pequena Esther, la pequena Esther sangrando.

Bebes sobre las piedras. Padre celestial, no. No por mi culpa. No.

– No, no… -repetia una y otra vez, si es que llegue a decir algo.

– Incorporate. ?Debes tomar esto!

Me levantaron.

– Abre la boca, ?bebe!

Me atragante con el liquido, la miel, el vino. Intente tragar.

– ?Pero estan muertos, estan muertos…!

No se cuanto tiempo transcurrio hasta que pude llorar sin mas, a rienda suelta, y luego dije:

– No quiero dormir. Estoy seguro de que los vere cuando suene.

25

Estaba enfermo. Tenia sed. Las voces y las manos eran bondadosas. Me dieron a beber vino y miel. Dormi, y los panos en la frente me hicieron bien. Si hubo suenos, no los recorde despues. Oia musica, las voces profundas y suaves de los levitas. De vez en cuando volvia a ver los bebes, los inocentes asesinados, y lloraba. Apoyaba la cabeza en la almohada y las lagrimas me resbalaban.

Tengo que despertarme, pense, pero no podia hacerlo. Cuando por fin lo consegui, era de noche y el viejo maestro dormia en su silla. Era como estar en un sueno, y me fui durmiendo otra vez sin poder evitarlo.

Finalmente, llego un momento en que abri los ojos y supe que ya me encontraba bien. De inmediato pense en los ninos asesinados, pero esta vez no llore. Me incorpore y mire alrededor. El viejo rabino estaba en la habitacion, y enseguida se levanto de su mesa. Habia otro hombre que se acerco tambien a mi.

El mas joven me palpo la frente y me miro a los ojos.

– Bueno, ya paso -dijo-. Vuelves a ser tu mismo, pequeno sin nombre.

Quiero oir tu voz.

– Gracias -dije. La garganta me dolia, pero supuse que era solo de no hablar-·. Gracias por cuidarme. No queria ponerme enfermo.

– Vamos, tengo ropa limpia para ti -dijo el mas joven-. Te ayudare.

Al levantarme, me tendio una tunica nueva, y ese detalle me llego al alma.

Cuando regrese del bano, renovado y vestido, el rabino despidio al mas joven y me dijo que tomara asiento.

Habia un taburete. Creo que nunca me habia sentado en uno. Obedeci.

– Eres un nino -dijo el rabino-, y yo no lo tuve demasiado en cuenta. Un nino con un gran corazon.

– Necesitaba las respuestas a mis preguntas, rabino. Tenia que saberlas. Yo no hubiera dejado de preguntar.

– Pero ?por que? Sabes que el nino que nacio en Belen murio hace ocho anos. Y ahora no te pongas a llorar otra vez.

– No, no llorare.

– Y una virgen madre… ?como se puede creer en algo asi?

– Yo lo creo, rabino. Y el nino no esta muerto. El nino escapo.

Se me quedo mirando largamente.

Y en ese momento percibi toda mi tristeza, todo cuanto me separaba de los demas. Fue un sentimiento amargo.

Presenti que el rabino iba a desechar mis palabras, que iba a decirme que aun en el caso de que el nino hubiera escapado de Belen, era solo una historia, y que la matanza de Herodes fue sin duda una cosa horrenda.

Sin embargo, antes de que el rabino pudiera hablar, oi unas voces que conocia muy bien. Mi madre y Jose estaban alli.

Mi madre me llamo por mi nombre.

Me levante al punto y fui a saludarlos, mientras decia rapidamente al escriba que, en efecto, yo era hijo de ellos.

Mi madre me abrazo.

Jose beso las manos del viejo rabino.

No pude seguir bien toda la conversacion que mantuvieron, pero supe que Jose y mi madre me buscaban desde hacia tres dias.

El rabino elogio las respuestas que habia dado a sus preguntas, estando con los otros chicos. No me parecio que dijera nada sobre lo que habiamos hablado despues, ni sobre que yo me hubiera encontrado mal.

Me acerque a el, bese sus manos y le di las gracias por el tiempo que me habia dedicado.

– Ahora ve con tu madre y tu padre -me dijo.

Jose quiso pagarle por cuidar de mi, pero el anciano rehuso su ofrecimiento.

Cuando estuvimos al sol en el Gran Patio, mi madre me tomo por los hombros y pregunto:

– ?Por que nos has hecho esto? ?Estabamos muy preocupados!

– Madre, es preciso que sepa ciertas cosas -dije-. Cosas que tengo prohibido preguntaros a ti o a Jose. ?Debo ocuparme de las cosas que me incumben!

Fue un golpe para ella. Me resulto muy doloroso notarlo en su cara.

– Lo siento -dije-. Lo siento mucho. Pero es la verdad.

Miro a Jose, que asintio con la cabeza.

Salimos del Templo y cruzamos la ciudad vieja por sus estrechas calles hasta la sinagoga de los nazarenos, y una vez alli subimos a la pequena habitacion donde se habian hospedado durante mi busqueda.

La habitacion estaba limpia. Tenia una ventana con celosia y entraba una luz agradable.

Mi madre se sento de espaldas a la pared, con las piernas cruzadas. Y Jose salio sin decir nada.

Espere, pero el no volvio.

– Sientate aqui y escucha -dijo mi madre.

Me sente delante de ella. La luz le daba en la cara.

– Nunca he contado esto a nadie -dijo-. Voy a contarlo una sola vez.

Asenti.

– No me interrumpas mientras hablo. Asenti de nuevo.

Mi madre aparto la vista y empezo:

– Yo tenia trece anos. Me prometieron a Jose, que era familiar mio, segun nuestra costumbre, pariente lejano pero perteneciente a la misma tribu. La vieja Sara habia dado su visto bueno a mis padres antes de mi regreso de Jerusalen, donde habia estado trabajando en los velos del Templo. Yo casi no recordaba a Jose. Le conoci. Era un hombre bueno.»Me educaron de manera muy estricta. Yo nunca salia de la casa. Los sirvientes iban al pozo. Cleofas me enseno lo poco que se de leer y lo poco que se del mundo. Debia casarme en Nazaret, pues mis padres habian ido alli desde Seforis para vivir con la vieja Sara. En la misma casa donde vivimos ahora.»Una manana desperte muy temprano, sin saber por que. No habia amanecido aun. Estaba de pie en mi habitacion y mi primer pensamiento fue que mi madre me necesitaba, pero fui a verla y estaba durmiendo placidamente. Volvi a mi cuarto. Y de repente todo se lleno de luz. Sucedio en un instante. Sin ruido. La luz estaba en todas partes. Todo cuanto habia en la habitacion seguia alli, pero banado por esa luz. Era una luz que no danaba la vista, pero muy brillante a la vez. Como si uno pudiese mirar el sol sin que le haga dano en los ojos. No senti miedo. Me quede alli y vi una figura en la luz.

Parecia un hombre, solo que mucho mas grande, y no se movia. Desde luego no se trataba de un hombre corriente.»Me hablo. Dijo que yo habia sido elegida entre las mujeres. Y que de mi vientre saldria un hijo llamado Jesus, que llegaria a ser grande y que seria el hijo del Senor. Anadio que Dios le daria el trono de David y que reinaria eternamente sobre la casa de Jacob. Yo le respondi que nunca habia yacido con un hombre. La voz dijo que el Espiritu Santo vendria a mi. Y repitio que el nino que naceria de mi seria el hijo de Dios.

Mi madre me miro.

– Esta voz, este ser, este angel queria una respuesta de mi, y yo dije: «Soy la servidora del Senor. Que asi

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