la entrada me iba a costar mucho mas. Sin embargo, me parecio que volaba, como si una mano invisible me empujara desde abajo. Me empujaban una ira fria y la seguridad de que Fortuna estaba con nosotros.

Eco y el captor rodaban por el suelo, golpeandose. Eco era con mucho el mas pequeno, pero estaba invadido por la misma furia que yo y se las estaba arreglando bastante bien. Corri hacia ellos con la tosca daga de madera en alto. En la frente del captor ya habia una mancha de sangre. Hubo mas sangre y un fuerte grito cuando clave la daga en su cuello. Escapo de los brazos de Eco y corrio hacia la puerta; la sangre chorreaba entre los dedos con los que se tapaba la herida del cuello.

Le seguimos fuera, aturdidos por la clara luz del dia. Me prepare para seguir luchando pero no habia nadie a la vista. Estabamos solos en un terreno de malas hierbas, enfrente de un establo en desuso, rodeados de arboles y de tierras sin cultivar.

?El otro todavia esta en el pozo! -dijo Eco. Corrio dentro, levanto la trampilla con una sola mano y la cerro con un fuerte estruendo-. ?Ja! ?A ver si te gusta! ?Ahora nos diras donde estamos y para quien trabajas, maldito hijo de perra!

Segui a Eco, todavia entusiasmado pero repentinamente debil.

– Vamos, Eco. Sera mejor que nos demos prisa. Quien sabe adonde habra ido el otro o si tiene mas amigos por aqui cerca. Aun no estamos fuera de peligro.

– Pero, papa…

– Eco, ese hombre esta muerto.

– ?No!

Eco miro dentro del oscuro pozo. El hombre yacia en una postura que ningun ser viviente habria podido soportar. Eco no se convencio hasta que vio una rata paseando por encima de la cabeza del hombre.

– Papa, ?lo has matado tu?

– No. Se rompio el cuello al caer. Sucedio con la rapidez de un parpadeo.

– Que mala suerte. ?Tendria que haber sufrido!

Sacudi la cabeza, incapaz de darle la razon. Aquel hombre nunca habia demostrado crueldad, lo que muchos hacen cuando tienen poder sobre otros. De hecho, habia sido nuestro criado ya que nos habia llevado comida y se habia encargado de nuestras heces. Nuestra lucha no era contra el.

El hecho de que fuera capaz de pensar con tanta calma era una senal peligrosa. La fria furia me estaba abandonando. El palo sangriento que llevaba en la mano me dio asco. El momento de escapar a toda costa habia llegado y pasado. Si venian mas enemigos me encontrarian con el instinto de lucha embotado. La parte verdaderamente peligrosa de nuestra huida acababa de empezar.

Capitulo 24

Estabamos solos, sin amigos ni dinero, en un territorio desconocido. Solo teniamos la racion de un dia de pan…, la comida que nos habian llevado nuestros captores por la manana.

Estabamos en alguna parte de la campina. Lo cual empeoraba las cosas. En la ciudad habriamos podido robar lo que necesitaramos: ropa nueva para sustituir los andrajos que llevabamos, monedas para entrar en un bano publico y costearnos un barbero que nos hiciera parecer personas respetables… y habriamos podido hacer preguntas de forasteros sin llamar la atencion. En una ciudad quiza habriamos encontrado algun conocido, nuestro o de algun amigo, que nos habria podido prestar algo de dinero o que podria arreglar nuestro regreso a Roma. Pero el campo era otra cosa. Al andar por los caminos rurales no podiamos dejar de llamar la atencion. Los enemigos que nos buscaran estarian en una posicion bastante mas ventajosa. Dada nuestra misera apariencia, los extranos nos tomarian por esclavos huidos a pesar de nuestros anillos de ciudadanos. Es mas facil pasar inadvertido en un callejon lleno de gente que en medio de la desierta campina.

?Donde estabamos? Por las colinas y las granjas que nos rodeaban, no habia forma de saberlo. Podia orientarme por el sol pero ?Roma estaba al norte, al sur, al este o al oeste? ?Cerca o lejos? La unica manera de comenzar el viaje a casa era empezar a andar, manteniendonos fuera de la vista todo lo que pudieramos. Trate de fijarme para poder volver sobre nuestros pasos despues, pero estaba aturdido y agotado y todo el campo me parecia igual.

Aquella noche dormimos al raso. Teniamos frio y nos abrazamos en busca de calor; me desperte antes de que amaneciera con el estomago protestando y los pies helados. Pero, por primera vez en muchas noches, no habia sonado con Eudamo y Birria; ademas, ver el cielo cuando desperte fue de lo mas agradable.

Llegamos a un camino pavimentado que era sin duda una via importante, pero ?cual? Todos los caminos llevan a Roma, pero solo si vas en la direccion correcta.

– ?Norte o sur? -pregunte.

Eco escudrino el camino durante largo rato.

– Sur.

– Estoy de acuerdo. ?Crees que deberiamos ser como los perros y descubrir el camino correcto por instinto?

– No -dijo bruscamente. Empezaba a tener hambre. Yo tambien. Nos dirigimos hacia el sur, evitando como podiamos cruzarnos con otros viandantes.

«Cuando Fortuna sonrie, es que las parcas estan contando un chiste», dice un viejo proverbio etrusco.

Con las tripas crujiendonos y los pies doloridos, anduvimos hora tras hora, pensando que tarde o temprano el camino nos conduciria a algun lugar donde pudieramos saber, al menos, donde nos encontrabamos. Llegamos a una region en la que el sendero atravesaba varias colinas bajas y onduladas, por lo que, en determinados puntos, podiamos ver lo que nos deparaba el camino a una distancia considerable. Vimos al grupo que se aproximaba desde tres colinas atras, luego desde dos. Alguien del grupo debia de habernos visto primero, ya que eran muchos y ademas algunos tenian la ventaja de disfrutar de un caballo. Habria levantado mas sospechas que nos escondieramos al lado del camino que limitarnos a pasar con las cabezas gachas. No era probable que estuvieran buscandonos, ya que venian por delante y no por detras. Sin embargo…

Llegamos a la siguiente cima de la colina. Alli estaban, justo delante de nosotros, con un pequeno valle en medio.

– Si alguno de ellos nos preguntara -dije a Eco-, no permitas que se tomen libertades. Despues de todo somos ciudadanos. Tenemos todo el derecho del mundo a estar en este camino… cualquiera que sea. Y…

– Papa…

– ?Que, Eco?

– ?No puedes verlo con tus propios ojos?

Me detuve y mire atentamente al grupo que se aproximaba. Parecian viajeros serios con negocios serios, aspecto sobrio y polvoriento despues de un duro viaje a caballo. Algunos eran, sin duda, guardaespaldas. Otros…

– ?Por Jupiter, Eco! ?Puede ser?

Eco asintio y levanto la mano para saludar. Tras un momento de incredulidad, hice lo mismo. A pesar de todo, los jinetes casi ni nos miraron. Seguro que nos tomaban por un par de desdichados barbudos. Fue Tiron el que dio un respingo, murmuro una exclamacion de sorpresa y le dio un codazo a su viejo amo. El grupo se detuvo.

– ?Por todos los dioses! -Ciceron se inclino y me miro como si fuera un fenomeno anomalo de los que se exhiben en la arena del circo-. ?Puede estar Gordiano debajo de todo ese pelo y porqueria? ?Y Eco?

– ?Estais vivos! ?Los dos, vivos! -La voz de Tiron se quebro. Salto del caballo y corrio a abrazarnos a los dos, llorando de alegria.

Ciceron mantuvo la compostura y se quedo en el caballo. Le llego nuestro olor e hizo una mueca. Me contemplo y sacudio la cabeza.

– ?Gordiano, estas horrible! ?Que demonios has estado haciendo?

– Se ha hablado mucho de vuestra desaparicion en Roma -dijo Ciceron aquella noche mientras cenabamos en una sala privada de una posada, en las afueras de Arimino.

Вы читаете Asesinato en la Via Apia
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату