– Aun no -dijo Ciceron-. Todavia estamos trabajando las ideas basicas. Puedes sernos de mucha ayuda, Gordiano. -No estoy seguro de que quiera serlo.

– Yo creo que si -replico lanzandome una mirada que debia de ser familiar para Celio y todos los que habian sido sus protegidos y discipulos. La mirada decia «No me decepciones»- Miranos aqui, recluidos en mi despacho, incapaces de dar un paso fuera de casa sin una tropa de gladiadores que nos proteja. Estamos ciegos y sordos. Contamos con un corazon valiente y orgulloso (aqui Milon), una lengua elocuente (Celio) y una mano para escribir (Tiron). Y quizas una cabeza fria (yo mismo). Pero carecemos de ojos, de oidos. Es un asunto delicado calibrar el humor de la gente en las calles. Alguien debe mirar. Alguien debe escuchar. Los errores en epocas de crisis como esta pueden ser…

No pronuncio la palabra «desastrosos». Hablar de desastre atraeria los malos augurios. Ademas, todos los que estabamos en el cuarto comprendimos con exactitud lo que queria decir. Por amargas experiencias, Ciceron sabia muy bien lo que puede suceder cuando la plebe se vuelve contra un hombre.

– Unicamente quiero conocer tu opinion acerca de algunas cosas, Gordiano. La carrera para llegar a consul, por ejemplo. Parece como si por fin los comicios fueran a celebrarse. ?Cual dirias que es la opinion que el pueblo tiene de la candidatura de Milon?

Me quede mirandole sin saber que decir.

– ?Y bien? ?Las oportunidades de ganar; son mejores o peores que antes? Es una pregunta bastante sencilla.

– Si, pero no me puedo creer que esperes una respuesta seria. Milon golpeaba con nerviosismo su copa vacia en el brazo del sillon: -Quiere decir que es inutil.

– ?Es eso lo que quieres decir, Gordiano? -Ciceron me dirigio una mirada preocupada.

Carraspee:

– Clodio esta muerto. Alguien lo mato con gran violencia; yo mismo vi el cuerpo.

– ?Lo viste? ?Donde? -dijo Milon bruscamente.

Mientras dudaba si comentarles o no mi visita a la casa de Clodio, Ciceron me ahorro la decision con su intervencion.

– Gordiano vio el cuerpo desde su azotea, lo mismo que hice yo desde la mia. Milon, ya te he contado como pasearon el cadaver por todo el Palatino.

– Si, lo vi desde mi azotea -dije. Al fin y al cabo, no mentia-. Y si algun romano no lo vio, seguramente ha oido hablar de ello.

– Y ?que dice la gente del asunto? -pregunto Ciceron.

– ?A que te refieres?

– ?Como creen que murio Clodio? ?A quien consideran culpable?

Si Ciceron deseaba fingir que era obtuso de mente, le daria el gusto.

– Lo que se oye en boca de todos es que Milon lo mato. O los hombres de Milon.

– ?Donde?

– En la Via Apia. Cerca de Bovilas.

Ciceron asintio con aire pensativo:

– ?Como?

Hice una pausa:

– A juzgar por las heridas, yo diria que utilizaron dagas. -Recorde la herida punzante en el hombro-. Quizas tambien una lanza. Y podian haberlo estrangulado.

– ?Has debido de ver el cuerpo mas de cerca que yo! -dijo Ciceron.

– Quizas mis ojos esten mas preparados para distinguir semejantes detalles.

– Pero ?no has oido detalles reales del… fatal incidente… y como sucedio?

– No.

Celio asintio energicamente:

– Como la mayoria de la gente, me apuesto algo. ?Como podian haber oido los detalles? ?Quien podria proporcionarlos?

Milon se masajeaba la incipiente barba con una mano mientras con los dedos de la otra tamborileaba sobre la copa:

– Aun asi, los rumores proliferan como maleza entre las grietas. Si una historia tiene un agujero, la gente lo llenara con cualquier cosa que encaje.

?Has oido rumores, Gordiano? -dijo Ciceron-. ?Sobre una lucha, una emboscada, un accidente?

– He oido toda clase de rumores. Una emboscada, una lucha, un asesino en solitario, un traidor entre los hombres de Clodio…

– Creo que eso es esperanzador -convino Celio, que volvio a sentarse enarcando una ceja. Alargo la copa de vino y un eslavo se apresuro a llenarsela-. El pueblo no se ha decidido. Todavia existe una oportunidad de contarle nuestra version de la historia. Pero tendremos que hacerlo deprisa. Las habladurias se fijan como argamasa en las cabezas de la gente. Una vez que se endurece, se ha de cincelar para quitarla. Mejor verter primero en sus oidos tus propias habladurias.

Y, claro, esta el incendio -anadio Ciceron-. Seguramente eso habra abierto de cuajo algunas cabezas duras. La gente que era hostil a Milon seguramente atendera ahora a razones. Unicamente los lunaticos mas radicales podrian ponerse del lado de la banda de piromanos contra Milon. -Suspiro, exasperado-. No entiendo por que la muerte de Clodio deberia provocar semejante controversia, excepto entre el pequeno nucleo de sus seguidores mas fervientes. Cualquier hombre sensato puede ver que Roma esta mejor sin sinverguenzas. ?Es tan evidente! Si nos presentamos ante el pueblo y decimos «Si, Milon mato a Clodio», ?no estamos diciendo simplemente que Milon es un heroe? ?Estamos ante todo proclamandole como salvador de la Re publica!

Ciceron me miro para ver mi reaccion. Respondi con cautela:

– No puedo hablar en nombre de la mayoria, pero creo que hay muchisimos romanos que estan simplemente cansados de todo este caos y este desorden…

– Exacto -dijo Ciceron-, y era Clodio el que andaba detras de todo ese desorden al fomentar la inquietud entre el populacho, al trastocar el orden natural de las cosas. Librate de Clodio y ya estaras a medio camino de librarte del caos. Tiron, copia esto: Librate de Clodio…

– ?No estas yendo demasiado lejos? -dijo Celio moviendo la cabeza-. El principio suena como a regodeo. Incluso puede que los que se alegren del final de Clodio tengan serias preocupaciones acerca de las circunstancias de su muerte. No puedes pretender hacer de Milon un campeon de la ley y el orden si al mismo tiempo afirmas orgullosamente que quebranto la ley matando a un hombre.

– Ah, pero todo eso se ve de otro modo si demuestras que Milon fue victima de una emboscada y que simplemente se defendio -dijo Ciceron agitando un dedo.

– ?Fue una emboscada? -dije mirando a uno y a otro- ?Querian matar a Milon?

Tiron, ocupado en garabatear en su tablilla, no levantaba la cabeza. Los demas me miraron con curiosidad.

Ciceron se animo:

– ?Tu que crees, Gordiano? ?Resulta creible que Clodio le tendiera una emboscada a Milon en la Via Apia?

Me encogi de hombros:

– Todo el mundo sabia el odio que se tenian los dos.

Celio me miro con escepticismo. Me senti como un testigo al que se vuelve a interrogar para comprobar sus anteriores declaraciones.

– Pero entonces, ?no es igualmente probable que Milon fuera el que planeara una trampa para Clodio? ?Y si lo que ocurrio fue que las dos bandas se cruzaron en la Via Apia de forma absolutamente casual? ?Te pareceria eso creible?

– Quizas. Pero la gente se cruza en la carretera todo el tiempo sin que nadie acabe muerto.

Celio se echo a reir:

– ?Ha dado en el clavo!

Ciceron junto las yemas de los dedos con fuerza:

– Pero los accidentes ocurren. Un hombre no puede controlar siempre a sus esclavos, principalmente a gladiadores que han sido entrenados para protegerle y para reaccionar al primer atisbo de peligro. Tiron, anota:

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