– Gordiano. -Hizo una inclinacion de cabeza y sonrio debilmente. Tras el aguardaba un peloton de guardaespaldas. Conte por lo menos diez, lo que considere algo excesivo si se habia limitado a llegar andando desde la casa de Ciceron, que estaba cerca de la mia. Por otra parte, cualquiera que saliera de la casa de Ciceron tenia grandes posibilidades de convertirse en victima de la chusma de Clodio. Con un movimiento de la mano, les ordeno que se quedasen fuera. Belbo cerro la puerta tras el.
Lo acompane hasta mi despacho y le indique que cogiera una silla cerca del brasero. En lugar de eso anduvo lentamente por la habitacion observando los rollos de papiro en sus casilleros y la decorativa pintura de un jardin en la pared.
– Si que has prosperado, Gordiano.
– En algunos aspectos.
– Recuerdo tu vieja casa del monte Esquilino. Aquel lugar tan grande y destartalado, con el mustio jardin.
– Ahora pertenece a mi hijo Eco. Su esposa lo ha transformado en un paraiso inmaculado.
?El tiempo pasa tan rapido! ?Quien habria creido que alguna vez tendrias un hijo lo bastante mayorcito para dirigir su propia casa?
– Me ha convertido en abuelo.
– Eso he oido decir.
– Ah, ?si?
Una sonrisa le temblo en la comisura de los labios:
– Aun se habla de ti ocasionalmente en casa de Ciceron, Gordiano.
– Pero no con demasiado entusiasmo, me imagino.
– Oh, te podrias llegar a sorprender.
– Seguramente, si Ciceron tiene algo bueno que decir de mi estos dias. Creia que el juicio de Marco Celio habia sido lo ultimo que habria entre nosotros.
Tiron se encogio de hombros:
– Ciceron no te guarda rencor. No es un hombre dado a los resentimientos.
– Ya.
Tiron inclino la cabeza con aire pensativo:
– Ciceron puede convertirse en un enemigo formidable, no hay duda, de aquellos que se convierten en enemigos suyos mediante la venganza y el engano, o por el peligro que plantean a la Republica. Pero ese nunca ha sido tu caso, Gordiano. Ciceron comprende que eres un hombre complicado, a quien no le resulta siempre facil entender, pero en el fondo un hombre honorable y honrado. Honorable. Honrado -repitio con enfasis ambas palabras-. Como el mismo Ciceron. Si en alguna ocasion habeis entrado en conflicto, ha sido porque ambos veis las cosas con prismas diferentes. No puede esperarse que los hombres honrados esten siempre de acuerdo.
Suspire. Evidentemente, Tiron seguia siendo tan devoto de Ciceron como siempre. Seria inutil senalarle los defectos de su amo: el comportamiento del hombre carente totalmente de escrupulos en su condicion de abogado, su pomposa vanidad, su manifiesta indiferencia por la verdad, a no ser que esta sirva a sus designios, la larga lista de personas a las que habia destruido para mantener los privilegios y el poder de los Optimates…
– ?De verdad no quieres sentarte, Tiron? Belbo puede cogerte el manto; parece bastante pesado, incluso para este tiempo.
– Si, me sentare. Me canso con mucha facilidad estos dias. Y si, creo que puedo pasar sin el manto. La habitacion parece bastante caldeada. Tengo que cuidarme de pillar un resfriado…
Apenas oi lo que decia, porque cuando encogio los hombros para dejar caer el pesado manto, vi lo que llevaba debajo, no la tunica de esclavo, sino una toga. ?Tiron vestia como un ciudadano! Le mire la mano y vi con claridad que llevaba un anillo de acero como el que llevan los ciudadanos, como el que llevaba yo mismo.
– Pero Tiron, ?cuando ocurrio?
– ?Que? -Cuando vio hacia donde dirigia mi mirada, sonrio. Jugueteo con los dedos como si aun no estuviera acostumbrado al anillo-. Ah, esto. Si, un cambio en mi condicion social. No pasa de ser una formalidad en muchos aspectos. Hago el mismo trabajo, sirvo al mismo hombre… Por supuesto, ahora me es mas facil tener propiedades…
– Tiron…, ?ya no eres un esclavo! ?Eres libre!
– Si. -Parecia casi avergonzado.
– Bueno, Ciceron se ha tomado su tiempo en decidirse. Tu y yo hablamos de tal posibilidad la primera vez que nos conocimos. ?Recuerdas?
– No muy bien. -Enrojecio un poco y entonces me di cuenta de su anterior palidez.
– ?Que decias antes acerca de coger un resfriado y cansarte con facilidad? Tiron, ?te pasa algo?
Nego con la cabeza:
– Claro que no. Ya no.
Le mire con escepticismo.
– Estuve enfermo -admitio-, pero eso fue el ano pasado. Para serte franco, muy enfermo. Mi salud ha estado… de alguna manera erratica… durante los ultimos anos. -Sonrio-. Supongo que esa es una de las razones por las que Ciceron me manumitio el ano pasado; entonces parecia como si pudiera ser el caso de ahora o nunca. Pero ahora me encuentro mucho mejor. Hubiera deseado una recuperacion mas rapida, pero al menos ya no tengo que andar con el baston. Los medicos dicen que no hay
Lo mire con otros ojos. Lo que habia interpretado como expresion altanera se debia simplemente a la delgadez extrema de sus mejillas. Hice un calculo mental y me di cuenta de que debia de rondar los cincuenta anos. De repente dejo ver la edad que tenia; tenia mas canas de las que yo habia pensado y ya tenia una calva en la coronilla. Una especie de entusiasmo infantil aun chispeaba en su mirada, pero la luz del fuego tambien capto el brillo atormentado de un hombre que habia conocido una enfermedad grave. Con todo, tambien parecia un hombre satisfecho consigo mismo y su posicion en el mundo; sus modales francos y pausados exudaban un aire de refinamiento y de satisfaccion consigo mismo. Y ?por que no? El esclavo aninado que habia llamado a mi puerta tantos anos antes como mensajero de un senor desconocido era ahora un ciudadano libre y la inapreciable mano derecha del orador vivo mas famoso. Tiron habia conocido a hombres formidables y recorrido el mundo al lado de Ciceron. Habia ayudado a dirigir el gobierno cuando Ciceron era consul. Era celebre por propio derecho, despues de haber inventado una forma de escritura abreviada por medio de la cual un copista podia transcribir un discurso palabra por palabra tan rapidante como se hablaba; a todos los empleados del Senado se les exigia aprender taquigrafia tironina.
– ?Por que has venido hoy a mi casa, Tiron?
– En nombre de Ciceron, por supuesto.
– Podia haber venido el mismo.
– Ciceron se ha quedado en su casa -dijo recalcando solo ligeramente la ultima palabra.
– Lo mismo que hago yo. ?Que querra de mi?
– El mismo te lo dira.
– No creera que voy a aceptar ayudarle.
– Pero si no sabes lo que quiere.
– No importa. Le pague con creces el favor que le debia por ayudarme a adquirir la hacienda en Etruria hace anos. Desde entonces…, dejame que te sea franco, Tiron…, desde entonces, cada ano que ha pasado, Ciceron ha caido cada vez mas bajo en mi estima, y no es que piense que esta signifique algo para Ciceron. Pero tengo mis normas, aunque sean humildes. No pretendo ir corriendo simplemente porque Ciceron crea que puede utilizarme una vez mas.
El rostro de Tiron permanecia impasible, lo cual me decepciono. Supongo que esperaba que parpadeara, o suspirara, o moviera la cabeza. Se limito a replicar con voz desapasionada:
– Tu opinion sobre Ciceron es erronea, por supuesto. Lo juzgas mal. Muchos hombres lo hacen. Eso siempre me confunde. Pero trabajo con el cada dia. Entiendo cada' matiz de su pensamiento. Otros no son tan privilegiados. -Me miro fijamente-. ?Que?, ?nos vamos?
Casi me eche a reir.
– Es que no me has oido, Tiron?