– Soy viuda y estoy sola, sola con mi esclava. Mi esposo no lleva muerto ni dos semanas y vienen todos a mi como langostas. ?Que voy a hacer? ?Adonde puedo ir? Han quemado mi casa. Se lo llevaron todo. Son la hez de las heces. Y mi hijo cree que pelean por la libertad. Os aseguro que es la peor de las chusmas. Arquelao esta en Roma, los esclavos matan a sus amos y todo el orbe esta en llamas.
La mujer continuo lamentandose de esa guisa. Yo no veia nada. Tampoco oia a los hombres. Me palpe todo el cuerpo.
– ?Que le estan haciendo? -le pregunte a Santiago. Apenas si podia verle por un tenue reflejo en sus ojos.
Abajo en el valle, las llamas se habian extinguido pero el incendio seguia activo.
– No digas nada. Ve a acostarte -me dijo.
– Mi casa -dijo la mujer, transida de pena-, mi granja, mi pobre nina Riba; si la encuentran la mataran. Eran muchos, demasiados. Seguro que la matan, seguro que la matan.
Las mujeres la consolaron como nos consolaban a nosotros cuando estabamos tristes, mas con sonidos que con palabras.
– Vuelve a la cama -repitio Santiago.
Era mi hermano mayor y yo tenia que obedecerle. La pequena Salome sollozaba, medio dormida.
Me acerque para calmarla y le di un beso. Ella entrelazo sus dedos con los mios y poco a poco se durmio otra vez.
Estuve en vela hasta que los hombres regresaron.
Cleofas vino a tumbarse a mi lado. A todo esto, los pequenos Judas y Simeon dormian como si nada hubiera pasado. A los ninos, en cuanto pillan el sueno, no hay nada que los despierte. Todo estaba en silencio. Ni siquiera las mujeres hacian ruido.
Cleofas empezo a susurrar en hebreo pero no lo entendi. Los otros hombres cuchicheaban quedamente. Las mujeres hablaban en voz tan baja que parecian estar rezando.
Yo si rece.
No pude pensar en la pobre nina, la que habia quedado alla abajo en la casa incendiada. Rece por ella sin pensar en ella. Y, entretanto, me vencio el sueno.
11
Cuando desperte, antes de decir nada contemple el cielo azul y los arboles.
Nazaret: tierra de arboles y campos.
Me levante y dije mis oraciones con los brazos extendidos.
– «Oye, Oh, Israel, el Senor nuestro Dios es Uno… Y amaras al Senor tu Dios con todo tu corazon, toda tu alma y todas tus fuerzas.»
Estaba contento.
Entonces recorde los sucesos de la noche.
Los hombres estaban volviendo de la casa de aquella mujer desdichada, o eso me dijeron las mujeres.
Ella estaba con nosotros y aqui venia ahora la esclava, que no estaba muerta, con su velo y su tunica, llorando, acompanada de Cleofas, que la ayudaba a subir la cuesta.
La mujer grito y corrio hacia ella.
Los hombres traian fardos con pertenencias de la casa. Y tambien una vaquilla, una vaquilla grande y lenta de ojos asustados, tirando de la soga que la sujetaba.
Hablaron en griego, la mujer y la esclava, y se abrazaron. Para dirigirse a nuestra familia, la mujer hablo en nuestra lengua. Nuestras mujeres rodearon a las recien llegadas y las abrazaron y consolaron.
Bruria, se llamaba la mujer, y la esclava Riba era como una hija para ella.
Ahora estaba dando gracias al cielo de que Riba estuviera sana y salva.
Por fin nos unimos a la caravana y seguimos camino de Nazaret.
Bruria conto que los bandidos se habian apropiado de casi todas sus posesiones: sedas, vajilla, grano, odres y todo aquello que habian podido llevarse. Despues habian quemado la finca, incluso los olivos. Pero no encontraron el tesoro escondido en un tunel bajo la casa. De ese modo, Bruria recupero su oro, que era todo lo que su marido le habia dejado al morir. Riba se habia ocultado en el tunel, lo que la salvo de los bandidos.
Mientras avanzabamos hacia Nazaret, supe que las dos mujeres se quedarian con nosotros.
Bruria tambien tenia otras noticias.
No solo habia ardido Jerico sino otro de los palacios de Herodes, el de Amathace. Y los romanos no podian contener a los arabes, que en su marcha incendiaban aldea tras aldea.
Pero los hombres de la noche anterior eran vulgares borrachos, dijo Bruria.
Por su parte, Riba dijo que habia conseguido meterse en el tunel por los pelos.
Mientras nos contaban todo eso, las dos mujeres caminaban sin dejar de sollozar.
Un tunel bajo la casa. Yo nunca habia visto un tunel debajo de una casa.
– Si no hay rey, no hay paz -dijo Bruria, que era hija de Hezekiah, hijo a su vez de Caleb, y procedio a nombrar a todos sus antepasados y los de su esposo.
Los hombres la escuchaban con interes. Al oir tal o cual nombre, habia murmullos y asentimientos de cabeza. Los hombres no miraban a la esclava, pero no se apartaban mucho de ambas mujeres y estaban expectantes, con el oido aguzado.
– Judas hijo de Ezequeias, ese es el rebelde -dijo Bruria-. El viejo Herodes lo encarcelo, pero no lo hizo ejecutar, lo cual habria sido mejor. Ahora esta sublevando a los jovenes. Tiene su sede en Seforis. Se apodero del arsenal.
Pero los romanos ya estan viniendo de Siria. Lloro por Seforis. Todo aquel que no quiera morir deberia escapar cuanto antes de Seforis.
Yo conocia el nombre de esa ciudad. Sabia que mi madre habia nacido alli, donde su padre Joaquin habia sido escriba, y que su mujer, mi abuela Ana, habia nacido tambien alli. Se habian trasladado a Nazaret cuando mi madre se prometio a Jose, que vivia con sus hermanos en la casa de la vieja Sara y el viejo Justus, parientes de mi madre, asi como de Jose. Parte de esa casa se la habian dado a Joaquin y Ana y a mi madre, pues era una casa grande que tenia habitaciones de sobra para familias que convivian en un mismo patio grande, y fue alli donde vivieron hasta que se fueron a Belen, donde yo naci.
Al pensar en ello tuve conciencia de que desconocia partes de la historia.
No sabia que mi madre y Jose se habian casado en Betania, en la casa de Isabel y Zacarias, y que esa casa estaba cerca de Jerusalen. Pero Isabel y su hijo Juan ya no vivian alli. Habian tenido que ocultarse, tal como nos habia explicado mi prima Isabel.
Y al pensar en esto, todas las preguntas volvieron a mi mente. Pero tenia demasiadas ganas de ver Nazaret como para pensar en ello. No queria sufrir por ese motivo.
El entorno que me rodeaba era muy bello. Conocia esta palabra por los salmos, y comprendi su significado al contemplar esta tierra.
Sara y Justus nos estarian esperando en Nazaret. Les habiamos escrito para comunicarles que volviamos a casa. La vieja Sara era tia de mi abuela Ana, y tia tambien de alguien de la familia de Jose, aunque yo no sabia de quien.
La region era cada vez mas verde. Y, pese a que empezo a llover un poco, ni siquiera nos detuvimos.
Habiamos escuchado muchas veces sus cartas, en las que ella nombraba a todos los ninos, y ya estaba al corriente de nuestra venida.
Los hombres no hablaban mucho, pero Bruria y Riba eran muy locuaces; los hombres se limitaban a escucharlas. Finalmente Bruria dijo que no podia seguir guardandose lo que mas tristeza le producia: ?su hijo se habia unido a los rebeldes de Seforis! Se llamaba Caleb y anadio que quiza ya estaba muerto.
No volveria a verlo nunca mas.
Los hombres asintieron con la cabeza y guardaron silencio.
– Nadie vendra a molestarnos en Nazaret. ?A quien puede importarle ese lugar? -dijo Cleofas por lo bajo.
