primera batalla. De momento estaba entero aunque no sin marcas. Cada vez que lo volvia a ver, me sorprendia de nuevo lo joven que aun parecia. Tenia veintiseis anos, era ya un hombre de los pies a la cabeza, con algunas canas en las sienes y marcados rasgos provocados por anos de sol ardiente y frio viento, pero cuando sonrio al tirar los dados no pude evitar ver al nino que habia librado de la esclavitud y adoptado veinte anos antes. Siempre habia sido un chico de naturaleza afable, carinoso, de risa facil, picaro pero tranquilo. Era dificil imaginarlo matando extranjeros para ganarse la vida.

Meton se hizo soldado a los dieciseis anos, cuando huyo para luchar por Catilina. Necesitaba un lider, un heroe, alguien a quien prometer su lealtad. En la batalla de Pistoia perdio a Catilina y gano la cicatriz que cruzaba su cara y de la que tan orgulloso se sentia. Crei (desee) que seria el final de una locura juvenil, pero Meton seguia buscando lo que habia encontrado con Catilina. Y volvio a encontrarlo en Cesar. Y Cesar, afortunadamente, habia encontrado a Meton, habia descubierto su talento con las palabras y lo habia tomado para su servicio personal como una especie de ayudante literario. (Cesar el politico siempre estaba ocupado escribiendo y publicando las memorias de Cesar el general y tenia su propia tropa privada de escribientes). En los ultimos anos, Meton tambien se habia dedicado a traducir, ya que habia demostrado tener mucha facilidad para aprender los dialectos galos. Aparte de estos estudios sedentarios, veia muchas batallas y peligros, a menudo al lado del mismo gran general. Nunca podia dejar de preocuparme por el.

Aun no nos habia visto en la tienda abarrotada de gente. Mientras sacudia el cubilete con los cuatro dados, entorno los ojos y parecio musitar una oracion… ?a un dios?, ?a una amante? ?Quienes serian ahora sus dioses? ?Quienes serian sus amantes? Nunca hablabamos de semejantes temas. Sacudio el cubilete por ultima vez y tiro los dados.

Silencio, un ruido de huesos y mas carcajadas y maldiciones. Meton era el que mas gritaba; levanto sus brazos en senal de triunfo mientras se reia diciendo:

?La suerte de Venus! Un numero de cada… ?La suerte de Venus gana! ?Pagad, pagad!

Las largas mangas de la tunica se deslizaron por sus brazos y pude ver una cicatriz nueva, roja y retorcida, cruzando su biceps izquierdo. Era bastante fea pero no parecia causarle dificultades ni dolor. Saco una pequena bolsa de su tunica y la abrio para que los demas metieran monedas.

Entonces nos vio a Eco y a mi.

Creo que en aquel momento supe que expresion debia de tener mi cara en las ocasiones en que habia estado separado de el por grandes distancias, me habia preocupado por el sin saber si estaba vivo o muerto y, por fin, volvia a verlo, a menudo inesperadamente porque aparecia en Roma sin avisar. Era la expresion de un hombre cuyos ojos descubren de repente lo que su corazon ha estado deseando durante mucho tiempo.

– ?No pone objeciones vuestro comandante a este juego? -dije.

– No mientras apostemos solamente con monedas que tengan su cara. Meton se rio de su propio chiste. Las monedas romanas no llevan la imagen de personajes vivos, solo de muertos. Ni siquiera Cesar se atreveria a acunar una moneda con su propia efigie.

Nos habiamos retirado a un lugar mas tranquilo, a una salita de la villa abarrotada de papiros, pergaminos y mapas. Apenas cabiamos los tres. Alli era donde Meton realizaba la mayor parte de su trabajo para Cesar, leyendo y corrigiendo su ultimo volumen de memorias. Decidi como se escribian los nombres galos era un problema demencial.

Le pregunte como se habia enterado de nuestra desaparicion.

– Diana me escribio una carta. Fue una buena idea que la ensenaras a hacerlo, ?ves? Aunque su sintaxis es atroz. Deberias haber pasado mas tiempo instruyendola, papa, o haber alquilado los servicios de un buen maestro. Podria jurar que estaba muy desasosegada. Le temblaba la mano. Aqui esta, te la ensenare.

Rebusco en un monton de documentos y saco una delgada tablilla doblada. Desate la cinta que la ataba. Las letras que habia grabadas en la cera que cubria el interior eran ciertamente inseguras y vacilantes.

Hermano:

Estamos muy preocupados y tristes por aqui. Papa emprendio un viaje de pocos dias y, al regresar, Eco y el fueron atacados y secuestrados.

Hay quiza una esperanza. Hay una nota que le dieron al guardia que custodia la puerta de casa, esta manana temprano, y que se la dio un hombre que ocultaba la cara. La nota iba dirigida a mama, pero, claro, tuve que leersela. Dice: «No temais por Gordiano y su hijo. No han sufrido danos. A su debido tiempo, volveran con vosotros». Pero ?quien sabe de quien es la nota? ?O si creerla? Me hace estar todavia mas preocupada que antes.

La ciudad no esta tan alborotada como antes, pero todavia es peligrosa, sobre todo por la noche. Mama, Menenia, Tito, Titania y yo estamos bien. Tenemos muchos guardaespaldas del gran hombre que velan por nuestra seguridad. No te preocupes por nosotras. ?Pero anhelo que papa y Eco vuelvan a casa! ?Oh, Cibeles, deja que vengan pronto!

Volvere a escribirte cuando esto suceda. ?O quiza te escriba el mismo papa! Cuidate, hermano.

Cerre la carta.

La gramatica de mi hermana es muy torpe, papa, pero no tanto como para que te eches a llorar -dijo Meton con sorna. Me aclare la garganta.

Me cuesta pensar en ellas, esperandonos, preocupandose…

– Llegue a Ravena hace un par de dias, procedente del norte. La carta de Diana me estaba esperando. Puedes imaginar el susto que me dio. Le pedi a Cesar que me dejara marchar al momento para ir a casa y tratar de arreglarlo todo. Pensaba salir manana. ?Y ahora estais aqui! Parece que a los dioses les gusta nuestra familia, ?no?

– Es porque tenemos una familia como no hay otra -dijo Eco riendose-. ?Uno de cada! Como la suerte de Venus. Creo que los tenemos bastante entretenidos.

– Bueno, me alegro de que por fin se aburrieran de tenernos en aquel pozo -dije.

Meton se estremecio.

– En su carta, Diana habla de unos guardias. «Tenemos muchos guardaespaldas del gran hombre que velan por nuestra seguridad.» ?A que viene esto? Y por Hades, ?donde habeis estado todo este tiempo?

Le contamos la historia, o su mayor parte, tan brevemente como pudimos. El sol se estaba poniendo cuando terminamos.

Abri la carta de Diana y volvi a leerla con mas calma. ?Quien habria enviado la nota dirigida a Bethesda, diciendole que no se preocupara? ?Que secuestro tan original!

Debia de tener el ingenio todavia embotado por la cautividad porque fue al releer la carta por tercera vez cuando se me ocurrio una pregunta de Perogrullo. ?Como sabia Diana que Eco y yo habiamos sido atacados cuando regresabamos? «Al regresar… fueron atacados y secuestrados.» ?Quien lo habia visto? ?Y quien se lo habia contado a ella?

Meton nos encontro acomodo en la villa, en una habitacion aun mas pequena que su despacho. Me recordaba desagradablemente el pozo. Cuando llego la hora de ir a dormir, me agite y di unas cuantas vueltas. Cuando Eco empezo a roncar me di cuenta de que estaba tan harto de estar encerrado con el que podria estrangularle. Asi que cogi una manta y fui en busca de Meton, que todavia estaba despierto y charlando con sus companeros de tienda. Busco un camastro vacio y lo saque a un lugar en el que podia quedarme dormido mirando las estrellas. Habria querido mirarlas durante horas y respirar el aire puro y frio, pero me quede dormido en seguida.

A la manana siguiente, Meton nos llevo a presencia de Cesar.

Un guardia nos escolto hasta un patio interior de la villa. Meton y el parecian conocerse muy bien. Nos sentamos en un banco a esperar. Al poco rato aparecieron Ciceron y Tiron, ataviados con togas y escoltados por el mismo guardia.

– Debo advertirte que esta muy ocupado hoy -dijo el guardia a Ciceron-, pero hare lo posible para

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