– Si -dijo Fulvia manteniendo la mirada en la lejania-. Pero ?donde estuvo anteriormente aquel dia?

– ?Estas diciendo que crees que tuvo algo que ver en la muerte de tu esposo?

Fulvia no contesto. Sempronia se agarro a la manta roja:

– ?El amigo trato de asesinar a Clodio con sus propias manos hace tan solo un ano!

Fulvia regreso de donde sus pensamientos la habian llevado:

– Mi madre exagera.

– ?Que exagero?

– ?Que significa todo esto? -dije.

– ?No te han contado nunca la historia? -dijo Fulvia-. Y yo que habia creido que habia corrido de boca en boca un chismorreo tan jugoso. Quizas por una vez la gente implicada logro mantener la boca cerrada. No fue motivo de escandalo, solo una disputa entre dos amigos, nada mas.

– ?Habria sido muchisimo mas si Antonio hubiera conseguido su proposito! -dijo Sempronia.

– Pero no fue asi -insistio Fulvia.

– Quizas deberias explicarmelo -dije.

Fulvia asintio:

– Ocurrio en el Campo de Marte el ano pasado, en uno de los dias de los comicios que acabaron por cancelarse. Todos los candidatos estaban presentes arengando a sus partidarios. Segun me contaron, habia los arremolinamientos de siempre, algunas rinas, hombres con bolsas de dinero ofreciendo los sobornos de ultimo momento, algunas escaramuzas sin importancia. Ya sabes como es. Quiero decir que, al ser hombre, has debido de estar en los comicios y verlos por ti mismo. Quizas estabas alli aquel dia.

– No. En realidad, la ultima vez que vote en una eleccion consular fue hace diez anos, cuando gobernaba Catilina.

Sempronia se mostro repentinamente interesada: ?Votaste por Catilina?

– No. En realidad vote por un individuo que no tenia cabeza llamado Nemo.

Las dos mujeres me miraron con curiosidad.

– Es una historia larga. No tiene importancia. No, no estaba alli el dia del que me hablas, pero me imagino la escena. ?Que sucedio?

– Antonio y mi esposo tuvieron unas palabras -dijo Fulvia-. Segun tengo entendido, el intercambio empezo de una manera amistosa, pero no acabo igual. Publio fue siempre un poco impreciso en cuanto a quien decia algo a quien.

– Pero sabemos como acabo -dijo Sempronia en un tono que era igualmente desdenoso y divertido-, con Antonio sacando la espada y persiguiendo a Publio de un extremo a otro del Campo de Marte.

– ?Donde estaban los guardaespaldas de tu esposo? -pregunte.

– ?Aquellos guardaespaldas en particular? -dijo Fulvia-. No se donde andaban aquel dia, pero se donde estan ahora: trabajando en las minas. -Hubo un destello en sus ojos que por un momento tomo su mirada casi tan dura como la de su madre-. De todas formas, Publio escapo ileso.

– ?Salvo su dignidad! -dijo Sempronia-. Metiendose en el armario de alguna caseta del rio infestada de ratas, como un esclavo acobardado que huyera del latigo de su amo en una comedia de segunda categoria.

– ?Basta ya, madre! -Fulvia volvio su petrea mirada a Sempronia. El enfrentamiento entre las dos voluntades era casi palpable, como el sonido chirriante del acero contra la piedra de afilar. Sempronia se aplaco visiblemente, hundiendose bajo su manta roja. Fulvia, protectora de la dignidad de su esposo muerto, permanecia rigida en su asiento. ?Que clase de hombre habia sido Clodio para competir con ellas dos en lo cotidiano, y ademas con su hermana? No es extrano que se hubiera considerado digno de gobernar la ciudad, si habia aprendido a mantener el control en su propia casa.

– ?Sobre que discutian tu esposo y Marco Antonio?

– Ya te lo he dicho, nunca supe realmente por que comenzo el incidente.

– Pero alguna idea tendras, seguramente.

Fulvia se torno distante otra vez mirando por la ventana. ?Era calculada aquella oscilacion entre la claridad dura y pura y el abandono para tenerme constantemente en la cuerda floja o simplemente era asi por naturaleza? ?O era una especie de enfermedad provocada por la conmocion que le produjo la muerte de su esposo?

– No tienes por que preocuparte por los datos concretos, Gordiano. Lo unico que quiero es descubrir si Marco Antonio tuvo algun papel en lo que le ocurrio a Publio en la Via Apia.

– En primer lugar, creo que necesitaria determinar para mi propia satisfaccion que sucedio exactamente en la Via Apia.

?Quiere decir eso que aceptaras el trabajo?

– No. Tendre que pensar en ello primero. ?Cuando podras darme una respuesta? Me frote la barbilla:

– ?Manana?

Fulvia mostro su conformidad con un movimiento de cabeza.

– Mientras tanto -dije-, quiero -que me cuentes que sucedio exactamente aquel dia, todo lo que sepas. Quiero saber que hacia Clodio lejos de Roma, quien podia conocer sus movimientos, quien trajo el cadaver a Roma y como empezo la reyerta.

Fulvia respiro hondo.

– En primer lugar, el rumor de la emboscada es totalmente absurdo, a no ser que fuera Milon el que la tendiera a Clodio. En efecto, fueron los hombres de Milon los que comenzaron la lucha sin ningun tipo de provocacion. Mi esposo estaba totalmente libre de culpa. Y las atrocidades que cometieron los hombres de Milon despues en nuestra villa atemorizando a los sirvientes…

Una hora mas tarde, nuestra entrevista llegaba a su fina

Aun no me habia decidido a ayudar a Fulvia, aunque se habia mencionado una remuneracion en plata muy tentadora, especialmente si se tienen en cuenta los danos que habia sufrido mi casa y el hecho de que necesitaba mas guardaespaldas. Parecia que cuanto mas prospero me hacia, mas caro resultaba vivir (mejor dicho, mantenerse con vida). La simple necesidad hacia atractiva la oferta de Fulvia; tambien me proporcionaba la excusa para ir-metiendo las narices en el incidente que habia hecho estallar en llamas a Roma y habia llevado a la muerte de un hombre muy cercano a mi. Por otra parte, como siempre, habia que considerar el grado de peligro. Bethesda diria -que estaba loco. Lo mismo diria Eco, probablemente, antes de insistir en compartir conmigo el peligro.

Todas estas ideas rondaban por mi cabeza mientras volvia a casa en la litera, con Clodia a mi lado. Pero no estaba tan absorto en ellas como para no darme cuenta de su perfume y del calor de su pierna cuando se oprimia contra la mia.

– ?Has aceptado el encargo de mi cunada? -pregunto.

– Todavia no.

Llegamos a mi casa. Cuando me movi para salir de la litera, me agarro del brazo:

– Si aceptas, Gordiano, espero que compartas conmigo todo lo que puedas descubrir. Para mi es muy importante conocer todo lo posible acerca de la muerte de mi hermano.

Era la hora sexta del dia y ya tenia ganas de disfrutar de la comida del mediodia. Me encamine a la cocina, pero Davo se me acerco en el pasillo y me dijo que Eco estaba aguardandome. Deduje por la expresion de su rostro que alguien le habia renido muy severamente por dejarme salir sin el.

Encontre a Eco en mi despacho, y a Bethesda tambien. -Esposo, ?donde has estado?

– No te lo ha dicho Davo? Me han llamado para que atendiera un asunto.

La nariz de Bethesda se contrajo. Irguio la cabeza. Timidamente, me lleve la manga hasta la nariz y respire el debil aroma a nardo y a azafran.

– Clodia -declaro Bethesda-. Oh, ya lo sabia. Davo me conto que habia visto su litera.

– ?Que queria, papa? Eco parecia querer hacerme reproches casi tanto como Bethesda.

– En realidad… -comence, pero en seguida me interrumpio la presencia de Davo en la puerta.

– Otra visita, amo.

– ?Si?

– Dice llamarse Tiron…

Era como el viejo proverbio etrusco, pense. Nada de lluvia durante un mes y de pronto caen chuzos de

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