Uno.»
Repetimos la oracion en hebreo tal como el la habia dicho. Y luego cada dia al levantarnos y tambien al anochecer. Yo lo hacia casi sin pensar. Cuando deciamos esa oracion todo se detenia, y la pronunciabamos de todo corazon.
Yo me abstuve de hacer ningun comentario sobre las cosas que me preocupaban. Me sentia mal al darme cuenta de que Santiago lo sabia todo, pero preferi no manifestar nada estando alli la pequena Salome. Mis sentimientos se volvieron mas y mas lugubres, y el miedo seguia alli, rondando muy cerca.
Tuve la impresion de que avanzabamos a buen ritmo, adentrandonos en las montanas. Alla a lo lejos se extendia la planicie, hermosa a la luz del sol, con palmeras por doquier aun cuando todavia se veia el humo de los incendios, y habia muchas casas diseminadas por todas partes. No fue dificil comprobar que la gente continuaba con su vida como si los bandidos no hubieran pasado por alli.
Grupos de peregrinos nos adelantaban, algunos cantando, otros montados a caballo, y todos nos saludaban alegremente.
Pasamos por aldeas donde los ninos jugaban y donde olia a comida.
– Ves -dijo mi madre, como si me leyera el pensamiento-, asi sera hasta que lleguemos a Nazaret. Los ladrones vienen y van, pero nosotros somos quienes somos. -Me sonrio con dulzura, y casi pense que nunca mas tendria miedo.
– ?De veras luchan por la libertad de Tierra Santa? -pregunto la pequena Salome a los hombres, pues ahora ibamos todos mas juntos.
Cleofas se rio de la pregunta y le froto la cabeza.
– Hija, cuando los hombres quieren pelear, siempre encuentran un motivo -dijo-. Hace centenares de anos que los hombres arrasan pueblos con la excusa de luchar por la libertad de Tierra Santa.
Jose meneo la cabeza.
Alfeo estiro el brazo para agarrar a la pequena Salome.
– Tu no te preocupes -dijo-. En otro tiempo era el rey Ciro quien velaba por nosotros, ahora es Cesar Augusto. Da igual, porque el Senor de los Cielos es el unico rey que nuestros corazones reconocen, y lo mismo da si tal o cual hombre se hace llamar rey aqui en la tierra.
– Pero David era rey de Israel -dije-. David fue rey, y Salomon despues de el. Y Josue fue un gran rey de Israel. Todo esto lo sabemos desde muy pequenos. Y somos de la estirpe de David, y el Senor dijo a David: «Hare que reines para siempre sobre Israel.» ?No es cierto?
– Para siempre… -dijo Alfeo-. Si, pero ?quien puede juzgar los designios del Senor? El Senor cumplira su promesa de la manera que juzgue oportuno.
Mi tio desvio la mirada. Nos encontrabamos en un valle. La gente que salia de las montanas formaba una multitud considerable. Nos apinamos mas.
– Para siempre… -repitio-. ?Que es «para siempre» en la mente del Senor? Mil anos no son para el Senor mas que un instante.
– ?Vendra un rey? -pregunte.
Jose se volvio para mirarme.
– El Senor cumple sus promesas -dijo Alfeo-, pero el como y el cuando son cosas que nosotros ignoramos.
– ?Los angeles solo se aparecen en Israel? -pregunto la pequena Salome.
– No -respondio Jose-. Pueden mostrarse dondequiera que sea, en cualquier parte y cuando lo deseen.
– ?Por que tuvimos que irnos a Egipto? -pregunto ella-. ?Por que los soldados de Herodes…?
– No es momento para hablar de ello -la corto Jose. Mi madre intervino:
– Llegara el dia en que se te explicara todo despacio para que puedas entenderlo. Pero ese momento no ha llegado aun.
Yo sabia que dirian eso, o cosas parecidas. Pero la ocasion se habia presentado, y me alegre de que Salome hubiera preguntado. No sabia donde estaban mis primos Silas y Justus, ni los otros, y tampoco que pensaban de lo que Isabel habia dicho. Tal vez los chicos mayores sabian algo, seguramente si. Quiza Silas sabria alguna cosa.
Me rezague un poco dentro del grupo apretado de mi familia, hasta quedar a la altura de Cleofas y su burro.
Seguro que Cleofas nos habia oido hablar. ?Me habia hecho prometer alguien que no le haria preguntas a el? Me parecia que no.
– Ojala viva para contarte cosas -dijo.
Pero no bien habia abierto la boca, aparecio Jose, se puso a andar a su lado y dijo rapidamente:
– Ojala vivas para permitir que le cuente a mi hijo lo que yo desee. -Su voz sono afable pero firme-. Basta de preguntas. Basta de charla sobre los problemas del pasado. Hemos salido de Jerusalen y estamos a salvo de las dificultades. Tenemos buena luz y aun podremos andar un buen trecho.
– ?Yo queria entrar en Jerico! -protesto la pequena Salome-. ?No podriamos entrar un rato en Jerico? Quiero ver como ha quedado el palacio de Herodes despues del incendio.
– ?Queremos ver Jerico! -exclamo el pequeno Simeon.
De pronto todos los ninos clamaron por lo mismo, incluso los ninos de los peregrinos nuevos que nos acompanaban, y eso me hizo reir de una manera que provoco sonrisas en Jose.
– Escuchadme -dijo-. ?Esta noche nos banaremos en el Jordan! ?El rio Jordan! ?Lavaremos en el nuestros cuerpos y nuestra ropa por primera vez! ?Y despues dormiremos en el valle bajo las estrellas!
– ?El rio Jordan! -gritaron todos, presas de gran agitacion.
Jose se puso a contar la historia del leproso que habia acudido al profeta Eliseo, quien le dijo que si se banaba en el Jordan se curaria. Y Cleofas conto la historia de como Josue habia cruzado el Jordan. Por ultimo, Alfeo se puso a contarle otra historia a Santiago, y yo iba de una a otra mientras caminabamos.
Zebedeo y los suyos nos alcanzaron; no los veiamos desde que habiamos dejado a Isabel, y el tambien conocia una historia acerca del Jordan, y la esposa de Zebedeo, Maria, que era prima de mi madre, pronto empezo a cantar:
– ?Benditos aquellos que temen al Senor!
Tenia una hermosa voz aguda. Todos coreamos.
– Pues comereis el fruto de vuestro trabajo ?y sereis dichosos y todo estara bien!
Eramos un grupo tan numeroso que por fuerza avanzabamos despacio, haciendo muchas paradas para que las mujeres descansaran y para que pudieran envolver a la pequena Esther en panales frescos. Mi tia Maria estaba enferma, por supuesto, pero mi madre dijo que la venida de un bebe era una buena noticia y yo deje de preocuparme.
Cleofas hubo de ser bajado del burro varias veces para que buscase un sitio alejado del camino donde hacer sus necesidades. Estaba debil y mi madre lo acompanaba sosteniendolo del brazo, cosa que a el le molestaba, pero necesitaba ayuda y ella no iba a desentenderse. «Es mi hermano», les decia a los demas hombres, y se iba sola con el.
Cleofas nos conto la divertida historia de cuando el rey Saul guerreaba contra el joven David, temeroso de este pues sabia que habia de convertirse en rey. Saul se metio en una cueva para hacer sus necesidades, y resulto que su enemigo David estaba alli y podria haberlo matado. Mas ?lo hizo? ?No! David se aproximo a el en la oscuridad de la cueva mientras Saul hacia de cuerpo y, viendolo desprevenido, corto una borla del manto real de Saul, una borla que unicamente el llevaba.
Horas despues, con la esperanza de hacer las paces con Saul, David le hizo llegar la borla para que supiera que el, David, podria haberlo matado, pero ?habria sido David capaz de asesinar a un rey ungido? ?No!
A todos nos encantaban las historias de David y Saul. Incluso Silas y Levi, a quienes solian aburrir estas cosas, se acercaron a escuchar a Cleofas. Todo ese tiempo Cleofas hablaba en griego, y ya estabamos todos acostumbrados y nos gustaba, aunque nadie se atrevio a manifestarlo.
Nos conto la maravillosa historia de como Saul, cuando el Senor dejo de hablarle, acudio a la adivina de Endor para rogarle que invocara al espiritu del profeta Samuel, a fin de que le dijera cual era su destino. Iba a haber una gran batalla al dia siguiente y Saul, que ya no contaba con el favor divino, estaba desesperado, de ahi que buscara ayuda en una mujer que podia hablar con los muertos. Sin embargo, eso estaba prohibido por las propias leyes de Saul, asi como todo cuanto tuviera que ver con adivinaciones. Pero igual acudieron a aquella
