobre otros tejados, pero se los veia pequenisimos, como he dicho, y no podia oirlos pese a que adivinaba, por como agitaban los brazos, que estaban gritando.

De subito nos vimos zarandeados por el gentio. Crei que Jose se caeria pero no fue asi. Entonces una gran exclamacion surgio de la muchedumbre. La gente empezo a gritar, en especial las mujeres, y los ninos estaban muy excitados. Quedamos tan apretujados que Jose no podia moverse conmigo encima.

Por primera vez vi alla al fondo muchos soldados a caballo que se dirigian hacia nosotros entre la multitud. Fuimos barridos hacia atras como si la muchedumbre fuera agua, y luego hacia delante, y mi madre y tia Maria gritaban y la pequena Salome tambien, mientras trataba de agarrarse a mi, pero estabamos demasiado distanciados como para que yo alcanzara su mano.

Casi todos los que teniamos alrededor gritaban en arameo, pero muchos otros lo hacian en griego.

– ?Salid, salid! -gritaban los hombres. Pero no habia forma de moverse.

De pronto oi los balidos de las ovejas, como si alguien estuviese ahuyentando los animales. Enseguida me llego el mugir de vacas y bueyes, un sonido espantoso.

Los soldados estaban cada vez mas cerca, y venian con las lanzas en alto.

No habia donde refugiarse.

Entonces, como salidas de la nada, empezaron a volar piedras.

Todo el mundo gritaba. Un soldado fue alcanzado por una lluvia de piedras antes de caer de su montura y quedar sumergido entre la muchedumbre. Un hombre vestido con un manto se subio al caballo y empezo a pelear con un soldado que le clavo su espada dos veces en el vientre; la sangre broto a borbotones.

Tuve la sensacion de que me quedaba sin respiracion, igual que cuando Eleazar me habia pateado. Abri la boca todo lo posible y ni siquiera asi entraba el aire. Jose intento bajarme de sus hombros, mas la aglomeracion de gente se lo impidio, y ademas yo no queria bajar. Todo aquello era terrible, pero queria verlo.

La gente entono oraciones, ya no los alegres salmos de antes sino plegarias pidiendo ayuda, pidiendo ser rescatados. Algunos caian al suelo. Lo mismo ocurria por doquier en el recinto. Retrocedimos de nuevo como una ola al retirarse.

Jose estiro el brazo y con ayuda de otras manos consiguio izarme sobre su cabeza y bajarme al suelo, llevandome en volandas mientras se abria paso entre la gente que gritaba y forcejeaba.

Pero cuando mis pies pisaron el marmol no pude moverme. Incluso mi tunica habia quedado atascada entre las de quienes me rodeaban apretadamente.

– ?Salome! -grite-. ?Pequena Salome! ?Donde estas?

– ?Yeshua! -Llamo ella en arameo-. Agarrame.

Vi su cabeza a unos pasos de mi, como si estuviera nadando entre un mar de cuerpos agitados. Tire de ella y la puse conmigo delante de Jose, y entonces crei oir la risa de Cleofas. Estaba delante de mi y se reia con su carcajada de siempre.

La multitud se movio hacia un lado y luego al frente, y todos nos caimos.

Unas manos tiraron de mi y yo logre agarrar a la pequena Salome por la cabeza.

– ?Poneos de rodillas y quedaos quietos! -ordeno Jose. ?Que podiamos hacer para salir de ese tumulto? Obedecimos.

Mi madre exclamo:

– ?Mi hijo, mi hijo!

Jose y Cleofas alzaron sus manos y rezaron al Senor. Sujete a Salome con una mano y levante la otra.

– ?Oh, Senor, tu eres mi refugio! -entono Jose. Cleofas rezo otra oracion.

– Tiendo mis manos hacia ti, Oh, Senor -dijo mi madre.

– ?Oh, Senor, rescatame! -exclamo la pequena Salome.

Todo el mundo clamaba al Senor.

– ?Que los malvados caigan en su propia trampa! -exclamo Santiago muy cerca de mi.

– Librame, Senor, de todo el mal que me rodea -ore, pero no pude oir mi propia voz. Los rezos iban en aumento, y tal era el murmullo que casi superaba las exclamaciones y gritos que salian de la refriega.

Los mugidos de los bueyes eran horribles, y los chillidos de las mujeres me hacian dano.

Levante entonces los ojos y vi que alrededor de nosotros todo el mundo estaba de rodillas. Zebedeo se puso en pie para implorar al Senor y luego inclino la cabeza, y solo fue uno de los muchos que lo hicieron.

Al mismo tiempo habia gente que avanzaba como vadeando aquel mar de cuerpos, pisoteandonos y empujandonos en su intento de huir. Por un momento quede aplastado contra el marmol del suelo, al lado de la pequena Salome, pero sin dejar de protegerle la cabeza con mi brazo.

De pronto senti una salvaje determinacion y pugne por levantarme. A empujones, consegui situarme junto a Jose y me puse de pie como si me dispusiera a correr.

Vi la gran plaza. Mas alla, la gente corria en todas direcciones, las ovejas huian despavoridas mientras los soldados a caballo pisoteaban a todo el que encontraban a su paso, y las personas, incluso las que estaban de rodillas, se levantaron y la emprendieron a pedradas contra los soldados.

Habia grupos de gente que parecian muertos amontonados.

Se elevaron salmos al cielo.

– Huyo hacia ti, Oh, Senor, para que me escondas… Clame a ti, Oh, Senor…

Soldados a caballo perseguian a la gente, hombres y mujeres que ahora corrian hacia nosotros.

– ?Jose, mira! -Exclamo mi madre-. Agarralo, haz que se eche en el suelo.

Yo me zafe de las manos que pretendieron sujetarme.

La gente corrio en desbandada sobre los que estaban arrodillados, paso sobre ellos como si fueran rocas en la costa. Los que rezaban gimieron, y al ver que un jinete venia hacia nosotros, los cuerpos se separaron a ambos lados.

Alguien me tiro al suelo empujandome por la nuca y la espalda. Oi el resoplido del caballo y el repiqueteo de los cascos. Di con la cabeza en las piedras del suelo y por el rabillo del ojo vi las patas del caballo casi encima de mi. Cuando el animal se empino, del monton de gente apinada se levanto un hombre, saco una piedra de entre la tunica y se la arrojo al soldado.

– ?Solo el Senor tiene derecho a gobernarnos! -grito en griego-. ?Lleva este mensaje a Herodes! ?Y al Cesar tambien!

Entonces saco otra piedra y el soldado le clavo su lanza en el pecho, traspasandolo por completo. El hombre solto la piedra y cayo hacia atras con los ojos desorbitados.

Mi madre sollozo y la pequena Salome se puso a gritar:

– ?No mires, no mires!

Pero ?podia yo apartar la vista de ese hombre en sus ultimos momentos? ?Iba a dar la espalda a su muerte?

El soldado levanto su lanza, izando horriblemente a aquel desdichado con ella. De su boca manaba sangre. A continuacion agito el cuerpo como si fuese un saco hasta que logro recuperar su lanza y la victima cayo a tierra. Rodo sobre su costado izquierdo y sus ojos miraron hacia nosotros, directamente a mi.

Ya no pude ver el caballo, solo oi el terrible sonido que produjo al encabritarse. El soldado fue atacado desde todos los flancos por la gente y lo descabalgaron violentamente. Su cuerpo se perdio entre un monton de personas que se cebaban en el a golpes.

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