situacion que requeria verdadero valor y resistencia heroica. Si se hubiera mantenido en su terreno frente a la muchedumbre airada, si hubiera podido mirarles fijamente y con todo el poder de su oratoria haberles obligado a escuchar…, ?que broche de oro habria sido, tanto si ganaba el caso como si no! Habria alcanzado la gloria incluso con el fracaso.

En cambio, era el retrato de un hombre acobardado por el miedo. Balbuceaba, desviaba la mirada, sudaba, tropezaba con las palabras. Era como un actor entorpecido por el miedo escenico. Ningun hombre podria ser culpado por amilanarse ante aquella multitud, pero semejante reaccion en Ciceron era dificil de digerir. Una actuacion tan pobre quitaba a sus palabras todo el peso que hubieran podido tener. Las pocas frases audibles de su discurso parecian inconexas, forzadas, artificiales y falsas. Tenia la impresion de estar viendo a un actor de segunda haciendo una mala parodia de Ciceron. Mas que sentirme avergonzado, casi sentia pena por el.

Milon cada vez estaba mas nervioso, hasta que parecio que estaba a punto de salirse de su propia piel. Se inclinaba hacia Tiron y se enzarzaba en discusiones en voz muy baja. Milon, sospecho, queria llamar a Ciceron para que abandonara la Columna Rostral y salir el a hablar en su propia defensa; Tiron se las arreglo para convencerle de que no lo hiciera.

La multitud pronto ideo un juego con sus gritos. Nunca habia visto una masa de gente actuar como si tuvieran un solo cerebro. Se quedaban en silencio durante el tiempo suficiente para que Ciceron se hiciera oir, se echaban a reir cuando balbuceaba o se confundia y luego esperaban que llegara al punto culminante de lo que estaba diciendo para dejar escapar un bramido ensordecedor. Su actuacion era extrana, como orquestada por una mano invisible. El espiritu de Clodio parecia guiarlos aquel dia.

Aquel desastre parecia que iba a durar siempre. De hecho duro bastante menos que las tres horas asignadas a la defensa. Finalmente, Ciceron se acerco al final de su discurso.

– Milon nacio para servir a su nacion. No seria justo que le fuera prohibido morir dentro de sus fronteras…

?Pues quitemosle la vida ahora mismo! -grito alguien.

– Distinguidos jueces, ?creeis que es justo desterrarle de nuestro suelo? Enviad un hombre como Milon al exilio y sera ansiosamente bienvenido en cualquier otra ciudad…

– ?Pues enviadle! ?Enviadle! ?Exilio! ?Exilio! -La palabra se convirtio en un cantico que resono a lo largo y ancho del Foro.

Ciceron no espero a que el canto se desvaneciera para terminar su discurso. Continuo con voz ronca entre el creciente rugido de la multitud.

– Os ruego y suplico, honorables jueces, que en el momento de votar os atrevais a expresar lo que sentis. Creedme: vuestra virtud, vuestro sentido de la justicia y vuestra lealtad tendran principalmente la aprobacion de aquel que, al elegir a los jueces, escogio a los mas integros, a los mas sabios y a los mas valientes de toda Roma.

?Asi que aquel era el ultimo ruego? ?Que un voto que exculpara a Milon complaceria al Grande, al unico consul y seleccionador de jueces y jurados? Si aquel era su argumento final, era justo que la voz de Ciceron fuera ahogada por la multitud.

Una vez terminados los discursos, cada una de las partes estaba autorizada a eliminar quince jueces. Se hizo rapidamente ya que tanto la acusacion como la defensa habian preparado una lista de los que consideraban indeseables.

Ya solo faltaba que votasen los cincuenta y un jueces que quedaban. A cada uno se le dio una tablilla con cera en ambas caras con la letra A (de absolucion) en una y la letra C (de condena) en la otra. El jurado borraba una de las letras y dejaba la otra para senalar su decision. Se recogian las tablillas antes de contarlas para que el voto de cada juez fuera secreto. Domicio superviso el recuento de tablillas mientras las separaban en dos montones. Desde donde estaba sentado, podia ver que uno de los montones media casi tres veces mas que el otro.

Domicio anuncio el resultado. Treinta y ocho votos de condena. Trece de absolucion.

El fracaso era aplastante. Sin embargo, Milon habia conseguido mas apoyo en el jurado del que yo esperaba. Lo que es bastante extrano es que en aquel momento senti una punzada de simpatia por el. Era el responsable de algunos de los dias mas negros de mi existencia; deliberadamente me habia separado de mi familia y me habia tratado como a un animal. Pero el tiempo que habia pasado en cautividad me habia hecho considerar la dura realidad de la vida en el exilio, apartado para siempre de su tierra natal, de los lugares en que transcurrio su infancia y de la gente que queria, de la unica vida que habia conocido, con la prohibicion de regresar incluso despues de muerto. Habia saboreado esa desesperacion a manos de Milon. Ahora el mundo de Milon llegaba a su final. Al igual que casi habia sentido lastima por Ciceron, ahora casi la sentia por Milon.

Hubo una explosion de gritos de triunfo entre el publico. Sin expresion alguna, Milon se levanto con rigidez de su silla y fue directamente a la litera cerrada en la que habia llegado. Ciceron, con aspecto trastornado, le siguio. Junto con los guardaespaldas de ambos, los soldados de Pompeyo formaron un cordon alrededor de la litera para asegurarse de que cruzara el Foro a salvo.

Pompeyo debia de estar complacido, pense. Despues del agitado comienzo el primer dia del juicio, habia conseguido establecer el orden, y el orden, o algo parecido, habia prevalecido hasta el final. El asunto de Milon estaba resuelto; Milon ya no le causaria problemas, y Ciceron tampoco, al menos durante un tiempo. Ahora el Grande podria dedicar su atencion a los radicales clodianos. ?Cual seria el castigo apropiado para los que habian instigado el incendio de la Curia? Roma anhelaba ley y orden y estaba a punto de conseguirlos… al menos a corto plazo.

Las tabernas se abrieron tan pronto como el juicio termino. Los clodianos querrian beber para celebrarlo. Los seguidores de Milon querrian beber para ahogar sus penas. Yo decidi permanecer encerrado en mi casa.

Durante la cena revele a mi familia lo que habia descubierto la noche anterior en relacion con la responsabilidad que habia tenido Milon en nuestro secuestro y el hecho de que Ciceron estaba enterado del asunto. Eco no se sorprendio. Bethesda y Menenia se indignaron. Diana rompio a llorar y abandono la habitacion.

Hablamos del juicio, que se habia encargado de castigar a Milon por nosotros; ya habia sido castigado con todo el peso de la ley y poco mas podriamos hacer nosotros. En cuanto a Ciceron, Bethesda prometio echarle una maldicion egipcia. Yo no estaba muy seguro de la forma en que debia tratar el asunto con el. Ciertamente, ya no podria haber un intercambio amistoso entre nuestras casas. Habia estado a punto de romper definitivamente con el en el pasado; ahora estaba hecho. Pero ademas, era dificil ver que tipo de satisfaccion podriamos obtener contra el, al menos en el presente.

Discutimos y razonamos durante largo rato. La luz de las lamparas se debilito y los esclavos las rellenaron. Habiamos comido hasta hartarnos pero ya volviamos a tener hambre. Bethesda trajo algo para comer. Discutimos y razonamos un rato mas. En algun momento me di cuenta de lo inexplicablemente feliz que era. Estaba a salvo en mi casa, en el corazon de la ciudad, contento con mi familia y finalmente fuera de peligro. ?Habia alguien en Roma como yo, lanzando un gran suspiro de alivio?

El mundo habia dado la vuelta y lo habian sacudido de cabo a rabo. Los soldados habian controlado un juicio romano, un hombre que se autodenominaba consul unico actuaba sospechosamente como un dictador y Ciceron (?Ciceron!) habia fallado en el discurso mas importante de su vida. Eran serios augurios, seguramente mas significativos y amenazadores que los augurios normales, los fuegos dudosos y las extranas formaciones de nubes que los misticos profesionales veian en el cielo. Pero ahora sentia que el mundo volvia de nuevo al buen camino y que mis pies pisaban finalmente tierra firme. El problema mas acuciante e importante, Milon, habia sido resuelto aunque algo desordenadamente. Las cosas solo podian ir a mejor.

Incluso Bethesda parecia especialmente guapa aquella noche. Quiza era el brillo del vino o el brillo de su cocina caliente en mi barriga. Mirarla a la luz de la lampara me hacia pensar en Diana. ?Donde estaba Diana?

Aseguraria que habia enviado a Davo a buscarla pero Davo tampoco estaba en la sala. La buscaria yo mismo.

Golpee en la pared, al lado de su puerta. No hubo respuesta. Pense que estaria dormida o que no estaria en la habitacion pero cuando aparte la cortina oi un ruido ahogado. El dormitorio estaba iluminado tenuemente por una lampara. Diana parecia estar a punto de tirar el cobertor fuera de la cama. Se deslizo en la cama y se apoyo en la pared.

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