Milon necesita liberar a determinados esclavos, que de otro modo podrian verse obligados a testificar bajo tortura. Los esclavos pueden ser torturados, pero no los libertos. En el peor de los casos…
– Quieres decir, si se llevara el caso a juicio -aclare.
Milon gruno. Las yemas de los dedos de Ciceron entrechocaban.
– Estoy convencido de que Milon sera, a pesar de todo, elegido consul. ?No se merece menos por sus servicios al Imperio! Con todo, debemos estar preparados para posibilidades menos satisfactorias.
– Te refieres a un juicio por asesinato. ?Que tendria que temer Milon del testimonio de sus esclavos?
Ciceron considero la pregunta:
– Gordiano hace una buena observacion. Si Milon espera y libera a los esclavos en el momento equivocado, podria parecer malo. Cuanto antes, mejor, creo yo.
– Siempre se puede decir que fueron manumitidos por gratitud, como recompensa -sugirio Celio-. Despues de todo, le salvaron la vida.
– ?Lo hicieron? -dije.
– Eso es lo que diremos -dijo Celio mirandome como si fuera un simplon.
Movi la cabeza, asqueado:
– Unicamente hablais de las apariencias y nada mas, ?no? Sobre esta o aquella version hipotetica de lo que podria o no haber sucedido y de si la gente lo creera o no. ?Por que no escribis una comedia tambien?
– Comedia mejor que tragedia -dijo Celio sarcasticamente.
Ciceron me miro pensativamente:
– Somos abogados, Gordiano. Esto es lo que hacemos.
Menee la cabeza, desazonado.
Ciceron se percato de mi insatisfaccion.
– A ver, ?como diria yo esto? -dijo-. Tu naturaleza y la mia son diferentes. La verdad tiene un significado distinto para ti; tu pareces creer que importa en si y por si misma. Pero la verdad que anhelas es una ilusion. Buscar la verdad es un pasatiempo ideal para los filosofos griegos que no tienen otra cosa mejor que hacer, pero nosotros somos romanos, Gordiano. Tenemos un mundo que gobernar.
Me observo largamente y se convencio de que aun me resistia:
– Gordiano, los proximos dias y meses son absolutamente criticos para que sobreviva todo lo decente y honrado que queda en la ciudad. Viste lo que hicieron ayer. La locura, la destruccion, la profanacion sin sentido. ?Puedes verte a ti mismo entre ese gentio? ?Claro que no! ?Puedes imaginarte como seria Roma si se permitiera que gobernara gente de esa calana? ?Una pesadilla! Puedes ver, sin duda, donde esta tu propio interes.
Observe con atencion los rostros uno a uno. Ciceron, con una sonrisa estudiada; Tiron, ocupado con su estilo; Celio, con aspecto sombrio pero dispuesto a reir socarronamente, y Milon, sacando la mandibula como un nino testarudo con ganas de pelea.
– Pero ?que ocurrio realmente en la Via Apia? -pregunte.
Como respuesta, recibi unicamente miradas vacias, antes de que Ciceron cambiara de tema muy sutilmente y en seguida, con gracia y firmeza, dejara bien claro que mi visita habia llegado a su fin.
Abandone la casa de Ciceron sin una respuesta satisfactoria a mi pregunta y, a decir verdad, sin una idea clara del motivo por el que me habia llamado. Ni el propio Ciceron parecia saber con exactitud lo que queria de mi, solo que yo debia estar al margen. Tenia la vaga sensacion de que fuerzas opuestas guiaban sus designios y me preguntaba que posicion exacta ocupaba yo en aquella trama.
Capitulo 7
El asedio a la casa del
Los templos y los comercios del Foro cerraron sus puertas. Cada dia se formaban grandes aglomeraciones para mirar atontadas las chamuscadas ruinas del Senado. Unos lloraban; otros vitoreaban; las peleas y los enfrentamientos verbales eran corrientes. Unos visitantes ponian flores en los escalones. Otros desparramaban las flores y las pisoteaban.
Los asuntos del Estado se estancaron.
La vida continuaba, no obstante. Bethesda envio a sus esclavas al mercado a comprar lo que necesitaba para la comida. Tardaron mas de lo normal por tener que dar mas vueltas para encontrar lo que buscaban, pero regresaron con los cestos llenos. Belbo fue a buscar un par de sandalias que habia mandado reparar y me informo de que el trabajo en la calle de los zapateros seguia mas o menos como siempre. La gente se ocupaba de mantener la labor cotidiana para ganarse el sustento y el pan de cada dia, pero con una sensacion de terrible expectacion. Roma tenia el aire aturdido de un hombre que avanza obstinadamente por un camino oscuro y desconocido mientras lanza miradas llenas de inquietud hacia atras, esperando que algo terrible ocurra.
Eco me visitaba cada dia.
– Estan los tres locos, si creen que el tipo ese tiene todavia oportunidad de ser elegido consul -dijo cuando le conte mi peculiar entrevista con Ciceron, Celio y Milon-. Pero Ciceron tiene razon en una cosa: los clodianos fueron demasiado lejos cuando quemaron el Senado. Perdieron la simpatia de la gente imparcial. El asesinato es un ultraje, pero el fuego espanta a la gente hasta hacerla perder el juicio.
– El fuego es signo de purificacion -sugeri.
– Quizas en un funeral, o en un poema. Pero cuando se empieza por quemar edificios, el fuego significa destruccion indiscriminada. Purificar el imperio puede sonar a idea elevada en un discurso, pero no cuando la gente empieza a quemarse. Cuando los reformadores se vuelven violentos, aterrorizan al pueblo.
– Para que los que tengan algo que perder prefieran que las cosas permanezcan como estan.
– Ese es uno de los resultados.
– En ese caso, quizas si le quede a Milon una oportunidad de ser elegido consul.
– Jamas. Esta involucrado en la muerte de Clodio.
– Acerca de la cual aun no tenemos ningun detalle concreto -dije al tiempo que me frotaba la barbilla, preocupado-. Entonces, tu crees que los votantes haran consules a Ipseo y Escipion. Pero ?la muerte de Clodio no los salpica tambien a ellos? Tenian el apoyo de Clodio y ahora el pueblo tiene miedo de los clodianos.
– Si, pero a Ipseo y Escipion se les considera como hombres suyos. No los asociaron con el incendio del Senado.
– Pero aun asi, siguen siendo unos provocadores. Mira si no el bloqueo que levantaron en tomo a la casa de Lepido. Seguro que no son mas aceptables para la gente imparcial de lo que lo fue Clodio.
Eco me miro con aire circunspecto.
– Si Milon esta excluido… y lo estan tambien Ipseo y Escipion…
– ?No lo digas!
Pero lo hizo:
– El pueblo se volvera hacia Pompeyo.
Pompeyo estaba en la mente de muchas personas aquellos dias, incluyendo a su viejo aliado Milon.
El quinto y ultimo dia que Lepido fue
Un
Roma no tenia consules por entonces. Pero contaba con diez tribunos, como era costumbre. Algunos se mantenian muy ocupados.
El funeral de Clodio o, mejor dicho, la reunion que tuvo lugar en el Foro para oir los elogios sobre Clodio y ver quemar su cadaver, habia sido un