alguna informacion para mi?

– ?Quieres decir sobre Marco Antonio?

– Si.

Vacile.

– ?Cual fue la cantidad que ofreciste?

Dijo la cifra.

– Lo dejaremos en la mitad -dije-. Para completar la diferencia, quiero que me des dos de tus esclavos.

Parecio dudarlo.

– Si estas buscando mas guardaespaldas, debo decirte que uno de mis mejores hombres vale mucho mas que la cifra que acabo de decir. -No, Fulvia. No busco protectores. Solo quiero dos chicos que residen en tu villa del Albano. Hermanos; se llaman Mopso y Androcles. ?Que? ?Los mozos de cuadras?

Sempronia hizo una mueca.

– ?Eso es lo que te gusta, Sabueso? Clodia debe de decir la verdad cuando asegura que nunca has tratado de tocarla a pesar de todas sus insinuaciones.

Me mordi la lengua. Suspire y me encogi de hombros.

– Solo puedo decir que intento darles a los chicos mejor uso del que tu les das, Fulvia. ?Sabes que salvaron la vida de tu hijo cuando Milon y sus hombres irrumpieron en la villa?

– ?Por que? ?Porque resulto que estaban en el mismo pasadizo que el y se las arreglaron para que no lloriqueara?

– ?Asi es como lo ha explicado tu hijo? Creo que no das suficiente credito a los chicos.

– Solo son los mozos de cuadras, Gordiano.

– Quiza, pero apuesto que los dos seran tan inteligentes y habiles como cualquiera de tu familia.

Fulvia enarco una ceja.

– Si quieres los dos esclavos como parte de tu paga, Gordiano, los tendras.

– Bien. ?Puedo hacer mi informe?

– Si.

– Marco Antonio no tiene nada que ver con la muerte de tu esposo.

– ?Asi de simple?

– Tienes mi palabra.

– ?Tu palabra? -dijo Sempronia con frialdad. Fulvia empezo a pasear ante las ventanas abiertas.

– ?Que mas puedo ofrecerte? La certidumbre es algo extrano. Aristoteles nos enseno que ningun hombre puede probar que determinada cosa no sucedio. Lleve tu pregunta conmigo a lo largo de toda la

Via Apia, Fulvia, y dentro del pozo en el que residi durante cuarenta dias, e incluso se la formule al mismo Antonio en Ravena. He regresado a Roma a su lado y he sacado mis propias conclusiones. Antonio es completamente inocente del derramamiento de la sangre de tu marido, a pesar de sus sentimientos hacia ti.

Sempronia parecio disgustada.

– Asi que ese truhan tambien te ha seducido a ti. Fulvia la miro.

– Sal de la habitacion, madre.

Sempronia doblo su manta y se levanto, estirandose con grandes aspavientos. No se digno mirarme al salir.

Por primera vez, me encontre a solas con Fulvia. Inmediatamente, adverti una nota diferente en ella. Cuando se detuvo y se giro hacia mi, su rostro parecia pertenecer a otra mujer, mas joven y vulnerable. ?Estas seguro de lo que dices, Gordiano? -Antonio es inocente, al menos de este crimen.

Sonrio aunque tenia los ojos llenos de lagrimas. ?Que emociones la embargarian, siempre controladas para que no las viera nadie?

– Entonces, hay esperanza. Quiza, despues de todo, aun pueda tener un futuro.

– ?Con Antonio? Pero todavia esta casado con su prima. ?Acaso tiene intencion de divorciarse de Antonia?

– No, eso es imposible. En estos momentos, un divorcio le arruinaria. Me sugirio que pensara en casarme con Curion.

– ?Su amigo de la infancia?

– Su amante de la infancia. Puedes decir la palabra. Pienso en ellos como dos guerreros griegos de fabula, como Aquiles y Patroclo.

– ?Y a ti te gustaria ser Briseida?

Me miro sin verme. No habia captado la alusion y por tanto habia fallado el insulto. No habia leido mucho.

– ?Estas pensando en casarte de nuevo tan pronto? -dije. -Curion y yo esperaremos el momento adecuado.

– Pero semejante matrimonio…

– ?Por que no? Los dos amamos a Antonio desde siempre. Y Antonio nos ama a los dos mas que a cualquier otro. Ciertamente, mas de lo que ama a Antonia.

– Pero Clodio…

– Clodio esta muerto -dijo con aspereza- y trato de vengar su muerte. Pero Antonio esta vivo. Y Curion esta vivo y soltero. Tengo que pensar en el porvenir. ?Quien sabe lo que nos depara el futuro? -Su sonrisa se habia desvanecido, del mismo modo que las lagrimas-. ?Quieres que te pague ahora?

– Si, gracias.

– Dire que traigan la plata. ?Y los dos esclavos?

– Los recogere por mi cuenta.

Abandone la casa de Fulvia de muy buen humor. Era la emocion de estar libre de nuevo despues de haber estado cautivo, de estar de vuelta en la ciudad en la que era conocido y necesitado. El tintineo de la plata nueva en mi bolsa tambien ayudaba, asi como la satisfaccion de haber actuado por impulso cuando le pedi los dos esclavos a Fulvia. En aquel momento me sentia contento conmigo mismo y con mi lugar en el mundo.

Mi humor cambio de improviso cuando vi que la litera de Clodia habia desaparecido.

Su arrogante y atractivo esclavo se habia quedado con suficientes guardaespaldas para llegar a casa sano y salvo.

Espero que no te importe caminar -dijo en son de burla. ?Donde esta Clodia?

– Recordo que tenia asuntos urgentes.

– Pero tenia cosas que contarle. Cosas que tenia muchas ganas de oir.

– Supongo que penso que, despues de todo, no eran tan importantes. -El esclavo era absurdamente condescendiente-. ?Nos vamos? Podras andar, ?verdad? ?O debo enviar a buscar una litera? -Ahora era deliberadamente insultante.

Pense en darle una amistosa reprimenda. Era joven y bello y tenia el favor de su ama, pero ?por cuanto tiempo? ?Se habia fijado en el gran numero de los que habian complacido a su ama antes que el?

Pero ?para que? El esclavo simplemente estaba equivocado. Lo que habia tomado como una humillacion, la brusca partida de Clodia, era precisamente todo lo contrario. La habia herido tan profundamente que se habia ido. Yo, Gordiano, habia herido a Clodia. Era un triunfo, me dije; y me conteste, si, del tipo que habia hecho famoso a Pirro. La luz de la litera, la calidez de su cuerpo, su aroma esquivo e inolvidable…, algo me decia que nunca volveria a disfrutar de todo aquello.

Capitulo 29

Durante los dias que siguieron, tal como habia sucedido en el periodo que habiamos estado ausentes de Roma, hubo continuas reuniones en el Foro, en las que los tribunos radicales protestaron amargamente contra Milon. Yo estaba a salvo tras las puertas de mi casa, pero Eco, que se habia empenado en asistir a estas reuniones, me aseguraba que eran discusiones pacificas gracias a la presencia de las tropas de Pompeyo.

– No se que me deprime mas -le dije-, si ver un contio convertirse en una revuelta o ver a los ciudadanos

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