Levanto la cabeza y me miro fijamente, esperando mi reaccion.
– ?La belleza, el poder de las palabras! -dije finalmente, imitandole-. ?Maldigo a los dioses que nos dieron la oratoria! ?Y maldigo a los hombres inteligentes como tu, que disfrazan el significado de palabras como
Me di la vuelta para salir, pero antes mire a Tiron. Habia permanecido en silencio y con la mirada desviada durante toda la conversacion.
– ?Tu lo sabias? -dije.
Cuando Tiron vacilo, Ciceron contesto por el.
– Tiron no sabia nada del secuestro. Milon y yo nunca lo comentamos en su presencia. El hecho es que no confiaba en que pudiera mantener la boca cerrada al respecto. Tiron siempre ha tenido cierta debilidad por ti, Gordiano. Yo tambien, ya que escribi esa nota a tu esposa. Tiron habria hecho alguna tonteria mayor. No sabia nada.
Mire fijamente a Tiron, que seguia sin mirarme a los ojos.
– Asi que tambien has decepcionado a Tiron. Puedo creerlo. No es tan buen actor como tu, Ciceron; su sorpresa y alivio cuando nos encontramos en la Via Flaminia eran demasiado genuinos para ser fingidos. Pero Tiron… ?Tiron, mirame! Debias de sospechar algo. Exceptuando a Milon, ?quien tenia motivos para secuestrarnos? ?Como podia no saberlo Ciceron?
Tiron se mordio el labio inferior.
La idea se me habia ocurrido. Pero no pregunte. Supongo que, en realidad, no queria saberlo. Tengo muchas cosas en la cabeza…
– Dime solo una cosa, Tiron. Solo una, y dime la verdad. ?Lo haras por mi?
Tiron me miro con desamparo.
– Si, Gordiano.
– ?El discurso para Milon… ?es tan bueno como asegura Ciceron? ?O es su vanidad la que habla por el? Dime lo que piensas realmente.
– La verdad, Gordiano?
– Nada mas.
– El discurso de Ciceron para Milon es… -Tiron suspiro-. Ciceron nunca ha escrito un discurso mejor. Nadie lo ha hecho. Es mi opinion sincera. Si algo puede salvar a Milon es este discurso. El jurado llorara. Va a ser la mejor hora de Ciceron.
– Esto no era lo que queria oir. «Que los dioses nos ayuden», pense mientras salia del despacho y los dejaba continuar con su trabajo.
Mientras volvia a casa, no podia quitarme de la cabeza una de las frases de Ciceron. Todo lo que habia dicho no tenia sentido, por supuesto, pero habia algo que aun tenia menos sentido que el resto. «Alegare que ni Milon ni sus hombres fueron responsables en ultima instancia de la muerte de Clodio, al menos tecnicamente. Ese ha debido de ser el caso, como estoy seguro de que habras descubierto tu mismo con tus indagaciones…» «Sin embargo, para defender la inocencia de Milon, tendria que introducir algunos razonamientos bastante oscuros…»
?Que demonios habria querido decir con eso? Desee haberme mantenido mas frio y haberle preguntado; ahora ya no podia volver atras. Probablemente no habia querido decir nada, me dije, simplemente daba vueltas a las palabras para llenarme de dudas y arrojar polvo a mis ojos, como intentaria hacer con el jurado al dia siguiente.
Capitulo 32
El cuarto y ultimo dia del juicio de Milon me desperte con el canto de los pajaros en el jardin. Habian florecido mas plantas durante la noche. Las abejas y mariposas ya estaban trabajando en los capullos. Me dieron ganas de olvidarme del juicio y quedarme en casa. ?Por que no pasar el dia disfrutando del sol de abril en mi jardin? Pero los lastimeros ojos de la Minerva rota no me dejarian olvidar lo que se estaba cociendo en el Foro.
Davo y otro guardaespaldas se habian levantado mucho antes del canto del gallo y habian salido con las sillas plegables para buscarnos un sitio. Menos mal, porque nunca habia visto el Foro tan abarrotado como aquel dia. Por orden de Pompeyo, las tabernas estarian cerradas durante el juicio. Sin duda, la intencion de Pompeyo era evitar alborotos provocados por borrachos, aunque los tribunos radicales tenian sus propias razones para alegrarse; al estar cerradas las tabernas, incluso los seguidores menos entusiastas no tendrian nada mejor que hacer que asistir al juicio del Foro. A pesar de la aglomeracion, Davo habia conseguido colocar nuestras sillas al principio de la multitud.
Dominando todo el lugar estaban las tropas de Pompeyo. Todos los lugares elevados (escalinatas de templos, muros, rampas o pedestales) habian sido ocupados por los soldados la noche anterior. Las tropas rodeaban completamente el Foro. En los numerosos puntos de entrada retenian a ciudadanos de aspecto pacifico para registrarles en busca de armas escondidas. Pompeyo en persona habia sido advertido para que se quedara en su fortaleza, de la que no tendria que salir hasta que se hubiera pronunciado el veredicto. Me sentia como si me hubiera despertado en otra ciudad, en un lugar gobernado por una autocracia militar, de no ser porque los autocratas no permiten los juicios publicos. Habia un aire de confusion e incertidumbre, casi de irrealidad.
Sin embargo, todo el mundo se comportaba con suavidad. Milon y Ciceron habian llegado antes que la mayoria de los presentes, en una lietera cerrada y sin adornos, para que su llegada pasara inadvertida, lo que sin duda sucedio. Estuvieron fuera de la vista en la litera, rodeados por guardaespaldas, hasta que el juicio estuvo a punto de comenzar. Los tres acusadores llegaron a pie en medio de una explosion de vitores, rodeados por una comitiva de secretarios y guardaespaldas. Los oficiales de la corte sacaron sus enormes urnas; estas contenian las bolas de madera en las que cada candidato a jurado habia escrito su nombre. Las bolas fueron sacadas al azar una por una hasta llegar a los 81 jueces elegidos; entre ellos se encontraba Marco Caton. Despues de los discursos de la acusacion y la defensa, se permitiria a cada parte quitar 15 jueces cada una, con lo cual quedarian 51 hombres para dar el veredicto.
Domicio llamo al orden al tribunal. La acusacion comenzo con sus discursos al momento.
Como Ciceron habia previsto, los tres discursos parecieron excesivamente cortos; parecian mas el resumen que el propio discurso. A pesar de todo, fueron potentes. Como era normal en aquellos dias, los acusadores habian dividido varios aspectos del caso entre ellos, de acuerdo con su habilidad y disposicion.
Apenas sabia nada de Valerio Nepote pero habia oido que su fuerte era la narrativa, por lo que no me sorprendio que se encargara del primer discurso. Describio el incidente real con grandes florituras, utilizando toda la potencia de su voz e incidiendo en los detalles mas horribles para levantar grunidos y gritos de indignacion en los espectadores. Su lamento final estaba tan lleno de dolor que parecio lanzarlo para evitar tirarse de los pelos. Nepote habria hecho un papel excelente en un escenario, pense, dando vida al ciego Edipo o al atormentado Ayax.
Marco Antonio, el tactico, desarrollo el siguiente discurso. Se baso en que Milon habia planeado deliberadamente el asesinato de Clodio, citando la prueba de que Milon tenia espias entre los esclavos de Clodio e incidiendo una y otra vez sobre la complicada cronologia de los movimientos de Milon y Clodio el dia de los hechos. Antonio era el hombre adecuado para un discurso que se basaba, por necesidad, en semejante concentracion de detalles. Un orador mas emotivo, como Nepote, lamentandose sobre los horarios se habria arriesgado a parecer absurdo. Un orador serio como Pompeyo habria hecho dormir a los asistentes. La mezcla de la rudeza de un soldado con la innata sinceridad de proposito de Antonio mantuvo la atencion del jurado.
Apio Claudio, el sobrino del muerto, se encargo del sentimental final, una apologia llena de compasion. Aparentemente dominado por el dolor, se atraganto a menudo con las lagrimas y tuvo que hacer varios esfuerzos para recuperar la compostura. En un, resumen general hizo orgullosas referencias a la grandeza de los antepasados de Clodia y a la profunda ironia de que hubiera encontrado una muerte tan brutal en el famoso camino que Apio Claudio Ceco habia construido y que estaba rodeado de tumbas y santuarios de tantos miembros de su noble familia.