punta.
– … y dice que estas invitado a compartir la comida con Marco
Tulio Ciceron.
Y Eco esta tambien invitado, por supuesto -dijo Tiron asomandose de improviso por encima del hombro de Davo. ?Que habia sido de aquel esclavo retraido, de perfectos modales, al que nunca se le habria ocurrido tomarse la libertad de deambular solo por la casa de un ciudadano? Tiron se habia convertido en un liberto descarado, eso parecia, y en una prueba de la opinion general de que los buenos modales de la Republica se habian ido a Hades.
Yo
Y yo me muero de hambre -dije.
Bethesda se cruzo de brazos y no dijo nada. Puede que fuera imperiosa, pero al fin y al cabo, no era ni Fulvia ni Sempronia. Gracias a Jupiter.
Capitulo 11
Hombres armados hacian guardia a la puerta de la casa de Ciceron y patrullaban el tejado. Mas hombres se habian estacionado en el vestibulo. Me senti como si entrara en el campamento de un general.
En el comedor se habian cerrado los postigos para resguardarlo del frio. Una luz palida invernal se filtraba desde el jardin, calentada por el resplandor de las lamparas que colgaban. Ciceron ya estaba instalado en un triclinio con Marco Celio a su lado. Tiron nos hizo gestos a Eco y a mi para que tomaramos asiento en el triclinio de enfrente, que era lo suficientemente grande para que lo compartieramos los tres.
Celio tenia el aspecto pretencioso de siempre, lo cual me exasperaba, como siempre.
– Marco Celio, has ascendido en el mundo desde la ultima vez que te vi.
Enarco una ceja perezosamente.
– Quiero decir que ahora pareces un ciudadano libre. Cuando nuestros caminos se cruzaron en el Foro (en aquel cobertizo que habia detras del templo), os tome a ti y a Tito Anio Milon por esclavos fugitivos.
Ciceron y Tiron fruncieron el entrecejo. Eco me echo una mirada con aire dubitativo. La cara de Celio se convirtio por un momento en una mascara inexpresiva para luego prorrumpir en carcajadas.
– ?Oh, Gordiano, ojala hubiera tenido yo esa ocurrencia! «Celio ha ascendido en el mundo.» -Meneo el dedo-. Si uno de mis tribunos rivales lo utiliza contra mi, sabre que te habras dedicado a escribir los discursos para el enemigo.
– A Gordiano no se le ocurriria nunca hacer tal cosa, seguramente -dijo Ciceron sin quitarme los ojos de encima-. ?Que os parece si nos sumergimos directamente en la comida? Puedo oir desde aqui como os cruje el estomago. Me temo que sea solo una comida sencilla. El cocinero dice que es imposible encontrar provisiones en los mercados. De todas formas, nos conviene mas seguir una dieta sencilla. -Ciceron padecia dispepsia cronica desde que lo conocia.
Aun asi, el condumio estuvo soberbio. Una sopa de pescado con pasta hervida seguida de trozos de pollo asado envuelto en hojas de parra adobadas con una aromatica salsa de comino. Ciceron habia aprendido a apreciar los placeres mas exquisitos que correspondian a un hombre de su condicion.
Comio sin embargo con cautela, examinando cada cucharada y cada tajada antes de metersela en la boca, como si pudiera decir por el aspecto que bocado podria provocarle indigestion.
– Hablando de ascender (o descender) en el mundo, Gordiano, me da el corazon que aceptar subir a la litera de determinada dama estos dias haria pensar a mucha gente que el pasajero se ha rebajado considerablemente
– ?Como es eso posible? Una litera va adelante y atras, Ciceron, no arriba y abajo.
A Celio le entro la risa.
– Eso depende del que vaya en la litera con ella.
Ciceron miro a Celio con perspicacia:
– Un comentario nada prudente, amigo mio, teniendo en cuenta tu historia con la dama en cuestion. O el papel que desempenaste en ella…
?Escarmiento! -dijo Celio atragantandose casi con un pedazo de pollo por soltar la palabra antes que Ciceron. Deduje que era una especie de juego entre ellos dos, hacer retruecanos a costa de sus enemigos, sobre todo los Clodios.
– Imagino que te estas refiriendo a mi visitante de hoy.
– La dama que te llevo -dijo Celio.
?Como es que siempre sabes quienes me visitan, Ciceron? Me disgustaria mucho pensar que mi casa esta vigilada.
Ciceron dejo la cuchara en el plato.
– ?En realidad, no, Gordiano! Vivimos en la misma calle. Tengo esclavos y visitantes que van y vienen todo el dia. Todos conocen la litera de la dama. Todo el mundo la conoce. No podria aparcar ese trasto delante de tu casa sin que nadie lo notara. -Volvio a coger la cuchara y jugueteo con ella-. Pero lo que resulta curioso es que tuvieras que irte con ella. No se adonde, asi que, como puedes ver, no tengo a nadie vigilandote, si no, ya te habrian seguido.
– Pero te gustaria saberlo.
Solo si tu quieres decirmelo.
– En realidad, no fue la dama en cuestion la que… bueno, tiene un nombre, ?no?, ?por que no usarlo entonces? Si, me fui en la litera de Clodia, pero no era ella la que me queria.
– Lastima -dijo Celio.
– Ah, ?si? No lo sabia. -El tono mordaz que emplee me sorprendio. Estuve a punto de anadir: «Si compartir la cama con ella es tan especial, ?por que la enganaste como lo hiciste?»- Clodia actuaba unicamente de correveidile. Me llevo a casa de su cunada, si deseas saberlo.
– Entiendo. -Ciceron no parecia sorprendido. ?Habria mandado despues de todo a un espia para que siguiera la litera?-. ?Traicionarias su confianza si nos dijeras lo que Fulvia queria de ti?
– Queria mi ayuda en un asunto personal. Nada fuera de lo comente.
– Oh, lo dudo seriamente.
– ?En serio? Supongo que crees que ella deseaba que la ayudara en algo relacionado con la muerte de su esposo. Pero todos nosotros ya sabemos la historia que hay detras, ?no es cierto? El mismo Milon explico los acontecimientos en la asamblea de Celio para que lo oyera toda Roma; Clodio preparo una monstruosa emboscada y la marea se volvio contra el: uno de los esclavos de Milon acabo con su vida. Preguntale a Celio. El estaba alli. Oyo la historia igual que Eco y yo, aunque Milon fue interrumpido antes de que pudiera contarla entera. -Celio me devolvio la mirada, sin pestanear y con pocas ganas de broma-. No, Fulvia apenas dijo una palabra acerca de Milon, si es eso lo que estais pensando. Ni tampoco tenia mucho que decir sobre el amigo de Milon, Marco Antonio.
Ciceron parecio sinceramente asombrado.
– ?Antonio? ?Amigo de Milon? Dudo siquiera que se conozcan.
Mire a Celio, que parecia tan perdido como Ciceron (ninguna sonrisa reveladora, ninguna mueca de diversion secreta).
– Entonces debo de estar equivocado. Quizas he mezclado los nombres. Esto me ocurre mas a menudo a medida que me voy haciendo viejo. Tu eres tan solo un poco mas joven que yo, Ciceron. ?No te supone un problema acordarte de los nombres tal como son? ?Un hombre aprende tantos a lo largo de su larga vida! ?Adonde van a parar todos los nombres? Son como las palabras en una tablilla, solo se pueden encajar tantas, para luego tener que escribirlas cada vez mas pequenas hasta que las letras se vuelven ilegibles y los trazos se entremezclan' entre si. Algunas personas tienen un don especial para los nombres, supongo, o incluso un esclavo especialmente preparado para semejante tarea.
Ciceron expreso su conformidad con un gesto de cabeza.
– Tiron siempre ha tenido habilidad para recordar nombres. Me ha salvado muchas veces de meter la pata (todos esos votantes de los pueblos del interior que se ofenden si no recuerdas su arbol genealogico hasta el rey