imaginarte lo infeliz que soy. Me gustaria morirme si no fuera por el nino… Aquello era demasiado para mi buen humor.
– Diana, seguiremos hablando cuando regrese.
– ?Adonde vas?
– El dia aun es joven. Tengo que hacer una diligencia en la Via Apia. Si no otra cosa, al menos me dara una excusa para pasar otra noche fuera de esta casa.
Diana se retiro a su cuarto. Fui al jardin, evite la mirada acusadora de Minerva y subi por la escalera de mano al tejado. Encontre a Davo cerca de la parte frontal de la casa, sentado, rodeandose las rodillas con los brazos. Cuando me oyo, tuvo tal sobresalto que pense que se caeria a la calle.
– ?Por Hercules, Belbo, ten cuidado!
– Davo -murmuro, enderezandose rapidamente.
– ?Que?
Davo, amo. No Belbo.
– Ah! Claro. ?En que estaria pensando? Belbo tenia el suficiente sentido comun para tener cuidado en un tejado. Y nunca se aprovecho de un miembro de mi familia.
– ?Oh, amo! Davo cayo de rodillas. Los de la habitacion de abajo debieron de encogerse al oir el golpe. Agacho la cabeza y junto las manos-. ?Ten piedad de mi! No me tortures, amo…, matame si tienes que hacerlo. La tortura es lo peor que hay para los sujetos grandes y fuertes como yo. Todos los esclavos lo saben. Los debiluchos que son torturados en seguida se mueren. Pero un hombre como yo, tardaria dias y dias. No tengo miedo a morir, amo, pero te suplico…
– ?Y como prefieres ser ejecutado, Davo?
Palidecio y trago saliva.
– Cortame la cabeza, amo.
– Esa no es la parte de ti que me ha ofendido.
Se estremecio y elevo sus ojos hacia mi abiertos de par en par.
– No me castres, amo! ?No soportaria ser un eunuco! ?Oh, ten piedad de mi!
– ?Para, Davo! Para, para, para. ?Que voy a hacer contigo? ?De verdad crees que podria matarte?
– ?Que otra cosa puedo esperar, amo? Es el castigo mas leve que podrias infligirme.
– Entonces, ?que estas haciendo aqui?
– ?Amo?
– ?Por que estas aun aqui, esperando tu destino? ?Por que no has saltado del tejado y huido? No habrias tenido muchas oportunidades de escapar pero habria sido mejor que morir. Colocarte en un barco que salga de Ostia. Ir al exilio como Milon. ?Por que no huiste anoche?
– Porque…
– ?Si?
– Por…
– ?Que, Davo? ?Que te mantiene aqui para afrontar tu castigo?
– Amo, ?me haras decirlo? Es por ella. Diana. No puedo irme. ?Adonde iba a ir? ?Que sentido tendria? Me moriria sin ella.
– Oh, Davo! -Sacudi la cabeza. Minerva yace rota en mi jardin y Venus reina por encima de todo.
Nos pusimos en camino por la Via Apia en la hora sexta, cuando el sol ya habia salido. El mozo de cuadra de Pompeyo accedio a prestarme caballos cuando le dije quien era y que todavia tenia negocios con su amo. Era una mentirijilla, pues mis negocios con Pompeyo ya habian terminado. O al menos eso pensaba entonces. El caballerizo, con una amplia sonrisa, saco tres caballos. Me sorprendio ver que eran los mismos caballos en los que habia cabalgado la vez anterior. Resulto que tres meses antes, el dia que fuimos atacados, habian vuelto a la cuadra juntos y sin jinetes. Me senti a la vez confiado y aprensivo por dejar Roma cabalgando la misma bestia que la vez anterior. No estaba seguro de si seria un augurio pero estaba dispuesto a seguir adelante.
El objetivo del viaje era sencillo: queria recoger a Mopso y Androcles, los mozos de cuadra que Fulvia me habia dado. Deje a Eco en Roma y me lleve a Davo. El tercer caballo era para los ninos en el camino de vuelta. Esperaba que pudieramos pasar la noche en la posada de Bovilas.
Davo estuvo tan silencioso como pudo hasta que pasamos por el monumento de Basilio. Fruncio el entrecejo y se puso muy nervioso.
– ?Amo…, amo, ?estas seguro…?
– ?Seguro de que, Davo?
– ?Estas seguro de que me quieres contigo? ?Por que no has elegido a otro guardaespaldas?
– ?Tienes miedo del caballo, Davo? Ahora no puedes decir que no tienes experiencia. ?Es tu segundo viaje en el mismo caballo! Esta bestia te tiro, de acuerdo, pero cuando un hombre es arrojado lo unico que puede hacer es volver a intentarlo.
– No es el caballo, amo. Me gusta este caballo. Creo que confia en mi.
– Esperemos que no le des motivo para lamentarlo.
Davo fruncio el entrecejo.
– Ademas -continue-, ?como iba a dejarte en casa durante mi ausencia, dadas las circunstancias?
– Quieres decir… por tu hija…
– No, por mi mujer. No me gustaria volver y descubrir que Bethesda te ha matado mientras estaba fuera.
Davo trago saliva.
– De todas formas, amo, sigo sin entender por que me llevas contigo, solo a mi.
– Tampoco yo acabo de entenderlo. La razon ha huido; me deje llevar por un impulso. Veremos adonde nos lleva el camino.
– Pero amo, eso ya lo sabemos.
– ?Ah, si?
Nos lleva alla lejos, al monte Albano. Me rei en voz alta.
– ?Que ingenio tan notable, Davo!
Davo tambien se rio aunque con poco entusiasmo. ?Era porque me temia o porque no habia comprendido el chiste?
Era primavera. El clima era suave y se oia el canto de los pajaros en el aire. La hierba estaba verde
Tenia hambre cuando pasamos por Bovilas pero decidi continuar hasta la villa de Clodio. Cuando pasabamos al lado del altar de Jupiter, divise a Felix, sentado, apoyado en un roble, dormitando a la sombra. Pasamos el desvio que llevaba a la nueva casa de las vestales y, mas alla, al otro lado del camino, el santuario de la Buena Diosa. Parecia haber una reunion de mujeres dentro, a juzgar por las literas, carruajes y criados desocupados que habia fuera. Cuando pasabamos, oi canticos dentro y reconoci la caprichosa cantinela de Felicia. Quiza su mundo no habia cambiado mucho, a pesar de la sangrienta escena que se habia desarrollado ante sus ojos y la conmocion que habia causado.
Esta vez fuimos a la villa de Clodio por el camino que habia al efecto y fuimos vistos mucho antes de llegar. Cuando un grupo de rudos esclavos nos dio el alto, saque la carta de Fulvia que transferia la propiedad de los dos esclavos. Afortunadamente, uno de los esclavos sabia leer, aunque con dificultad. Pronuncio lentamente cada palabra y luego me devolvio el trozo de pergamino.
– ?Vaya, menos mal! Esos dos no dan mas que problemas. Siempre subiendo y bajando. Te los llevas a la ciudad, ?no?
– Es mi intencion.
Sacudio la cabeza.
– Ir alli no les impedira seguir metiendose en lios. Bien, entra. Imagino que estaran en la cuadra.
Los chicos nos reconocieron en seguida. Parecieron especialmente contentos de ver a Davo (o al elefante,