meterse en una trampa de la que no puede salir, como su tocayo de Crotona, pero debe de estar tratando de salir a flote, pateando y gritando. Claro que puede haber pasado cualquier cosa… ?Por Hercules, cuarenta y dos dias son una eternidad!

– Tiempo suficiente para que el dios del hebreo inundara el mundo entero -dijo Eco torciendo el gesto.

– Y tiempo suficiente para que el Estado romano se ahogue en un mar de sangre. Pero si tengo que apostar, apuesto mas por el orden que por el caos, aunque a corto plazo. Sabemos que Pompeyo se proponia hacer que el Senado le autorizara a reclutar tropas para sofocar los desordenes de la ciudad. Apuesto a que lo ha conseguido. Pompeyo a la cabeza de un ejercito es una fuerza practicamente imparable.

Eco era esceptico.

– Es bueno frente a tropas extranjeras en el campo de batalla, quizas, pero ?que me dices de la gente que le tira piedras en los callejones de Roma?

– No me imagino a la plebe clodiana enfrentandose a las tropas de Pompeyo.

– Los soldados no pueden estar en todas partes. Los pequenos alborotos y los fuegos pueden estallar en cualquier sitio y a cualquier hora.

– Si, puede que haya desordenes incluso con las tropas de Pompeyo tratando de sofocarlos, pero a escala pequena. El Foro estara seguro.

– ?Lo bastante para celebrar comicios?

Negue con la cabeza.

– Este asunto entre Milon y Clodio se debe resolver antes. ?Te imaginas que se celebraran comicios y saliera elegido Milon? Supongo que es posible, y el resultado inevitable seria otra serie de disturbios, lo que significaria guerra abierta contra las tropas de Pompeyo… No creo que el Senado permita que ocurra algo semejante.

– Entonces, ?quien esta gobernando? ?Crees que habran nombrado a Pompeyo dictador?

– Seguro que no, con Cesar en la Galia al frente de su propio ejercito. Cesar decidiria que no le queda mas remedio que marchar sobre Roma. Me estremeci ante la idea de ver a Meton arrastrado a una guerra civil.

– Seguro que no.

– Suena impensable, ya lo se, pero ?quien habria podido imaginar que quemarian el Senado por completo a plena luz del dia? -Sacudi la cabeza. Ya habiamos sostenido la misma conversacion unas cuantas veces. A veces Eco era el que adoptaba la voz de la razon y yo la del esceptico insidioso. Era imposible abstenerse de especular con lo que estaria pasando en nuestra ausencia; en la misma medida en que era imposible saberlo.

Tras una larga pausa, Eco dijo:

– Eso no era lo que queria decir, ?sabes?

– ?Que quieres decir?

– Cuando pregunte «?Que crees que estara pasando en Roma en estos momentos?» no me referia a la politica ni a los comicios ni a nada parecido. Queria decir…

– Se lo que querias decir. Lo intuyo por el tono de tu voz. Entonces, ?por que has cambiado de tema? ?No quieres hablar de eso? De casa…

– Pensar en ellos me hace sentir bien al principio, reconfortado. Pero entonces algo frio se arrastra por dentro y me hace un nudo en la garganta, tan helado y duro como un carambano.

– Ya lo se, papa. Yo tambien temo por ellos.

– Llevamos mucho tiempo fuera. Deben de pensar que estamos muertos. ?Puedes imaginar a Bethesda de luto? No puedo ni soportar la idea.

– Te entiendo. Me imagino a Menenia llorando y se me parte el corazon. Mujeres penando… ?Recuerdas a Fulvia y a Clodia la noche que vimos el cuerpo de Clodio? Realmente era un sujeto horrible, ?no es cierto, papa?

Me encogi de hombros.

– Depende de a quien preguntes. Era rudo con sus enemigos, eso seguro. Les causo mas sufrimientos de los que les correspondia padecer en este mundo. Pero tambien dio esperanza y poder a cantidad de gente que nunca los habia tenido, por no mencionar el que les garantizara suficiente pan para sus estomagos. Para esas personas, es un heroe.

– Pero seguia siendo un inutil, loco por el poder y vanidoso. Puedes darte cuenta con solo echar un vistazo a las casas que construyo.

– Supongo que si.

– Al menos cuando murio su hermana lloro. Pero Fulvia… ?Recuerdas como intento no demostrar nada cuando estabamos en la habitacion? Y despues, enfrente de la multitud, se puso a gritar y a lamentarse. En aquel momento pense que estaba haciendo teatro, pero ahora creo que realmente estaba sufriendo, perdida y desesperada. Pienso en Menenia y Bethesda llorando por nosotros, asustadas por el futuro, y pienso en Clodia y Fulvia y siento mucha pena por todas ellas. -Arrugo la frente y volvio sus ojos hacia arriba, hacia los rayos del sol que se veian a traves de las barras y del techo-. Pero seguimos sin hablar de lo que realmente nos preocupa, ?verdad? Estamos hablando de la pena que sentirian por nosotros. A lo que yo me referia es…

– ?A si les ha ocurrido algo?

– Si.

Suspire.

– Todo nos lleva a Pompeyo. Prometio que velaria por su seguridad mientras estuvieramos fuera. Pompeyo es un hombre de palabra.

– Pero llevamos fuera mucho mas tiempo del que habia previsto. Probablemente el tambien creera que estamos muertos.

– Si, probablemente. Si es que piensa en nosotros.

– ?Y si Pompeyo no esta a cargo de la ciudad? ?Y si ha sido asesinado? ?Y si ha ocurrido algo demencial, una guerra civil con Cesar, y Pompeyo ha huido a Hispania para reorganizar alli su ejercito?

– No tenemos forma de saberlo, Eco. Ninguna forma… -Apoye la cabeza entre las manos.

La puerta del establo chirrio y se abrio.

Eco respiro hondo. La cesta del pan fue elevada y vuelta a bajar, junto con un cubo de agua fresca.

– ?Que le ocurre a ese?

– Quieres decir mi padre. ?No puedes decir: «que le ocurre a tu padre»? Eco parecia realmente irritado. Mantuve la cabeza gacha y me encogi sobre mi mismo. Estaba desesperado; en ese estado era muy facil fingir que estaba descompuesto.

– Esta bien, ?que le ocurre a tu padre?

– No se encuentra bien.

– Pues parece que sigue comiendo igual.

– Apenas come nada.

– Entonces, ?que ha pasado con todo el pan que traje ayer? ?Te lo comiste tu solo? ?Le quitaste el pan de la boca a tu padre enfermo?

– He comido lo que he necesitado. Las ratas se comieron el resto anoche, si quieres saberlo.

El hombre gruno.

– Asi pues, necesitaras que vuelva a vaciarte el cubo hoy.

– No.

– ?Estas seguro?

– Limitate a largarte, si no te importa. Creo que lo unico que haces es que mi padre se ponga peor.

– De todas formas, ?por que no me dejas vaciarlo? Asi te libraras del mal olor.

– ?Largate!

Eco se inclino sobre mi, como se habia inclinado cuando me desperto de la pesadilla por la manana. Hubo una larga pausa, luego pasos que retrocedian y la puerta se abrio y se cerro. Me esforce por escuchar y me parecio oir un murmullo fuera del establo.

Aquel dia no habiamos podido cazar una rata.

Pero al dia siguiente Fortuna nos sonrio con un particularmente rollizo, particularmente curioso y (lo mas importante para nosotros) particularmente lento habitante del pozo. Nos vino bien, ya que nuestro captor insistio en vaciar el cubo aquella manana. Eco me aseguro que su cara mostro un gran disgusto al ver tanta sangre en la

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