Celio sonrio:
– Pero ?como, si no, podremos ver que ideas flotan y cuales se hunden como piedras?
– Podeis hacerlo cuando me haya marchado.
Tiron torcio el gesto, desaprobando mi groseria.
– ?Por que has aceptado venir, Gordiano? -dijo Ciceron-. Pense que quizas Tiron te habia convertido con su elocuencia.
– ?Convertirme a mi? Pero ?no habias dicho que tu y yo estabamos del mismo lado, Ciceron?
– Y lo estamos, lo que pasa es que tu aun no te has dado cuenta. -Entrelazo los dedos detras de la cabeza y sonrio.
– No seas tan prepotente, Ciceron. Me has pedido que viniera. Aqui estoy. ?Por que he venido? Me acerque al brasero y extendi las manos sobre las llamas-. Porque es una noche fria en Roma y hace frio fuera. Como cualquier otro, anhelo el calor y la luz. Sobre todo la luz. Los motivos que me han hecho venir aqui son totalmente egoistas. Quiero mas iluminacion por el sendero que piso, cualquier resplandor que me ensene el camino. El conocimiento es fuego. Arde bien en esta casa. Pero ahora mismo parece desprender mucho mas humo que luz.
Ciceron se encogio de hombros con aire benevolo:
– Bueno, entonces, quizas tu puedas arrojar algo de luz para mi, Gordiano.
– Quizas.
– Creo que hoy has ido al
Sacudio la mano como para quitar importancia al asunto.
– Uno ve cosas, oye cosas.
– ?Como?
– Uno tiene ojos y oidos.
– Espias, quieres decir.
Se encogio de hombros.
– Digamos que muy poco de lo que sucede en el Palatino me pasa inadvertido. Pero hay sitios adonde mis ojos y mis oidos no pueden ir. No sin peligro, al menos. No sin que se advierta mi presencia.
– ?Como por ejemplo un
– ?Tres?
– Pompeyo, Planco y Salustio.
– ?Salustio tambien? Crei que ya habia sentado la cabeza. -Ciceron se daba golpecitos en la barbilla con aire pensativo.
– No es una buena senal -dijo Celio-. Salustio es el cauteloso de los tres. Si ha decidido comenzar a provocar amotinamientos con los otros…
– No incitaba a ningun amotinamiento -dije-. Termino con una marcha a la casa de Lepido.
– ?Una marcha? -dijo Ciceron-. ?Puede que comenzara como tal, pero cuando llegaron alli, ya era un asalto en toda regla! -Se levanto y se puso a dar vueltas por la habitacion-. ?No presenciaste en persona el ataque, Gordiano?
– Claro que no. Me fui a mi casa y atranque las puertas.
En ese caso, te contare lo que ocurrio. La chusma subio hasta el Palatino y se unio a sus camaradas en la barricada; una vez todos juntos, se precipitaron hacia la casa de Lepido y derribaron la puerta. Utilizaron los adoquines del empedrado que habian arrancado antes de la calle. Rompieron el pestillo y la tranca la hicieron astillas. Toma nota, Gordiano, la proxima vez que atranques tu puerta de noche y te vayas a dormir pensando que estas a salvo: ninguna casa es segura mientras haya gente decidida a entrar. Lo saquearon todo. Volcaron los bustos de los antepasados de Lepido, aplastaron los muebles, desgarraron los telares protocolarios del vestibulo (quien se lo iba a decir a las damas patricias, que estaban tejiendo un apacible diseno para el futuro de Roma). Las pobres mujeres salieron corriendo, gritando despavoridas.
»La multitud probablemente intentaba agarrar a Lepido y obligarle a dirigir una especie de farsa electoral alli mismo. Nadie duda de cuales habrian sido los candidatos elegidos por la chusma, ?verdad? Ipseo y Escipion, los antiguos aliados de Clodio. ?Como si tales actos tuvieran alguna legitimidad! ?Que los dioses ayuden a Roma cuando llegue el dia en que los hombres sean elegidos para gobernar un imperio siguiendo el capricho de una masa encolerizada!
»?Afortunadamente, Milon estaba preparado! -Ciceron se dio golpecitos en el craneo-. ?Siempre pensando, siempre vigilante! Milon esperaba que algo parecido ocurriera el ultimo dia de Lepido en su cargo de
Ciceron parecia hablar con el corazon, sinceramente ultrajado por el ataque a Lepido, sinceramente deslumbrado por el ardor patriotico de su amigo. Pero claro, me recorde a mi mismo, forma parte de su profesion ser capaz de hablar sin aparentar artificio, de modular la entonacion sincera, de emocionar a sus oyentes en contra de su voluntad.
Me aclare la garganta:
– ?Es cierto lo que dicen acerca de Milon y Pompeyo?
Ciceron fruncio el ceno y parecio confuso ante el repentino cambio de tema. Celio alzo una ceja con aire de curiosidad.
– ?Se ha vuelto Pompeyo un peligro para el Imperio? -pregunte-. ?Es por eso por lo que Milon piensa en suprimirlo, como se hizo con Clodio… por el bien de Roma? ?Pretende estrangular a su general con sus propias manos? No es extrano que Pompeyo no le permita entrar en su villa.
Ciceron fruncio el entrecejo.
– ?Ha sido eso lo que se ha dicho hoy en el
– Eso fue lo que realmente excito a la multitud. Dijeron que Milon solicito audiencia a Pompeyo y que este se nego a verle. Con ello se daba a entender que Pompeyo temia por su vida, y por buenas razones.
– ?Que? -Ciceron estaba horrorizado, o fingia estarlo.
– Cito al tribuno Pompeyo: «Fue Milon el que proporciono un cuerpo para incinerar en el Senado. Y sera Milon el que proporcione otro para enterrar en el monte Capitolino».
– ?Absurdo! -Ciertamente no parecia haber nada teatral o premeditado en la forma en que Ciceron profirio la palabra-. ?Los agitadores diran cualquier cosa
– No especialmente. Hubo voces discrepantes entre la multitud. Era un grupo mixto. Un gran numero de personas de todas clases estiban interesadas en oir lo que los tribunos tenian que decir. Yo mismo estuve alli.
– ?Y aun asi la multitud se dejo convencer con semejante disparate?
– Estaba mas que convencida, Ciceron, por lo que me has contado acerca del ataque a la casa de Lepido. Entonces, ?es completamente falso lo que dicen sobre Milon y Pompeyo?
– ?Por supuesto!
– Bueno, quizas no
