derrumbe contra la pared, agachando la cabeza y cogiendome el estomago.

– La escotilla de arriba se abrio con un chirrido. Deslizaron una cuerda y supe fue de ella colgaba una cesta con pan del dia. Eco la quito del gancho y colgo la cesta vacia del dia anterior.

Volvi a gemir, tratando de fue sonara como si estuviera ahogando el sonido en lugar de forzarlo. A un ciudadano or oso no le gusta mostrar debilidad ante los esclavos de su enemigo.

– ?Que le pasa? -pregunto una voz desde arriba. ?A ti que te importa? -dijo Eco.

Mantuve la cabeza gacha, resistiendo el impulso de mirar hacia arriba. De todas formas, tampoco podria ver bien la cara de mis captores. Con la debil luz y la distancia solo se verian toscas siluetas. ?Podrias vaciar el cubo? -dijo Eco. ?Otra vez? Ya lo vacie ayer.

– ?Por favor?

El hombre solto un grunido de asco.

– Bueno, esta bien. Ahi va la cuerda.

Eco colgo el cubo. Oi un ruido susurrante cuando el hombre lo subio, poco a poco. Cuando se iba le oi murmurar: ?Que es esto?

Se detuvo y lo imagine parpadeando, rechinando los dientes y arrugando la nariz mientras examinaba el contenido liquido. Luego continuo su camino hasta la puerta y la abrio. Desde algun sitio me llego el debil sonido de una conversacion en murmullos y un ruido de liquido al caer sobre la tierra.

Poco despues, el hombre volvio y bajo el cubo vacio al pozo.

– ?Se encuentra bien? -pregunto.

Ahogue un gemido y me aprete el estomago con las manos.

– Largate -dijo Eco con frialdad.

Oimos pasos. La puerta se abrio y volvio a cerrarse. Poco despues le pregunte a Eco:

– ?Que te ha parecido?

– A mi me ha parecido muy convincente.

Asenti. Ambos miramos el montoncillo de tierra fue cubria el cuerpo de la rata fue Eco habia matado por la manana y cuya sangre habiamos anadido a nuestra orina en el cubo.

?Crees fue podremos cazar otra rata tan facilmente? -dije.

– A la luz del dia, si es necesario -me aseguro Eco.

Capitulo 23

Abri los ojos a la oscuridad absoluta. El aire era frio y humedo, viciado y apestoso.

?Donde estaba? El pozo, claro. Ahora lo recordaba. Donde cada dia era como el anterior, donde nada cambiaba… pero algo era diferente. No estabamos solos.

Lo senti, lo supe. ?Como? No por mis ojos, ciertamente. ?Fue un ruido? ?El sonido de otra respiracion aparte de la de Eco? ?O un debil movimiento? ?O un olor…?

Si, olor a ajo, sudado por los poros, exhalado en el aliento. Otro hedor fue anadir a los miasmas fue se aduenaban del pozo por la noche, enrarecido por el malsano aire nocturno. Mi cabeza empezo a dar vueltas.

?Quien come ajos? Los gladiadores. Aseguran fue les da vigor. Dejan sin sentido al oponente al echarle el aliento, dice el chiste. Empece a sudar a pesar del frio. Las gotas me resbalaban por la frente en tal cantidad fue tuve fue enjugarmelas con la manga, una sucia manga de una tunica convertida durante cuarenta dias en un pingajo. Entonces podia oir sus respiraciones, incluso por encima de los latidos de mi corazon. ?Quien estaba, o que habia, en el pozo con nosotros?

Seguro fue nadie podia haber entrado por la rejilla sin despertarnos. La escotilla era demasiado pequena para dejar paso a un hombre; para eso habia una trampilla cerrada con una pesada cadena. La cadena habria armado un gran estruendo. Los goznes de la trampilla (fue no habia sido usada desde fue nos metieron a Eco y a mi) habrian crujido y chirriado. De repente se me ocurrio como habian entrado los intrusos, y de donde venian…

En lo mas profundo de la tierra vi una llama, y un resplandor rojizo ilumino la grieta fue se habia abierto en un lado del pozo. El mismo suelo se habia abierto. El resplandor descubrio las siluetas de dos hombres… enormes, musculosos, monstruosos, perfilandose amenazadoramente mientras se acercaban. Debian de venir directamente de Hades.

Eco se agito y se desperto.

– Papa…, ?que…?

Le toque los labios para que callara, pero los dos intrusos ya nos habian visto. Yo tambien pude verlos, ya que el resplandor, que se habia extendido a todos los rincones del pozo, brillando en las espadas sucias de sangre seca que llevaban, ilumino sus espantosas caras. ?Que aspecto tienen los que han matado a cientos de hombres sin compasion, se regodean en la crueldad, se alimentan del placer salvaje de poner fin a las vidas de otros? Esos hombres tienen el aspecto de Eudamo y Birria, claro. Ambos estaban de pie a nuestro lado. Desde nuestra posicion parecia casi comica la mirada maliciosa, la sonrisa cruel y la forma en que fruncian las ventanas de la nariz. Que destino tan desgraciado, pense, que aquellas fueran las ultimas caras que viera a este lado de Hades.

O…

«?No! ?Ni lo pienses siquiera! Pero ?por que no? ?La esperanza es lo ultimo que se pierde! ?Coge la esperanza, agarrate a ella, estrangulala! Los dioses se han divertido con tu vida durante cincuenta anos. ?Por que te la iban a quitar ahora? Piensa: entre tus amigos mortales, ?quien puede saber cuales son amigos y cuales enemigos? Quiza… solo quiza… Eudamo y Birria no estan aqui para asesinarte sino para salvarte; ?exacto!, ?para sacarte de este miserable lugar!

»?Gordiano! No tienes armas pero aun te queda tu dignidad. ?Levantate! No te escondas como una victima. Estira la columna. Eres un ciudadano romano. Son los esclavos de otro hombre. Hazles un minimo gesto de reconocimiento. Trata de no mirar sus espadas. No muestres tu miedo. Mirales a los ojos. Observales de arriba abajo. No importa que sean mucho mas altos que tu y que el aliento a ajo te marchite como a una hoja en otono. No importa el destello del metal que veas por el rabillo del ojo cuando levanten la espada… ?No retrocedas!

»?Que se sentira al ser decapitado?

»?Tiemblas como una hoja! Intentas parar pero a pesar de todo tiemblas y tiemblas hasta…»

Abri los ojos a la tenue luz que anunciaba la manana en el pozo. Eco se inclino sobre mi con aire de preocupacion y me sacudio suavemente.

– ?Papa! ?Te encuentras bien?

– ?Que?

– Parecias tener una horrible pesadilla. Luego parecio que te relajabas. Luego dejaste escapar un ruido tan espantoso que he tenido que despertarte.

– Un sueno. Solo era otro mal sueno… -El de Eudamo y Birria?

– Si. -Trate de tragar saliva. Tenia la boca tan seca como una hoja de papiro-. ?Nos queda algo de agua de ayer?

– Un poco. Toma. -Hundio la mano en forma de copa en el cubo y la llevo a mis labios. Trague agradecido.

– A veces me gustaria que la pesadilla fuera realidad, para bien o para mal. Ojala apareciera alguien para poner fin a esta desgraciada situacion de una manera o de otra.

– Calla, papa. Te sentiras mejor cuando te hayas levantado y te hayas estirado un poco.

Asi empezo, segun los calculos de Eco, nuestro cuadragesimo segundo dia de cautividad, el quinto dia del mes de marzo, nueve dias antes de los idus, del ano sin consules.

– ?Que crees que estara pasando en Roma en estos momentos, papa? -dijo Eco con un dejo nostalgico en la voz.

Me aclare la garganta.

?Quien sabe? Oimos todo tipo de rumores en el monte Albano antes de ser capturados. Algunos tenian mas sentido que otros. No puedo creer que Milon se suicidara, por ejemplo. Es demasiado cabezota. Ha debido de

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