en que fue asesinado, en la antecamara donde los politicos se habian reunido para evaluar el desastre. Al dia siguiente, los dos encabezaban la procesion por el Palatino y el Foro. Fueron sus discursos los que inflamaron los animos de la multitud. Pompeyo y Planco eran los mismos tribunos que habian obstaculizado el nombramiento de un interrex a principios del nuevo ano y, como consecuencia, habian retrasado los comicios en un momento en que Milon se sentia seguro de la victoria.

Acudio una gran multitud al contio el ultimo dia que Lepido fue interrex. Cuando Eco llego a mi casa aquella manana para anunciarme su intencion de asistir, decline la oferta de acompanarle, al principio. Seria una insensatez salir en semejante momento, argumente, aunque fueramos con guardaespaldas. Pero la atraccion del Foro era demasiado intensa. Durante cuatro dias, excepto el que visite a Ciceron, habia permanecido casi por completo en mi casa. Mi inquietud aumentaba. En epocas de crisis o jubileo, hay algo en la sangre de un romano que le empuja inexorablemente a unirse a grandes tropeles de conciudadanos para escuchar los discursos de otros ciudadanos bajo el cielo abierto, donde tanto los hombres como los dioses pueden ver y oir.

Eco insistio en que nos abrieramos paso hacia la parte delantera. Llevabamos puestas las togas, como convenia a la ocasion; los guardaespaldas de Eco iban vestidos con tunicas y mantos. De ahi que a menudo se pueda decir a primera vista, en medio de una multitud variopinta, quien es ciudadano y quien el esclavo que asiste al ciudadano.

Arriba en el estrado, a Planco y Pompeyo se les habia unido su colega tribuno Salustio, a quien habia oido antes en casa de Clodio argumentar que nadie mas que Clodio podia controlar a las masas. Habia advertido sobre un bano de sangre. Pero aparentemente se habia reconciliado con los esfuerzos agitadores de sus colegas tribunos y habia decidido unirse a ellos. Los tres se dirigieron a la muchedumbre no con discursos formales, sino alternandose adelante y atras, como si mantuvieran entre si una conversacion o un debate y solicitaran la reaccion de sus conciudadanos.

No se trataron las circunstancias exactas del incidente ocurrido en la Via Apia. Yo ya empezaba a encontrar exasperante aquella falta de detalles, pero nadie mas entre la multitud parecia darle importancia o ni siquiera parecia advertirlo. Se habia dado simplemente por supuesto que Milon y sus secuaces habian asesinado a Clodio a sangre fria. El asunto era que hacer al respecto. Lo principal, convinieron todos los oradores, era convocar elecciones consulares en seguida. En cuanto Ipseo y Escipion accedieran al cargo, se podria castigar a Milon como correspondiese.

– Pero ?que pasa con el rumor de que Milon esta preparando un ejercito? -grito alguien entre la multitud.

– Si se propone la insurreccion -dijo Salustio-, entonces es aun mas importante que se elijan consules en seguida, con objeto de organizar una fuerza contra el para la defensa de la ciudad.

– Pero ?y que hay de los aliados de Milon que estan en la ciudad? -grito otro-. Dicen que cuenta con un arsenal secreto de todo tipo de armas. Podrian cortarnos el pescuezo mientras dormimos. Podrian incendiar nuestras casas…

– ?Ja! ?Vosotros, los incendiarios clodianos, no deberiais hablar de incendios! -dijo otro hombre. Hubo palabras asperas. Empezo una discusion violenta. Aunque tenia lugar a cierta distancia de nosotros, los guardaespaldas de Eco se pusieron tensos y estrecharon el circulo a nuestro alrededor. Los oradores del estrado hicieron caso omiso de la interrupcion.

– El hecho es -dijo Salustio-que Milon esta de vuelta en Roma.

La noticia provoco murmullos entre la multitud.

Un hombre situado detras de mi, lo bastante cerca para que el aliento le oliese a ajo, hizo bocina con las manos.

– ?Ese puerco sinverguenza volvio a Roma al dia siguiente de asesinar a Clodio! -grito-. Milon debia de estar en su casa la noche que fuimos a visitarle con nuestras antorchas. No lo voy a saber yo, que me lleve una flecha clavada en el hombro. -El hombre se abrio la toga a la altura de la garganta para presumir de los vendajes.

– ?Valiente ciudadano! -exclamo Salustio. Levanto los brazos en senal de saludo, lo que provoco una serie de vitores entremezclados con algunos abucheos-. Pero cualquiera que haya sido el paradero de Milon durante los ultimos dias, nosotros sabemos que esta en la ciudad desde ayer, pues fue ayer cuando Milon salio de su escondite para visitar a Pompeyo el Grande en su casa del monte Pincio.

La noticia hizo escapar otro murmullo entre la multitud. En la carrera para consul, Pompeyo habia dado su bendicion a Ipseo, que le habia servido en Oriente como oficial. Pero Pompeyo y Milon habian sido una vez aliados, y Pompeyo y Clodio habian sido enemigos a menudo. ?Podria ser que el Grande se hubiera visto inducido a apoyar el crimen de Milon y a prestar su apoyo al asesino? La implicacion de Pompeyo podria mover la balanza de forma concluyente, tanto a favor de Milon como contra el.

Salustio sonrio cuando leyo ansiedad e inseguridad en los rostros de la multitud, prolongando el suspense con su silencio.

– ?Os alegrara saber -dijo por fin- que Pompeyo el Grande se nego a ver al criminal, lo cual le honra!

El suspense se rompio con un estallido de vitores.

– Y mas que eso, envio un mensaje indirecto al sinverguenza, en el que le pedia cortesmente que se abstuviera de volverle a llamar, para no tener que negarse otra vez a verle. La perversidad de Milon es tan profunda que hasta el Grande teme que pudiera mancharle si llegara a rozarse con el.

El tribuno Planco se adelanto unos pasos. Hablo como si enlazara con la conversacion de Salustio, pero hizo que sus palabras se oyeran como solo los oradores expertos saben hacerlo.

– Me imagino que Milon se sentiria muy ofendido por la negativa de Pompeyo.

Me imagino que asi fue -convino Salustio-. Sabemos que Milon es un hombre que se ofende facilmente. ?Y ya hemos visto lo devastador que puede ser su resentimiento!

Planco simulo una expresion de espanto. Estabamos tan cerca del estrado que pude ver perfectamente lo mal que interpretaba su papel:

– Que insinuas, Salustio? ?Imaginas acaso que el propio Pompeyo podria estar… en peligro?

Salustio hizo un encogimiento de hastio, lo suficientemente exagerado para que el gesto pudieran captarlo los espectadores de las ultimas filas.

– Hemos visto que el monstruo no se detendra ante nada para apoderarse del Imperio. Clodio ya ha caido victima de su apetito sanguinario. Si Pompeyo se interpone en su camino ahora…

Hubo gritos entre la multitud:

– ?No!

– ?Nunca!

– ?Imposible!

– ?Milon no seria capaz!

– ?Que no seria capaz? -El tribuno Pompeyo, que se habia mantenido apartado, dio unos pasos al frente. Como miembro del clan de Pompeyo, reclamo la total atencion de la muchedumbre-. Os dire lo que pienso -dijo-. Fue Milon el que proporciono un cuerpo para incinerar en el Senado. ?Y sera Milon el que proporcione otro para enterrar en el monte Capitolino! -El significado era claro, pues ?quien sino Pompeyo podria ser merecedor de un sepulcro en el monte de los templos mas sagrados de Roma?

La multitud alzo los punos y comenzo a gritar, inundando a los oradores en el estrado, que parecian demasiado satisfechos para callarse y ceder la palabra al fragor de la multitud. ?Tramaba Milon matar a Pompeyo? Los tribunos no habian ofrecido siquiera una chispa de evidencia, pero la simple sugestion ponia frenetica a la gente.

El Foro semejaba una inmensa fuente de sonido. Chillidos individuales semejaban guijarros que atravesaban la multitud y retumbaban en los bordes. Todo fundido en un estruendo ensordecedor y confuso, hasta que en alguna parte entre la muchedumbre alguien empezo a gritar una consigna, a la que fueron uniendose cada vez mas voces hasta destacarse del griterio: «?Al trote, al trote! ?Etrusco el que no vote!». Era el mismo grito que se habia repetido durante varios dias alrededor de la casa del interrex Marco Lepido.

La multitud empezo a moverse. Como se inicio el movimiento, nunca lo entendi muy bien. No vi ninguna senal de los tribunos en el estrado. No oi ningun grito del gentio que incitara a nadie a encaminarse a la casa de Lepido. Quizas si hubiera estado observandolo todo desde la azotea de mi casa en lugar de estar en pleno barullo, podria haber visto y comprendido la dinamica de la turba (o tal vez no). Con la misma facilidad se podria comprender la misteriosa armonia de un enjambre de abejas en vuelo.

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