– Deberia y supongo que lo haria mas a menudo si pasara menos tiempo preocupandose por el futuro.
Capitulo 19
– ?Una mujer misteriosa! -dijo Eco cuando volvimos a los caballos.
?-La Virgo Maxima?
?No, papa! La mujer que vino con el anillo de Clodio.
– Si lo miras bien, no es tan misteriosa.
– ?Crees que fue Fausta Cornelia?
– ?Quien si no? Una vulgaridad por parte de Milon: enviar a su mujer al centro religioso mas cercano a fanfarronear sobre lo que ha hecho. Aunque me parece mas probable que fuera idea de Fausta. Las mujeres de su posicion social tienen cierto sentido para remarcar la ventaja de una situacion. Probablemente queria dar sinceras gracias a Vesta por cuidar de su familia y, de paso, darse el gusto de divertirse con una pequena blasfemia.
– Pero ?por que disimulo su identidad? No suele preocuparse por ocultarse en ningun otro asunto.
– ?Te refieres a sus negocios?
– Ya lo he dicho antes; esa mujer tiene cierta inclinacion a ser descubierta. No es amiga de los secretos por naturaleza.
– A lo mejor oculto su identidad para tapar el papel de su marido en el incidente.
?Eso crees? Al dia siguiente todo el mundo hablaba de la participacion que tuvo Milon en el hecho.
– Ah, pero esto fue inmediatamente despues de la batalla, Eco. Todo debia de parecer aun en el aire. Algo espantoso habia ocurrido, algo que sobrecoge pero que estimula a un tiempo. Clodio muerto al fin. Motivo de alegria y de miedo. ?Como reaccionara el mundo? ?Habra una venganza terrible? ?Podran ocultar el crimen? Es aconsejable la discrecion, pero por algo tan extraordinario se debe rezar una oracion de accion de gracias. Asi que mientras su esposo reagrupa a su gente, Fausta se dirige a la casa de las vestales mas proxima. Se regodea con la muerte de Clodio… disfrazada. ?Donde esta el misterio?
– Supongo que tienes razon, papa.
– Lo unico que me pregunto es donde habra ido a parar el anillo de Clodio. Lo mas decente habria sido devolverselo a la viuda con un mensajero anonimo. Me lo imagino en una estanteria junto con los viejos trofeos de guerra de Milon, donde este pueda cogerlo para acariciarlo y regodearse cuando haya bebido un par de copas de vino de mas.
– Tener el anillo seria una prueba de culpabilidad.
– Tambien lo seria la historia de la Virgo Maxima, si realmente estuviera segura de que fue Fausta la que vino. Pero el anillo esta perdido y todo lo que la Virgo Maxima puede decimos es que una mujer desconocida vino a la casa de las vestales…, una mujer misteriosa, como dijiste. Creo que Fausta Cornelia es mas inteligente que su marido,
Acaso no lo sabiamos ya? No deja de enganarlo.
– O de ponerlo en ridiculo. Y aqui estamos, de vuelta en el santuario de la Buena Diosa. No veo a Felicia, ?y tu? Quiza ha hecho caso de mi consejo y se ha dirigido al sur.
– Es mas probable que se haya ido a su casa. El sol se esta poniendo, papa. ?Que hacemos ahora?
– Esperaba poder llegar a la villa de Clodio hoy, pero me parece que no nos va a dar tiempo.
– Creo que por un dia ya hemos hecho bastante, papa.
– Hemos descubierto mas de lo que esperaba. Si, creo que ya es hora de ir a la villa de Pompeyo y descansar.
El camino a la villa de Pompeyo fue facil de encontrar. Un par de pilares de piedra con la letra M (de Magno) cincelada marcaban el coienzo del sendero. Un largo camino, azotado por el viento, ascendia hasta la cima. No estaba pavimentado pero si perfectamente nivelado y sombreado por enormes robles. Aqui y alla, estatuas de animales del bosque adornaban el camino o se podian divisar en los claros. Mas que adentrarme en el bosque, tenia la sensacion de atravesar un parque.
La villa era un edificio largo, de dos pisos, que ocupaba la parte alta de la colina; las tejas rojas del tejado lo hacian visible desde urca gran distancia, en medio del terreno pedregoso, verde, grisaceo e invernal que la rodeaba. Nada mas entrar en el patio, aparecio un esclavo para ayudarnos a desmontar y llevarse nuestros caballos. Otro esclavo debia de haber ido a avisar al capataz porque, incluso antes de que la montura de Davo desapareciera dentro de la cuadra, la puerta principal se abrio y un hombre alto, de complexion fuerte, con el pelo canoso y aire de autoridad salio a recibirnos. Cuando saque la carta de recomendacion que me habia dado Pompeyo, apenas la miro.
– Si, te estabamos esperando -dijo.
– ?Como es posible?
– El amo mando un mensajero hace un par de dias diciendo que debiamos ocuparnos de ti.
– Pero si hable con tu amo anoche.
El capataz me dirigio una mirada torva.
– El amo tiene formas de saber lo que va a hacer un hombre antes de que el mismo lo sepa.
– Tu amo estaba muy seguro de que yo cooperaria.
– Supongo que si -dijo el capataz con una mirada que decia «?y por que no?»-. ?Estos son tus acompanantes?
– Mi hijo y mi guardaespaldas.
– ?Nadie mas? ?Aqui esta el grupo completo? Miro detras de nosotros, al camino.
– Prefiero viajar discretamente.
– Es mas seguro ir con un grupo numeroso.
– No siempre -dije, pensando en Clodio.
– Vaya. Habia preparado habitaciones para mas gente -suspiro el capataz, evidentemente descontento porque la premonicion de su amo hubiera fallado en los detalles. Batio palmas-. Asi, pues, vuestra estancia sera de lo mas comoda. Podeis disponer de una habitacion distinta cada noche y comer varias veces cada dia. La idea parece complacer a ese. Enarco una ceja hacia Davo, que le devolvio una sonrisa hostil mientras se frotaba el dolorido trasero.
En la ciudad se decia que Pompeyo no era presumido y que era un hombre que apenas se preocupaba por los adornos que indicaban riqueza, pero la villa del monte Albano no era precisamente espartana. Quiza, como muchos politicos, mantenia una imagen sobria y austera en la ciudad, pero se permitia tener una casa mas placentera y recreativa en su retiro campestre. O a lo mejor los lujosos detalles que habia por todas partes estaban puestos solamente para los visitantes, como yo. Muchos hombres ricos consideran sus villas, no como retiros privados, sino como lugares de entretenimiento y alojamiento para otros.
Los cuartos de bano de nuestra ala estaban iluminados por troneras en el techo y por una fila de ventanucos a la altura de los ojos desde los que podia divisarse algun que otro retazo del mar en la lejania, ya que habiamos subido suficiente para poder ver la costa. Las paredes y los suelos estaban decorados con azulejos que formaban dibujos y cuyos tonos azules, grisaceos y verdes imitaban los del remoto mar. Las tres piscinas, tanto la fria como la tibia como la caliente, tenian una temperatura perfecta. Nade varias veces por las tres, sintiendo como mi cansado cuerpo se relajaba cada vez mas. Cuando empezo a oscurecer, encendieron unas lamparas. Sus llamas anaranjadas se reflejaron en el agua de las piscinas. Un esclavo arrugado y desdentado, con unas manos extraordinariamente fuertes, nos dio un masaje. Insisti en que Davo tambien necesitaba un masaje, pues de otro modo al dia siguiente estaria aun mas rigido que yo. Incluso las toallas que nos dieron eran suaves y finas. Ningun dia podria haber tenido un final mas dulce.
Nos sirvieron la cena en una habitacion cercana a los banos. Los mismos hornos que calentaban el agua de la piscina servian para calentar el aire que penetraba a traves de unos respiraderos del suelo. La calidad y variedad de la comida era notable, especialmente unas empanadas rellenas de gamo salvaje y cebolla.