Nuestros dormitorios estaban situados encima de los banos, otra manera inteligente de aprovechar el calor generado por los hornos y el vapor. Los muebles eran de estilo oriental y hechos a mano; las sillas, pintadas de color oro y con cojines rojos adornados con borlas, eran demasiado recargadas para mi gusto sencillo, al igual que las cortinas de impresionantes dibujos que habia en las puertas. Pompeyo habia pasado muchos anos en Oriente y, aparentemente, habia adquirido cierto gusto por el estilo florido y la delicada artesania de aquellas tierras que el habia conquistado o pacificado; alli se habia ganado aquel botin.
La cama era un objeto maravilloso; estaba tallada en una oscura y exotica madera, con cojines de seda y suaves sabanas de lana y rodeada por un dosel de diafanas colgaduras. Bethesda la habria considerado demasiado fina para dormir en ella. Diana la habria adorado. Aunque habia planeado estar levantado un rato mas para comentar con Eco todo lo que habiamos visto y oido durante el dia y habia pretendido solamente probar la cama para ver lo dura o blanda que era, debi de quedarme dormido en el momento en que puse la cabeza sobre la almohada y cerre los ojos. Cuando volvi a abrirlos, la luz de la manana iluminaba la habitacion.
Me levante y mis pies se hundieron en la alfombra de lana. Me estire y sonrei sorprendido por la ausencia de dolor en piernas y trasero; bebi agua fresca de una jarra, mee en el orinal que tenia junto a la cama, me puse la tunica y las sandalias y, finalmente, me dirigi hacia la luz que penetraba por la puerta de la parte sur de la habitacion. Abri los postigos, sali al balcon espacioso y me quede paralizado ante el paisaje. De todos los lujos de la villa de Pompeyo, aquel era el mas inusual y el que ofrecia el gozo mas duradero.
Hacia el oeste podia ver la colina boscosa que daba a la Via Apia y algun que otro tramo de esta. Mas alla de la carretera estaba la falda de la colina donde jirones de niebla se enganchaban en las copas de los arboles; despues de la colina, una sucesion de prados y tierras de labranza se extendia hasta el lejano mar azul verdoso. Por techo tenia una cupula azul y sin nubes. Si el dia seguia estando despejado, la puesta de sol seria extraordinaria.
Di media vuelta y anduve hasta el otro lado del balcon; la luz del sol me daba en la cara y pude ver un lago, rodeado de arboles: que lo ocultaban del mundo. Su superficie tranquila, tan suave como plata pulida, reflejaba los bosques del monte Albano. El sol acababa de asomar por encima de la colina y en aquel momento parecia balancearse sobre la cima.
– ?Vaya vista! -dijo Eco saliendo al balcon. Sonrio cuando di un respingo-. Si no estamos a salvo en esta casa, papa, no estamos a salvo en ninguna parte. ?Que vista! -repitio volviendo la cabeza de un lado a otro para abarcar en-su conjunto el maravilloso espectaculo-. Parece que Pompeyo tiene inclinacion por las casas con buenas vistas del mismo modo que Fausta Cornelia la tiene a ser atrapada…
– Del mismo modo que Clodio tenia inclinacion a crear problemas y a adquirir propiedades…
– A menudo dos al mismo tiempo…
– Y al igual que Milon tiene inclinacion a ascender en la escala social continue- y Ciceron a ganar casos imposibles. Todos los hombres actuan segun su propia naturaleza y se mueven por caminos singulares hacia su destino.
– Y tu, ?a que tienes inclinacion, papa?
– ?A tratar de descubrir las de los demas! No siempre es una eleccion recompensada o agradable…
Eco suspiro.
– No creo que haya cosas mucho mas agradables que esto.
– Si. Los hombres como Pompeyo- saben vivir bien.
– Yo podria acostumbrarme.
– Es mejor que no lo hagas, Eco. Saldremos de aqui en cuanto podamos. ?No echas de menos a Menenia y a los pequenos, Tito y Titania?
Me dirigio una nostalgica mirada.
– Menenia nunca me ha servido una comida como la, cena de anoche. Ni me ha dado un masaje como el de aquel esclavo viejo y arrugado.
– Los hombres como Pompeyo tienen los mejores esclavos.
– Hablando de esclavos, papa, tuve que ir a sacar a Davo de su cama antes de venir aqui. Esta casi paralizado.
Cuantos mas musculos tiene un hombre, mas le duelen.
– ?No dijo eso un viejo sabio etrusco?
– Dudo que ningun viejo sabio etrusco supiera lo que es montar a caballo. Pero Davo es joven y flexible. Ya veras como consigue montar un buen rato hoy y quitarse de encima la rigidez.
– Papa, tu nunca has sido de los que torturan a los esclavos.
– Consideralo la venganza de un viejo sobre un joven. Pero ya es hora de moverse. Primero comeremos. Tenemos que ver que nos ha preparado el cocinero esta manana; eso te ayudara a no echar de menos a Menenia.
Nos calentamos la barriga con pan recien hecho cubierto con semillas de sesamo y gachas de avena, miel y compota de manzanas caliente. Davo se unio a nosotros. Aunque el simple hecho de andar y sentarse parecia hacerle sufrir mucho (a juzgar por sus grunidos y muecas), el apetito no le habia disminuido lo mas minimo. Comio tanto como Eco y yo juntos.
Fui a sacar los caballos para dirigirnos hacia la Via Apia. Cuando el capataz descubrio a donde ibamos, sugirio que fuesemos caminando. Habia un viejo sendero que cruzaba la colina y que iba a dar directamente a la villa de Clodio.
– Es bastante mas corto -dijo-y, por supuesto, mucho mas discreto que ir por el camino abierto. Ademas, hoy hace mas calor gracias a que luce el sol y el paseo es muy bonito. Pasareis por la arboleda.
– ?La arboleda?
– La arboleda sagrada dedicada a Jupiter… o lo que queda de ella.
– Si. Creo que me gustaria verla. Vamos, Eco. Bueno, Davo, parece que te vas a librar de montar a caballo, al menos de momento.
Su sonrisa de gratitud se convirtio en una mueca cuando se puso en pie.
Como habia asegurado el capataz de Pompeyo, el paseo tenia esplendidas vistas, sobre todo aquel dia: el cielo estaba despejado y habia una visibilidad magnifica. La cima de la montana estaba sobre nosotros y el llano reverberaba debajo, ambos igualmente lejanos. El lago escondido era un espejo perfecto del cielo que lo cubria. El mar estaba demasiado lejos para que se pudiera oir siquiera el murmullo del oleaje. Cuando nos adentramos bajo su sombra, los silenciosos bosques bloquearon todo rastro del mundo, excepto algunos rayos de sol.
Despertaron mi admiracion los cantos rodados que flanqueaban el sendero, el crujido de las ultimas hojas del otono y la cupula que formaban las ramas de los arboles sobre nuestras cabezas. Siempre me he recreado con las bellezas del campo, a pesar de que fracase estrepitosamente cuando intente vivir en mi granja de Etruria. Aquel capitulo de mi vida, como muchos otros, esta ya muerto y enterrado.
Bajando por el sendero llegamos a un claro en el que podian verse los cimientos de una casa. Podiamos ver el trazado de las habitaciones en medio de los escombros de piedra y madera viejas. No quedaba ningun ornamento, excepto algunos fragmentos de mosaico que se habian estropeado al arrancarlos y habian sido dejados donde estaban.
Tambien habia una estatua de marmol con formas femeninas, sin cabeza, hecha anicos en el suelo. Recorde, con un escalofrio, la estatua de bronce de Minerva de mi propia casa. Aquella diosa habia sido golpeada por trabajadores descuidados, no por saqueadores furiosos, aunque el hombre al que saqueadores y trabajadores debian lealtad era probablemente el mismo. Vivo o muerto, Clodio habia dejado una estela de destruccion.
Anduve entre las ruinas un rato, trazando los limites de pasillos y cubiculos en los que nunca me habrian permitido entrar si la casa hubiera estado en pie; trate de imaginar los sonidos, olores y sombras del lugar. La Virgo Maxima habia elogiado su encanto mistico, ahora desaparecido para siempre. Senti su presencia en aquel paraje, su humor quebradizo y su franca amargura mucho mas que la presencia de la diosa, que sin duda ya habia abandonado aquel lugar profanado junto con la cabeza de su imagen.
Mas arriba, a traves de los arboles, se veian las columnas blancas y el techo circular del templo de Vesta…, el original, como tan seriamente me habia senalado la Virgo Maxima. Incluso a la luz del dia y desde aquella distancia podia percibirse en su interior la llama que ardia eternamente, gracias al llamativo reflejo en las suaves curvas de las columnas que la rodeaban. El templo no habia sufrido dano alguno y las tierras del entorno