da la informacion correcta es hombre muerto al dia siguiente. Pero entre estas tinieblas, una daga puede ir dirigida a tu corazon y nunca lo sabes. Y los llamados consejeros tienen la costumbre de decirte lo que creen que quieres oir, no importa cual sea la realidad. No me importaria contarte cuantas veces he lanzado a la carga a mis soldados con ayuda de un mapa por un camino que nos llevaba directamente a un muro de ladrillo. ?Eso ya no debe ocurrir ahora! ?No ahora! No mas consejos falsos, no mas mentiras piadosas, no mas palos de ciego. He de conocer la extension del terreno, la disposicion del enemigo, los movimientos exactos de todas las fuerzas que haya a mi alrededor. En primer lugar y por encima de todo, quiero saber exactamente que ocurrio en la Via Apia. ?Lo entiendes?

– Creo que si, Grande.

– ?Puedo confiar en ti, Sabueso?

Me quede mirandole un buen rato preguntandome si podia confiar en Pompeyo.

No es necesario que respondas -dijo finalmente-. Mi instinto de general no concibe en ti el engano. Asi pues, ?haras lo que te pido?

Fulvia ya me habia pedido que investigara las circunstancias que rodearon la muerte de su esposo. Ahora Pompeyo hacia lo mismo. Senti los ojos de Eco puestos en mi. Respire hondo.

– Bajare a la Via Apia. Averiguare lo que pueda sobre la muerte de Clodio.

Pompeyo asintio con la cabeza:

– Estupendo. Estoy seguro de que podemos llegar a un acuerdo; nunca he pedido a nadie que haga algo por mi sin pagarle como es debido. Respecto al alojamiento, puedes quedarte en mi villa mientras estas por alli. No esta lejos de la villa de Clodio. Probablemente a un tiro de piedra de donde lo mataron.

Pego un sorbito al vino de Falerno y contemplo la ciudad.

– Dentro de uno o dos dias saldre de Roma. Cuando regrese, acabare con todas estas insensateces.

– ?Insensateces, Grande?

Con un movimiento ondulante de la mano indico los pilares de humo.

– Este desorden infernal.

– Pero ?como, Grande?

Pompeyo me dirigio una mirada penetrante.

– Me imagino que no hare ningun mal en decirtelo. Manana el Senado se reunira en el portico de mi teatro, en el Campo de Marte.

– Fuera de la muralla.

– Si. De esta manera podre asistir (legalmente asistir) al proceso. ?Que nadie diga luego que Pompeyo se cree por encima de la ley! Son muchos los asuntos que se me han amontonado, como puedes imaginarte. Se presentaran numerosas propuestas. Una de ellas sera reconstruir el Senado. Ahi no existira ninguna controversia. Sugerire que se conceda el contrato al cunado de Milon, Fausto Sila. ?Que nadie diga luego que Pompeyo es injusto con los parientes de Milon! Ademas, tal nombramiento parece el unico apropiado, ya que fue Sila, el padre de Fausto, el que remodelo la antigua Curia. Por consiguiente, el Senado rendira homenaje a la memoria del dictador Sila y sus victorias. Miles de romanos se encogen ante la palabra «dictador». Se olvidan de lo importante que es tener algun mecanismo por medio del cual el poder supremo pueda situarse en manos de un solo hombre cuando asi lo requieran las circunstancias.

Tomo otro sorbo de vino y fijo la mirada en los pilares de humo, como si pudiera disiparlos con la fuerza de su voluntad.

– Y habra otra propuesta muy importante: que el Senado declare el estado de emergencia y promulgue el Decreto de Excepcion. ?Sabes que quiere decir eso, Sabueso?

– Si -dije recordando la ultima vez que tal decreto habia sido prom ado, cuando Ciceron era consul y habia exigido poderes extraordinarios para tratar con Catilina y su circulo de aliados-. El Decreto de Excepcion ordena a los consules que hagan todo lo necesario para salvar al Estado.

– «La ley marcial» -dijo Pompeyo sin rodeos.

– Pero no hay consules.

– Si, eso es un problema. ?Como pueden reclutarse las tropas del campo si no hay consules para reclutarlas? En realidad, es un mero detalle tecnico. Alguien que no sea consul tendra que hacer el trabajo, claro esta. Por suerte, despues de haber sido elegido consul dos veces y ser en la actualidad el comandante de las tropas romanas en Hispania, poseo la experiencia necesaria para crear una milicia aqui en Italia tanto como la habilidad para desplegarla de la forma mas eficaz que traiga, orden a la ciudad.

– ?Lo aceptara el Senado?

– Estoy convencido de ello. Todo es cuestion de contar los votos antes de tiempo. Ah, algunos partidarios de Cesar pondran el grito en el cielo, al igual que algunos de los conservadores mas chapados a la antigua, como Caton. Un terrible precedente, diran, pero ?que otra solucion pueden ofrecer? No protestaran con demasiada vehemencia. Encontrare el modo de apaciguarlos. Lo importante es que se restablezca el orden. Si debemos recurrir a determinadas innovaciones para obtener el fin, si la ley ha de someterse ligeramente, entonces asi sera.

Aparto por fin la mirada de los pilares de humo, que por un instante, al menos, se habian negado a dispersarse.

– Entonces, ?que me dices, Sabueso? ?Hablamos de tus honorarios?

Capitulo 13

Un hombre comienza su viaje por la Via Apia con el olor del pescado en sus fosas nasales y el sonido del goteo del agua en sus oidos.

El olor procede del mercado de pescado que esta justo cuando se sale por la Puerta Capena, al extremo sur de la ciudad. Los pescadores del Tiber y de puntos tan alejados como Ostia recogian en sus sedales sus capturas y exhibian hileras de peces colgados de las abiertas mandibulas y cestos a rebosar de moluscos, pulpos y calamares. A una hora normal de un dia corriente, el mercado retumba con la algarabia que organizan los esclavos de la cocina, las amas de casa y los mercaderes. Nos pusimos en marcha a la hora gris que precede al amanecer, antes de que los mercados se abrieran pero, con todo, resultaba antinatural el silencio y el vacio que envolvia todo el recinto. Segun Bethesda, no habia habido mercado durante dias en el exterior de la Puerta Capena. Habian echado de alli como pececillos sorprendidos a los atemorizados pescadores. Aun asi, quedaba un fuerte hedor a pescado, como si el mar hubiera penetrado en las mismas piedras que pisabamos.

El sonido del goteo del agua procede de un escape que tiene el acueducto de Apio. Fue construido por el mismo Apio Claudio Ceco que construyo la Via Apia, doscientos sesenta anos antes. Cuando el acueducto alcanza la ciudad, se une a la muralla y a lo largo de un buen tramo discurre por su interior, un rio dentro de una muralla, una maravilla de ingenieria estropeada por un unico defecto: en la Puerta Capena, el acueducto gotea. En los meses calidos, las monumentales arquerias de la parte superior se cubren de musgo que rezuma como el techo de una cueva. En lo mas crudo del invierno, el musgo se marchita y a veces el agua se congela y se convierte en una uniforme y reluciente capa de hielo. Aquella manana no hacia tanto frio. El agua se filtraba lenta pero libremente. Cuando atravesamos la Puerta, una gota en particular, una gota especialmente gorda y fria me golpeo en la nuca y me recorrio toda la espina dorsal. Di un respingo y debi de soltar una palabra malsonante, pues Eco me agarro del brazo y Davo me miro alarmado.

Sabia lo que debia de estar pensando Davo: es un mal presagio empezar el viaje con un escalofrio y una maldicion del amo. Eco, menos supersticioso, probablemente temia que me fuera a dar un ataque. Una gota reboto en la punta de la nariz de Eco, que parpadeo, perplejo. Cuando Davo echo atras la cabeza y abrio la bocaza para soltar la carcajada, otra gota le acerto de lleno entre los ojos.

– Mira, ya hemos sido todos ungidos por la Puerta Capena. Un excelente presagio -anuncie en honor de Davo.

Eco enarco una ceja con aire dubitativo.

– ?Donde esta el establo que menciono Pompeyo? Nunca antes lo habia visto.

Mire alrededor. Hacia la izquierda, al otro lado del mercado, se erguia el denso bosquecillo que rodeaba el santuario de Egeria con sus fuentes de piedra caliza. No podia estar en aquella direccion. Mire a la derecha.

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