A la manana siguiente le dije a Diana que me ensenara la nota que habia mencionado en su carta a Meton, la que habia llegado con un correo anonimo dirigida a su madre. Era tal como la habia transcrito.
Se la ensene a Eco.
– ?Reconoces la letra?
– No.
Yo tampoco. A pesar de todo, nos dice algo. El pergamino es de buena calidad, asi como la tinta; no viene de familia pobre. Incluso la ortografia es correcta y las letras estan bien escritas, lo cual hace pensar que el autor esta bien educado.
– Probablemente lo ha escrito un esclavo al dictado.
– ?Eso crees? Yo creo que un mensaje como este lo ha tenido que escribir un ciudadano. Lo que debemos hacer ahora es echar un vistazo a mis archivos y a la correspondencia para buscar una letra que se parezca a esta.
– Yo no tengo muchos ejemplares, y tu tampoco, papa. Muchas cartas vienen escritas en tablillas de cera y se puede escribir encima para. aprovecharlas.
– Si, pero a lo mejor encontramos algo…, un recibo, una factura. algo. ?Has visto como ha escrito la letra G en mi nombre? Es un rasgo distintivo. Si encontramos al hombre que escribe la G de esa manera…
– encontraremos al hombre que sabe algo acerca de nuestra cautividad.
– Exacto.
Eco sonrio.
– De todas formas, tengo que limpiar mi despacho y ordenar la correspondencia. ?Empezamos aqui o en mi casa del Esquilino?
– Mejor aqui. A menos que quieras ir a tu casa para echar un vistazo, ya que has estado fuera tanto tiempo. Y, por supuesto, tarde o temprano, tendremos que ir a ver al Grande para informar…
Como respondiendo a una sena en una obra de teatro, Davo aparecio en la puerta.
– Una visita, amo.
– ?Alguien conocido?
– Creo que lo llamas por un apodo. Algo tonto… -Davo parecio pensativo-. ?Ah! Ya lo recuerdo: ?Cara de Nino! Me volvi a Eco.
– Parece que tendremos que ver al Grande temprano y no tarde. ?Tenemos que coger las capas, Davo?
– No, la manana esta templada, amo, y el cielo despejado. ?Tengo… tengo que ir con vosotros?
– No creo que te necesitemos, Davo, si tenemos a Cara de Nino y a todos sus hombres cuidandonos. Quedate aqui. Has hecho un buen trabajo cuidando de las mujeres durante nuestra ausencia.
Pense que con esto se quedaria contento, pero mis palabras de alabanza parecieron hundir a Davo en una melancolia mas profunda.
Capitulo 28
Como consul, aparte del hecho de seguir mandando sus legiones en Hispania, Pompeyo estaba legalmente autorizado a entrar en la ciudad y podria haber establecido su residencia en la antigua casa familiar que poseia en el barrio de Las Carinas. Pero en lugar de esto, habia elegido permanecer en la villa que tenia en el monte Pincio, probablemente porque era mas facil de defender. Mientras subiamos por las terrazas ajardinadas rodeadas de soldados, me preguntaba si seria asi como viviria un rey si Roma lo tuviera.
El Grande nos recibio en la misma sala en que nos habia recibido la primera vez. Estaba sentado en un rincon con un monton de documentos en el regazo, dictando a un secretario, pero en cuanto entramos, aparto los documentos y despidio al escribiente. Salimos a la terraza, iluminada por la brillante luz del sol. No habia columnas de humo que estropearan la vista de la ciudad. Pompeyo habia prometido restaurar el orden y lo habia hecho.
– Has estado fuera durante mucho tiempo, Sabueso. Debo confesar que casi habia renunciado a ti. Fue una agradable sorpresa recibir noticias de tu regreso. Teneis buen aspecto aunque estais un poco mas delgados que la ultima vez que os vi. He podido mantenerme informado acerca de vosotros gracias a la cooperacion de tu esposa. Fuisteis secuestrados al lado del monumento de Basilio. Y hace pocos dias recibio una nota diciendole que no se preocupara y prometiendo que, en un momento dado, seriais liberados. Y aqui estais.
– Pero no nos liberaron nuestros captores, Grande. Escapamos.
– ?Si? -Pompeyo enarco una ceja-. Asi que ha sido toda una aventura. Sentaos aqui. Puedo disfrutar de un buen relato para distraerme de mis asuntos durante un rato. Empezad por el principio.
Si Pompeyo preferia llamarlo relato en lugar de informe, yo no tenia ninguna objecion, aunque quedo claro por sus frecuentes preguntas que queria detalles completos de todo lo que habiamos visto, oido y hecho en la Via Apia. No llamo a su secretario para que tomara notas; aparentemente preferia anotar los detalles relevantes en su cabeza y guardarse toda la informacion para si. A el le saque muy poco. Despues de todo, habiamos hecho un trato. El pago que habia ofrecido nunca compensaria los dias que habiamos estado encerrados, pero habia cumplido su palabra de mantener a salvo a mi familia mientras estuviera fuera.
En ciertos puntos, sobre todo en el encuentro entre Milon y Clodio, nos hizo varias preguntas. Eco y yo habiamos repasado las pruebas tantas veces durante nuestro encierro, que podriamos haber contestado a sus preguntas en suenos. Pero tambien estaba harto de hablar y pensar sobre el mismo tema y Pompeyo parecio notarlo porque, de vez en cuando, se reclinaba en su asiento y hablaba de otros asuntos, nos preguntaba si habiamos disfrutado de su villa del Albano y de los servicios de su cocinero antes de volver a nuestros descubrimientos en la Via Apia. La conversacion llego a tener ritmo propio, a ratos intenso y a ratos relajado, y, antes de que me diera cuenta, habia pasado toda la manana.
Pompeyo no era un gran orador, pero si era un interrogador habil. Su larga experiencia como general le habia ensenado a interrogar a sus hombres y a contrastar sus declaraciones. No habia duda de que sus reformas juridicas habian puesto mas enfasis en interrogar a testigos y menos en los discursos retoricos. Si mis informes le sorprendieron o le alarmaron, incluyendo los detalles del encierro, no lo manifesto.
Termine el informe con un breve resumen de nuestra huida y unas palabras sobre la estancia en el campamento de Cesar en Ravena. Pompeyo parecio impresionado cuando le dije que habiamos hablado con el general en persona.
– Ah, ?si? -Pompeyo parecia ligeramente divertido-. Y dime, ?como trato a Ciceron?
Mientras pensaba en el modo en que debia contestar esta pregunta, Pompeyo vio la mueca de Eco y asintio. ?Mal?
– Cesar parecia estar muy ocupado y no le daba audiencia -dije con diplomacia.
– Ja! Quieres decir que hacia todo lo posible para que Ciceron se sintiera como un idiota. Es porque lo he enviado yo, naturalmente.
– Perdon, Grande, ?que quieres decir?
– Ciceron estaba alli en representacion mia. ?No te diste cuenta, Sabueso? ?Te dijo que actuaba por su cuenta?
– No exactamente…
– Te despisto. ?Admitelo! Bien, Ciceron nos ha despistado a todos en una ocasion u otra, asi que ?por que no iba a hacerlo contigo tambien? Vaya un zorro. Estoy seguro de que puso cara de circunstancias