Cuando llegaron los jinetes, nos apartamos hacia los lados. Las mujeres gritaron. La pequena Salome iba dormida en el burro con Cleofas, que daba cabezadas y hablaba y reia; parecian dos bultos mas.

Prorrumpi en sollozos sin poder evitarlo. Los jinetes nos adelantaban, eran muchos y cabalgaban rapido, y atras quedaba Jerusalen.

– Volveremos el ano que viene -me dijo Jose-. Y el siguiente. Ahora estamos en casa.

– Y el ano que viene quiza ya no estara Arquelao -murmuro Cleofas sin abrir los ojos, pero Santiago y yo lo oimos-. ?El rey de los judios! -se mofo-. ?El rey de los judios!

7

Un sueno. «Despierta.» Yo estaba sollozando. El hombre caia, traspasado por la lanza. Caia de nuevo, la lanza atravesandole el pecho. «Despierta», decian mas voces. Algo humedo en mi cara. Sollozos. Abri los ojos. ?Donde estabamos?

– Despierta -dijo mi madre.

Me hallaba en medio de las mujeres, y el fuego era la unica luz, aparte de otra cosa que iluminaba el cielo.

– Estabas sonando -dijo mi madre. Me abrazo.

Santiago paso corriendo por nuestro lado. La pequena Salome me llamaba a voces.

– ?Jesus, despierta! -llamo mi primo Juan, que no habia pronunciado palabra hasta ahora. ?Que sitio era este, una cueva? No. Era la casa de mis parientes, la casa donde vivian Juan y su madre. Jose me llevaba en brazos cuando llegamos alli.

Las mujeres me enjugaban la cara. «Estas sonando.» Tosia de tanto llorar.

Tenia mucho miedo, nunca iba a estar tan asustado como en ese momento. Me aferre a mi madre y pegue la cara a la suya.

– Es el palacio real -grito alguien-. ?Le han prendido fuego!

Oi un fuerte ruido, rumor de caballos. Cayo la oscuridad. Y entonces la luz roja jugueteo en el techo.

Mi prima Isabel rezaba en voz baja y uno de los hombres dijo que los ninos se apartaran de la puerta.

– ?Apagad las lamparas! -ordeno Jose.

De nuevo el ruido, ruido de caballos pasando al galope, y gritos en el exterior.

Yo no queria saber de que hablaban, todos los ninos gritando y chillando, y los rezos de Isabel de fondo. El miedo me engullo, pero incluso con los ojos cerrados pude ver los destellos rojos de luz. Mi madre me beso en la coronilla.

– Jerico esta ardiendo -dijo Santiago-. El palacio de Herodes esta en llamas. Se esta quemando todo.

– Lo reconstruiran -respondio Jose-. No es la primera vez que lo queman.

Cesar Augusto se ocupara de que lo reconstruyan. -Su voz era firme. Note su mano en mi hombro-. No te preocupes, pequeno. No te preocupes por nada.

Volvi a dormirme unos instantes: el Templo, el hombre precipitandose contra la lanza. Mis dientes rechinaron y grite. Mi madre me abrazo fuertemente.

– Estamos a salvo, pequeno -dijo Jose-. Dentro de la casa, todos juntos, estamos seguros.

Las mujeres se levantaron y fueron a ver el incendio. La pequena Salome chillaba de excitacion como chillaba cuando jugabamos. Todos corrian de un lado para el otro, empujandose para salir al umbral y mirar.

El pequeno Simeon grito:

– ?El fuego, el fuego!

Alce los ojos. Logre ver mas alla de la puerta y la simple vision del cielo enrojecido me hizo tiritar. Nunca habia visto un cielo asi. Me di la vuelta y vi a Cleofas tumbado junto a la pared, con los ojos brillantes. Me sonrio.

– Pero ?por que? -pregunte-. ?Por que estan incendiando Jerico?

– ?Por que no iban a hacerlo? -replico Cleofas-. ?Que Cesar Augusto vea cuanto despreciamos al hombre que envio a sus soldados para que nuestra sangre se mezclara con la de nuestros sacrificios! La noticia llegara a Roma antes que Arquelao. Las llamas siempre alcanzan mas que las palabras.

– Como si las llamas tuvieran el proposito de las palabras -murmuro mi madre en voz baja, pero no creo que la oyeran.

Mi primo Silas entro en la casa a la carrera, gritando:

– Es Simon, uno de los esclavos de Herodes. Se ha coronado rey y ha reunido muchos hombres. ?El ha prendido fuego al palacio!

– ?No vuelvas a salir de esta casa! -ordeno mi tio Alfeo-. ?Donde esta tu hermano?

Pero Levi no se habia movido. En la cara tenia una horrible expresion de miedo, y eso acrecento mi propio miedo.

Los hombres se levantaron y salieron para ver el incendio. Observe aquellas formas negras recortadas contra el cielo, muchas de ellas moviendose de aca para alla, como si todo el mundo estuviera bailando.

Jose se puso de pie.

– Yeshua, ven a ver esto -dijo.

– Oh, pero ?por que? -protesto mi madre-. ?Es preciso que salga?

– Ven, podras ver lo que ha hecho una banda de ladrones y asesinos -insistio Jose-. Podras ver como corren a celebrar la muerte del viejo Herodes. Podras ver lo que pasa bajo la superficie cuando un rey se vale del terror y la crueldad para gobernar. Vamos.

– ?Y por que permitir que los tiranos vivan rodeados de lujo? -tercio Cleofas-. Tiranos que asesinan a su propia gente, tiranos que construyen teatros y circos en Jerusalen, la Ciudad Santa, sitios a los que ningun buen judio deberia ir. Y los sumos sacerdotes a los que designa, tratandolos como si un sumo sacerdote no fuera la persona que accede al mismisimo sanctasanctorum, como si no fuera mas que un criado a sueldo.

– Hermano -dijo mi madre-, ?me voy a volver loca!

Yo temblaba de tal manera que temia ponerme en pie, pero lo hice y Jose me cogio de la mano.

Salimos de la casa. Todos los nuestros estaban en lo alto del cerro, mujeres incluidas -salvo mi madre-, y habia tambien otros grupos de personas que se habian aventurado a internarse en la noche.

Las nubes que cubrian el llano hervian de fuego. El aire estaba caliente y frio, y la gente hablaba en voz alta como lo habria hecho en una fiesta, los ninos corriendo y bailando y mirando otra vez el fuego. Me arrime a Jose.

– Todavia es muy pequeno -dijo mi madre detras de mi.

– Es preciso que lo vea -dijo Jose.

Era un gran, un pavoroso incendio. De repente, un muro de llamas se elevo con tal furia que parecio querer alcanzar las estrellas del firmamento. Volvi la cabeza. No podia mirar aquello. Me eche a llorar. Expulsaba los gemidos como nudos de una cuerda que alguien me sacara de uno en uno. Entre las lagrimas me llego el fulgor del incendio. No podia sustraerme a el. El olor a humo lo invadia todo. Mi madre trataba de levantarme y yo no queria oponer resistencia, pero lo hacia, y entonces Jose me abrazo y pronuncio mi nombre una y otra vez.

– ?Estamos muy lejos del fuego! -dijo para tranquilizarme-. No puede alcanzarnos. ?Me oyes?

No logre contener el llanto hasta que me estrecho contra su pecho y ya no pude moverme ni volver la cabeza.

Me llevo rapidamente de regreso a la casa. Me dolia el pecho. Me dolia el corazon.

Nos dejamos caer en el suelo, y mi prima Isabel tomo mi cara entre sus manos. Acerco sus ojos a mi cara.

– Escucha lo que voy a decirte. No llores mas. ?Crees que el angel del Senor habria bajado para decirle a tu padre, Jose, que te trajera a casa si no habias de estar a salvo? ?Quien puede conocer los designios del Senor? Vamos, deja de llorar y confia en El. Descansa junto al pecho de tu madre, asi, y deja de llorar. Tu madre te abrazara. Estas en manos de Dios.

– El angel del Senor -susurre-. El angel del Senor.

– Si -dijo Jose-, y el angel estara con nosotros hasta que lleguemos a Nazaret.

Mi madre me abrazo.

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