El chico apreto la mandibula y entorno los ojos, pero solo era una mascara de desafio. Le temblaba la barbilla y sus ojos se movian sin parar de una a otra cara.
– No queremos hacerte dano -dije en un tono mas amable que el que habia utilizado Eco-. ?Como te llamas?
El chico me miro de soslayo. Desde su punto de vista debiamos de parecer gigantes, sobre todo Davo. Mirar de soslayo fue otra manera de disimular su miedo; su vista tenia que ser perfecta para haber tirado una flecha con tan buena punteria.
– Me llamo Mopso -dijo finalmente con voz temblorosa.
– ?Y tu amigo? El chico de la cuadra, el que grito al vernos. Por eso tiraste la flecha, ?no es cierto? Porque grito y creiste que estaba en peligro.
La mirada del chico se hizo un poco menos recelosa.
– Es mi hermano pequeno, Androcles.
– Ah, tu hermano. Por eso estabas preocupado por el. -Mire hacia el establo. La puerta estaba ligeramente entornada y crujio ligeramente-. Androcles estara preocupado por ti ahora y no tiene por que. Ya he dicho que no queremos hacerte dano, ni a ti ni a tu hermano.
– Entonces, ?para que habeis venido? -Su voz arisca se convirtio en un chillido. Davo se rio y el chico se puso rojo de ira. Forcejeo desesperadamente en el suelo, lo que provoco de nuevo la hilaridad de Davo.
?Dile a este elefante que me suelte! -La ira habia sustituido al miedo en su voz, dejando paso a un sorprendente tono autoritario.
– Pues claro que si. En cuanto hayas contestado a unas cuantas preguntas. ?Por que no ha abierto nadie la puerta? ?Donde esta todo el mundo?
El chico se agitaba y se retorcia, tratando de librarse. No habia manera de escapar mientras Davo estuviera encima de las mangas de su tunica. Tampoco podia dar puntapies capaces de alcanzar a Davo.
– Me temo que estas pillado -dije.
– Podriamos atarle, papa. Y, tal vez, encender una hoguera y asarle como si fuera un cerdo…
– ?Eco, no bromees! Te tomara en serio. Algo me dice que este chico ha visto como les hacian cosas horribles a personas indefensas. Por eso nos tiene tanto miedo. ?Tengo razon, Mopso?
El chico no dijo nada, pero su mirada lo decia todo.
– Me llamo Gordiano. Este es mi hijo, Eco, y el elefante, como lo has llamado, es mi guardaespaldas, Davo. Hemos venido a esta casa en son de paz, los tres solos. No le hemos hecho nada a tu hermano. Nos vio desde la puerta del establo, grito y entro de nuevo.
Mopso se agito, cada vez mas irritado.
– ?Estupido Androcles! ?No es mas que un enano chillon! ?Se asusta hasta de su sombra!
– ?No es cierto! -dijo una voz desde la brecha de
– ?Androcles! ?Eres tonto! ?Sal de ahi! ?Corre al molino, despiertalos y diles… Mopso se mordio la lengua.
Davo y Eco me miraron. Me puse un dedo en los labios. Rodee la pila de ladrillos, volviendo sobre mis pasos por el patio, y me aproxime al establo sin ser visto desde la puerta. Abri de golpe y cogi suavemente pero con firmeza el hombro de un nino que me miro con ojos como platos.
– No tengas miedo, Androcles. No eres un chillon como dice tu hermano, ?verdad que no?
El nino me miro solemnemente y sacudio la cabeza.
– Yo creo que no. Mira, aqui esta mi mano. Bueno, ahora vamos con el tonto de tu hermano mayor y tratemos de hablar con sensatez. Mopso se retorcia furiosamente.
– ?Androcles, idiota! Ahora tambien te han atrapado a ti.
Androcles me miro solemnemente y luego miro a Eco y a Davo por turno.
– Creo que son buenos, Mopso. No son malos, como los otros.
– ?Seguro que son los otros los que los han mandado, burro estupido, para capturarnos y liquidarnos! La voz de Mopso era chillona, de nuevo fuera de control, y hacia reir a Davo.
– El gran elefante es gracioso. Androcles echo un vistazo a Davo con temor.
– ?No pensaras que es muy gracioso cuando nos despelleje vivos como hicieron con Halicor! -dijo Mopso.
– Androcles se estremecio ante la idea, pero cuando le aprete la mano parecio tranquilizarse.
– Halicor era el tutor del joven Publio Clodio, ?no? -dije.
– ?Como sabrias eso si no te hubieran mandado «ellos»? Mopso escupio las palabras. Tener a su hermano pequeno de publico le daba valor para aparentar ser mas duro.
– ?Por «ellos» te refieres a los hombres que mataron a Halicor?
– ?A quien si no? ?Los hombres de Milon! Quiza el
– ?No! -La dureza de mi voz lo silencio-. Mirame, Mopso. Y tu, Androcles. Os juro por el espiritu de mi propio padre que Milon no me ha enviado y que no he venido por el.
– Entonces, ?quien te ha mandado? -pregunto Mopso con cautela.
– El dia anterior a mi partida de Roma, tuve una larga conversacion con tu ama. Fulvia me pidio que hiciera un trabajo para ella. -Aunque no era toda la verdad, se aproximaba bastante. No veia la necesidad de complicar las cosas hablando del Grande.
Mopso se suavizo un poco.
– ?Te envio el ama?
– Fulvia me pidio que investigara ciertos aspectos de la muerte de tu ultimo amo. Me llaman el Sabueso y tengo algo de experiencia en la materia.
?A lo mejor puede descubrir al hombre que mato a Halicor! -sugirio Androcles mirando a su hermano con los ojos abiertos de par en par.
– No seas ridiculo, bocazas, ya sabemos quien lo mato. Lo vimos con nuestros propios ojos.
– ?Ah, si? Vuestra ama no me lo dijo. Solo dijo que Halicor habia sido asesinado junto con el capataz y dos esclavos mas. No dijo que hubiera habido testigos.
– Porque nadie sabe que lo vimos -dijo Mopso.
– ?Hasta ahora! -El pequeno Androcles puso sus manos en las caderas y miro acusadoramente a su hermano mayor, como preguntandole cual de los dos era el estupido bocazas ahora.
– Me gustaria oir toda la historia dije-, pero primero quiero saber a que te referias cuando le dijiste a Androcles que fuera al molino y despertara a los otros. ?Quienes son los otros?
Mopso me miro, mordiendose el labio y sin saber si cooperar o no. Casi podia ver trabajar su cerebro. Su hermano pequeno no habia resultado herido y no le habiamos amenazado; sus captores habian negado cualquier tipo de alianza con Milon y, ademas, habian invocado el nombre de su ama en Roma, una dama tan remota y exotica para ellos como las diosas del Olimpo. Y, aun mas importante, se estaba empezando a cansar de estar clavado al suelo.
– Dejame levantarme y te lo contare todo -dijo.
– ?No echaras a correr? Si lo haces, Davo te perseguira… y yo no podre detenerlo; es como un perro sin correa. Y cuando te coja no parara de reirse.
Androcles se cubrio la boca y solto una risita. Mopso se puso colorado.
– No escapare. ?Pero quitame a este elefante de encima!
Davo, apartate…
Davo se aparto pero adopto una postura de echar a correr detras del muchacho, colocando las largas y musculosas piernas listas para salir en su persecucion. Habria parecido uno de esos enormes gatos que se ven en los exoticos espectaculos del circo si no fuera por su sonrisa, ya que semejantes bestias nunca sonrien. ?Donde habia ido a parar la rigidez de la manana? ?Ah, quien fuera tan joven y tan invulnerable como Aquiles!
Mopso se puso en pie y se sacudio el polvo. Le hizo una mueca a Davo, que tuvo el buen sentido de reprimir la risa.
– ?Que estabas diciendo?
– Los otros que mencionaste…, los del molino.
– Probablemente estaran durmiendo. Como siempre a estas horas de la manana, despues de haber estado la noche anterior bebiendo, que es lo que suelen hacer desde que forzaron la puerta de la cabana donde el amo almacenaba su vino.