– No. Se habian ido todos. No se adonde.
– Habian salido en persecucion de un sujeto llamado Filemon y unos amigos suyos que tuvieron la mala fortuna de irrumpir en medio de la escena.
– ?Oh! No habia oido nada de eso.
– ?Tu hermana no te lo dijo? Filemon presto testimonio el mismo dia que ella.
La viuda sacudio la cabeza.
– Supongo que no querria turbarme. Continua. ?Que mas quieres saber? -Tenia una expresion determinada y severa.
– Miraste por esta ventana. Viste a Tedio y a su hija, la litera, el sequito. ?Y a Clodio?
– Si. Estaban inclinados sobre el. ?Tu sabias que era Clodio?
– Si.
– ?Como?
Se encogio de hombros.
– Por su cara.
– ?Podias ver su cara? Entonces debia de estar boca arriba.
– Si. Boca arriba, mirandoles. Senti un pinchazo en el craneo.
– ?Que has dicho?
– Clodio estaba boca arriba, mirando al senador y a su hija.
– ?Quieres decir que sus ojos estaban abiertos y miraban muertos?
– No. Quiero decir lo que he dicho. Clodio los miraba y ellos le miraban a el. -Fruncio el entrecejo tratando de recordar-. Hablaron un poco, de esto y lo otro. Luego Tedio y su hija ayudaron a Clodio a levantarse y a entrar en la litera.
Mire hacia el camino, imaginando la escena, luego me volvi hacia la viuda. Claro que era posible que la pena la hubiera vuelto loca.
– ?Estas diciendo que Clodio estaba vivo?
– Si. Aunque supongo que no mucho.
– Pero tu hermana dio a entender que Clodio estaba muerto cuando Tedio lo encontro. Asi fue como lo explico en la corte. Dijo que habias visto al senador y a su hija meter a Clodio en la litera pero no dijo nada que indicara que Clodio todavia estaba vivo. -Trate de recordar exactamente lo que habia dicho…
– Estaba vivo -dijo la viuda-. Probablemente me malinterpreto. Estaba furiosa cuando le conte lo que habia pasado. Apenas sabia lo que estaba diciendo. Quiza se lo dije de un modo poco claro.
– Quiza. Tu hermana y tu parece que teneis varios puntos mas sin aclarar. Pero Sexto Tedio lo conto del mismo modo. No dijo que Clodio estuviera vivo cuando lo encontro.
– Pues Clodio estaba vivo. Estaba rigido, debil y sangrando y tuvieron que ayudarle a entrar en la litera…, pero estaba vivo, te lo aseguro, a menos que los muertos puedan andar y hablar. ?Todavia estaba vivo! Y mi marido estaba muerto al pie de estas escaleras. ?Por que me estas haciendo esto? -Se dio media vuelta de repente y bajo corriendo las escaleras, llorando por fin.
Me asome a la ventana y observe el camino vacio, como si concentrandome pudiera conjurar a los espiritus de los muertos para que repitieran sus ultimos momentos de vida. ?Oh, que grande y terrible seria ese poder!
Capitulo 35
Llegamos a casa de Sexto Tedio en el crepusculo. Estaba hambriento y cansado de cabalgar. Les dije a los chicos que vigilaran los caballos y envie a Davo delante para que llamara a la puerta.
El portero tardo mucho rato en contestar y aun mas en consultar con su amo y volver. Finalmente me invitaron a entrar.
Sexto Tedio me recibio en la misma habitacion de la vez anterior. Las ventanas estaban abiertas para dejar ver la ciudad de Aricia detras, un charco de palidas sombras azules coronadas por tejados que brillaban con la ultima luz del dia. Tedio estaba sentado muy erguido en su anticuada silla sin respaldo. A pesar del calor del dia tenia una manta sobre las piernas. Era la pierna izquierda la lisiada, recorde. Se paso una mano oscura y correosa por el pelo canoso y me examino astutamente.
– Te recuerdo -dijo-. El hombre de Pompeyo. El que vino haciendo todas aquellas preguntas.
– Parece que no todas las que tenia que hacer.
– ?Has venido tambien, «en nombre del Grande», como me parece recordar que dijiste la otra vez?
– En cierto modo si. Pompeyo me contrato para que averiguara todo lo que pudiera sobre el incidente de la Via Apia. Creia que ya lo habia hecho pero parece que me equivocaba.
– Explicate con claridad.
– Eso intento. Espero que tu hagas lo mismo, Sexto Tedio. -Enarco una ceja cuando dije esto pero no dijo nada-. ?Esta tu hija aqui? -pregunte.
– No creo que el paradero de mi hija sea de tu incumbencia.
– A pesar de todo, me gustaria mucho hablar con los dos a la vez.
– Entorno los ojos y me observo durante largo rato.
– Sabes algo, ?verdad?
– Se mas en este momento que hace una hora. Me gustaria saberlo todo.
– ?Ah! ?Saberlo todo! Eso seria una maldicion para un mortal. ?Tedia! -Elevo la voz-. Tedia, entra en la habitacion y unete a nosotros.
La hija entro desde el pasillo. Estaba vestida como la ultima vez que la vi, sin joyas ni maquillaje y con un panuelo de lino blanco sobre la cabeza sujeto con una cinta azul. Permanecio completamente erguida con expresion severa.
– Tedia siempre escucha mis conversaciones -dijo Sexto Tedio-. Asi me resulta mucho mas facil recordar todos los detalles.
– Mi padre y yo no tenemos secretos. -Se puso detras de el y apoyo las manos en sus hombros.
– Vi a tu padre testificar en el juicio, repitiendo la misma historia que me conto. Creia que estabas dispuesta a mantenerle alejado del juicio, Tedia.
– Al final, parecio mejor ir -dijo-. Despues de todo, Clodio fue enviado a Roma en nuestra litera. Haberse negado a explicar como ocurrio podria haber levantado… comentarios.
– Ya veo. Y la historia que contaste, Tedio, era totalmente creible. Simplemente, te dejaste unos cuantos detalles, como el hecho de que Clodio estaba vivo cuando lo encontraste.
– ?Como lo sabes? -dijo Tedia. Empezo a masajear la espalda de su padre con los mismos movimientos que utilizaba para restregarse las manos en nuestro primer encuentro-. Si alguno de nuestros esclavos ha hablado…
– Tus esclavos son leales. Hubo otro testigo.
– No en el juicio.
– No, el testigo estaba lejos de Roma aquel dia… En Regio, me dijeron.
Sexto Tedio hizo una mueca casi imperceptible. Su hija le habia masajeado demasiado fuerte.
– Clodio merecia morir -dijo Tedia.
– Quiza. Aunque te vi llorar cuando Fulvia testifico.
– Una mujer puede sentir pena por una viuda sin sentir lastima porque su marido este muerto.
– Ya veo. ?Y como, exactamente, murio Clodio?
Contuve el aliento. No tenia medio de impulsarla a hablar si decidia no hacerlo. Su padre levanto un brazo y le cogio la mano en un gesto para que se controlara, pero ella parecio no darse cuenta. Su expresion era implacable.
– Yo lo mate -dijo.
– ?Pero como? ?Por que?
?Por que? -Elevo la voz-. Para que el mas impio de los hombres no marchitara la tierra. Tu tuviste que oir hablar de sus crimenes cuando estuviste importunando a todo el mundo en esta montana. Destrozo el bosque