Imperio; ahora eran polvo.
Igual de magnificas eran las tumbas de los Claudios. La Via Apia era su carretera, o asi la consideraban, ya que habia sido construida por sus antepasados. Los Claudios fallecidos se apinaban en un grupo denso a lo largo del camino en sus tumbas de piedra labrada, como espectadores que se empujan para ver un desfile. Los Claudios seguian dejando su huella sobre Roma; Publio Clodio, adoptando la variante plebeya del nombre, habia sido el ultimo en dominar. Como Pompeyo habia observado, el hecho de que lo asesinaran en la carretera de sus antepasados habia sido un reves del destino del estilo tan querido por los autores melodramaticos y los retoricos sentimentales. La ironia podria algun dia proporcionar un tema para las redacciones escolares: «Apio Claudio Ceco construye la Via Apia. Doscientos sesenta anos despues, su descendiente Publio Clodio es asesinado alli. Compara y contrasta los exitos de estos dos hombres».
Al otro lado de las tumbas se amontonaban montanas de basura y escombros, pedazos de vasijas rotas, calzado desgastado, trozos de cristal, de yeso y de metal. Una ciudad tan extensa como Roma produce gran cantidad de desperdicios que han de ir a parar a alguna parte. Mejor es acarrearlo fuera de las murallas y amontonarlo en la ciudad de los muertos que dejarlo entre los vivos.
En el extremo mas lejano de la ciudad, donde las tumbas y los monticulos de basura disminuian y se distanciaban mas entre si y el campo comenzaba a ser campo de verdad, pasamos junto al monumento de Basilio. Nunca supe quien fue el tal Basilio o por que su tumba, construida como un templo griego en miniatura en la cima de una pequena colina, tenia que ser mas grande que las de los Claudios o los Escipiones. Las inscripciones son tan antiguas que resultan ya ilegibles. Pero la prominencia y la situacion del monumento lo convierten en una suerte de mojon. El monumento de Basilio marca el tramo mas distante de los vicios de la ciudad o la incursion mas lejana de la amenaza del campo, dependiendo del punto de vista. Tipos viciosos de todos los estilos se congregan alli. La zona es celebre por los robos y violaciones. De ahi que la advertencia que suele hacerse a un amigo cuando sale de viaje por la Via Apia sea: «?Ten cuidado cuando pases junto al monumento de Basilio!». Aquellas habian sido las penultimas palabras de Bethesda aquella manana. De momento, los unicos que se veian eran algunos desgraciados arracimados en torno a la base del monumento, encogidos bajo las asperas mantas y rodeados de vasijas de vino vacias. Probablemente eran tan desvalidos y desdichados como parecian; por otra parte, es fama que los bandidos se ocultan bajo tales disfraces.
Espolee al caballo, ansioso por dejar atras aquel lugar. Pero mientras apretabamos el paso, todos mis sentidos internos me decian que me estaba acercando al peligro, que no andaba lejos. Cuando habia insistido para que Pompeyo proporcionara vigilantes a mi familia en mi ausencia, el me habia ofrecido mas guardias para que nos acompanaran. Los habia rechazado. Sus hombres podian ser reconocidos. ?De que servia que me enviara a averiguar lo que los hombres de Pompeyo no podian, si la gente podia decir al primer vistazo que venia de parte de Pompeyo? Ademas, habia razonado yo, tres hombres saludables, armados y a caballo, que no ultrajaban a nadie, deberian tener poco de que preocuparse.
Las ultimas palabras que me habia dirigido Bethesda aquella manana (con algo que brillaba sospechosamente como una lagrima) habian sido: «Eres idiota». Esperaba que se equivocara.
Pasado el monumento de Basilio, la Via Apia se extiende como una cinta larga y recta en direccion al sur, con el monte Albano en el horizonte. El terreno a ambos lados es tan plano como una mesa, salpicado aqui y alla de arboles y casas remotas. Se podia ver a millas y millas de distancia. No habia nadie mas que nosotros viajando por la carretera aquella manana y ningun esclavo trabajaba en los campos de barbecho. Salvo algunas estelas de humo procedentes de los fuegos del hogar de las desperdigadas casas, no habia ninguna senal de vida. El aire fresco, el olor a tierra, el amplio vacio, el sol elevandose por encima de la larga hilera de las colinas de poniente, todo aquello me hacia sentir animado, contento de dejar tras de mi por un tiempo la ciudad con sus locuras. Pero uno de nosotros no parecia nada contento.
– ?Pasa algo, Davo? Ya pareces haberle cogido el tranquillo al caballo.
– ?Amo? No, el caballo es estupendo. -Incluso cuando hablaba, tensaba las riendas como si el animal pudiera escucharle y se encabritara y lo hiciera saltar por los aires.
– ?Es otra cosa, entonces?
– Nada, amo. Solo que… -Observo los campos vacios a ambos lados de la carretera con tanto desconcierto que segui su mirada, pensando que debia de haber alguna amenaza al acecho en los monticulos de tierra arida y de hierba seca.
– ?Por Jupiter, Davo! ?Que ves?
– ?No sigas diciendo lo mismo! Debes de ver algo.
– No, amo, es eso precisamente. Que no veo nada. Nada de nada. Y parece que no se acabe nunca.
– ?Te estas quedando ciego?
– ?No! Puedo verlo todo. ?Pero es que no hay nada que ver! Subitamente comprendi. No pude contener la risa ante lo absurdo de la situacion. Eco fruncio el ceno y acerco mas su montura.
– ?Que ocurre, papa?
– Davo no ha estado en su vida fuera de la ciudad dije-. ?No es cierto, Davo?
– Si, amo.
– ?Cuantos anos tienes, Davo?
– Diecinueve, amo.
– Davo tiene diecinueve anos, Eco, y no ha montado nunca a caballo ni ha puesto un pie fuera de Roma.
Eco maldijo, puso los ojos en blanco y continuo cabalgando al frente.
– Esta enfadado conmigo, amo.
– No, no lo esta, Davo. Echa de menos a su esposa y esta preocupado por ella.
– Entonces, tu estas enfadado conmigo.
– No, Davo. Olvida que me he reido. No le des mas vueltas. Necesitas concentrarte unicamente en mantenerte encima del caballo y vigilar todo lo que no vemos a nuestro paso.
Seguimos cabalgando durante un rato; solo el ruido de los cascos en la carretera alteraba la calma. Nubes de vaho surgian de los ollares de los caballos. Respire hondo, ansioso por sentir el mordisco del aire frio en los pulmones. La vacia boveda azul celeste de la manana era como el cristal. La tierra parda del invierno semejaba un gigante adormilado por el que avanzabamos muy lentamente. Estaba contentisimo de alejarme de Roma.
– Fue un buen esclavo, ?verdad? -dijo Davo con una cara tan larga que le llegaba la barbilla hasta el pecho.
– ?Quien?
– El guardaespaldas que tenias antes que yo. Al que mataron.
Suspire.
– Se llamaba Belbo. Si, fue un buen esclavo. Un buen hombre.
– Supongo que era mas fuerte que yo. Mas listo que yo, tambien. Mire los musculosos brazos y los hombros cuadrados de Davo y vi la infeliz perplejidad reflejada en su cara.
– Probablemente no -dije.
– Pero apostaria algo a que sabia montar a caballo. Seguro que no tenia miedo de un campo vacio.
– No te preocupes por eso -dije lo mas amablemente que pude. Al fin y al cabo, nada de aquello era culpa suya.
Capitulo 14
– Ya ha salido el sol, Eco. El aire es frio y limpio. No hay nadie en la carretera ni a la vista. ?Ah…! ?Puedes oirlo?
– No oigo nada, papa.
– Precisamente. Ni siquiera un pajaro o un grillo. Silencio. Creo que mis facultades comienzan a despertarse. ?Puede que realmente sea capaz de volver a pensar!
Eco se echo a reir.
– ?Es que alguna vez perdiste tal capacidad?