Republica hacia la ruina.
Se quedo en silencio y alzo una ceja con aire ligeramente sorprendido… de si mismo, me di cuenta en seguida, por haber dicho mas de lo que pretendia.
– ?Y que se imagino Ciceron de tu visita a Fulvia? -prosiguio Pompeyo con insistencia.
Carraspee.
– Sentia curiosidad, al igual que tu, Grande.
– No estaria en cierto modo detras de tu visita, ?verdad? ?No? Pense que quizas te habia enviado alli el mismo de espia. Habria sido muy propio de el. Red de informadores encubierta, cartas anonimas, mensajes enviados por algun codigo secreto inventado por Tiron, informadores pagados, un espia acechando al de al lado. Como una arana que tejiera su tela en todas las direcciones. Habria salido un hombre diferente de haber tenido algun talento como militar. Mas accion y menos palabras. Sabueso, ?eres espia de Ciceron? -Volvio a desconcertarme con su penetrante mirada.
– No, Grande.
– Quizas lo seas y simplemente lo ignores.
Tal sugerencia me pillo totalmente desprevenido y me hizo sentir incomodo.
– Creo conocer ya todas las tretas de Ciceron. Pompeyo enarco una ceja.
– Es eso cierto? ?Ni yo mismo podria afirmar tal cosa! ?Que piensas del comportamiento de Ciceron? ?Por que apoya a Milon? ?Que gana con ello?
– Celio ha echado su suerte con Ciceron y Ciceron la ha echado con Milon.
– De lo cual se sigue que Celio es hombre de Milon.
– No estoy seguro de que Celio sea hombre de nadie.
– En eso estas totalmente en lo cierto, Sabueso. ?Y que piensas del propio Milon?
– Como ya he dicho antes, Grande…
– Si, ya se: «preocupado, enfadado e inseguro». Pero ?que piensas
– Le conozco desde hace muy poco, desde la muerte de Clodio.
– De veras? ?No hubo una relacion anterior?
– Nada.
– Pero si que hubo una antigua relacion entre tu y Clodio.
No. Hace unos anos hice un trabajillo para la hermana de Clodio. Hizo un gesto de asentimiento:
– Cuando Clodia ayudaba a la acusacion en el juicio contra Celio por asesinato. Tal vez recuerdes que hable en defensa de Celio.
– Si. Me temo que me perdi tu discurso.
– No fue bueno. Daba lo mismo; un buen discurso habria sido desaprovechado. Nadie lo habria recordado, no despues del discurso que Ciceron pronuncio aquel dia a favor de Celio (?o contra Clodia, deberia decir?). Entonces, Sabueso, ?formaste alguna vez parte de la cuadrilla de Clodio?
– Ni lo fui entonces ni lo soy ahora.
– ?Y tampoco formas parte de la de Milon?
– Tampoco.
Me evaluo durante un rato que me parecio larguisimo y despues se volvio a Eco.
– Y tu, ?que tal? ?De tal padre, tal hijo?
Eco carraspeo.
Ayude a mi padre cuando trabajo para Clodia, pero nunca conoci a su hermano. He ido hoy con mi padre a casa de Ciceron pero todavia no me he encontrado cara a cara con Milon.
?Y que me dices de tus lealtades?
– Soy el hombre de mi padre.
Pompeyo sonrio.
– Un hijo fiel se convierte en el mejor partidario de todos, ?eh, Sabueso? Pero ?y tu otro hijo? ?El que se fue a las Galias? ?No ha arrastrado consigo al resto de los Gordianos a la orbita de Cesar?
– Mi hijo Meton es un soldado fiel, pero mi familia no siente una especial devocion por Cesar.
Pompeyo me miro con curiosidad.
– ?Como te las arreglas para navegar con tanta independencia sin aplastarte contra las rocas?
– En mi opinion, Grande, si hubiera dejado que otro hombre timoneara mi nave, me habria estrellado contra las rocas mucho antes.
– ?Siempre sigues tu propio rumbo, Sabueso? Pero ?como? ?Posees algun conocimiento especial de las estrellas o navegas a ciegas hacia el futuro?
– Tan a ciegas como cualquier otro hombre, supongo. Tal vez sean las estrellas las que dirijan nuestro rumbo.
– Ah, si, conozco esa sensacion. Entonces crees que hay un destino aguardandote.
– Uno pequeno, tal vez.
– Mejor que no tener ninguno, imagino. -El Grande cabeceo como si la idea de no tener ningun destino, o solo uno insignificante, le resultara demasiado dificil de imaginar-. El destino es algo extrano. Fijate en Clodio, que ha acabado como cadaver ensangrentado en la magnifica via que su antecesor construyo; es casi demasiado apropiado, como una tragedia griega. Fijate en Milon. Supongo que el fin apropiado para el seria quedar atrapado en una especie de trampa y acabar devorado vivo por sus enemigos.
– No te comprendo, Grande.
– Si, hombre, como el legendario Milon de Crotona.
– ?Hay alguna historia relacionada con su muerte? Nunca me han interesado particularmente los atletas celebres.
– ?No? No podras entender realmente a nuestro Milon si no sabes nada acerca de su homonimo. El nombre que elige un hombre para si dice mucho de lo que piensa de si mismo y, en ocasiones, hacia donde se encamina. Seguramente no necesitaba senalar tales aspectos a un hombre que se llama a si mismo «Sabueso».
– Comprendo…, «Grande».
Pompeyo no pestaneo siquiera.
– Te contare, entonces, la historia de Milon de Crotona. Ven, vamos al balcon, que hace mas calor alli. Podemos sentarnos al sol. Hare que traigan vino caliente. ?De Albania o de Falerno? Yo prefiero el albanes, deja un regusto mas seco en la boca.
De modo que nos sentamos en el balcon sudoeste de la villa de Pompeyo en el monte Pincio, saboreando un vino de diez anos de solera mientras contemplabamos la ciudad a lo lejos. El incendio del monte Aventino parecia haberse extinguido. La enorme columna de humo habia sido interrumpida en la base y parecia flotar por encima de los tejados como un monstruo en una pesadilla. Un nuevo pilar de humo, mas denso y negro como el azabache habia aparecido en las proximidades de la Puerta de la Colina, lejos, a nuestra izquierda.
Pompeyo hacia girar el vino en la copa.
– Cuando nuestro Milon era joven, era todo un atleta. O eso dice el; despues de la tercera copa de vino se pone a fanfarronear sobre sus dias gloriosos de atleta, como haria un soldado sobre batallas pasadas. Gano muchas competiciones, especialmente como luchador. No se que clase de competicion para un nino que ha crecido en un pueblo como Lanuvio, pero Milon fue siempre el mas fuerte, el mas rapido, el mas decidido. Potente como un
»Si, hombre, sigue siendo tan vanidoso como un griego con su fisico. No exactamente el griego ideal (demasiado bajo y rechoncho), pero ciertamente se mantiene en forma. Le he visto desnudo en los banos. El vientre como un muro de ladrillo, hombros como catapultas de piedra. ?Podria abrir un cacahuete con las nalgas! -Pompeyo dejo escapar una sonora carcajada, que fue imitada quedamente por el vigilante que habia al extremo del balcon, que no podia evitar escuchar la conversacion.
Me di cuenta de que Eco y yo habiamos sido admitidos a una cierta intimidad con el Grande. Compartia con nosotros la clase de charla varonil que un comandante comparte a gusto con sus subordinados.
– De manera que cuando Tito Anio buscaba un nombre que darse a si mismo, eligio Milon. ?Te acuerdas del antiguo deber escolar sobre Milon de Crotona?
Como me quede sin expresion en la cara, Eco,