tono era cada vez mas amargo.

Segun nos conto, su padre, conocido como conde Salimbeni, siempre habia lamentado que su esposa, Eva Maria, le diera solo un hijo varon, y se propuso hacer de el un hombre recto y disciplinado. Alistado en una academia militar contra su voluntad, Umberto habia terminado huyendo a Napoles para buscar trabajo y quiza ir a la universidad a estudiar musica, pero pronto se habia quedado sin dinero. Asi que empezo a aceptar trabajos sucios que otros temian hacer, y se le daba bien. Por alguna razon, no le costaba nada quebrantar la ley, y no tardo en tener trajes a medida, un Ferrari y un apartamento de lujo sin amueblar. El paraiso.

Cuando al fin volvio al castello Salimbeni, hizo creer a sus padres que se habia hecho corredor de Bolsa y logro persuadir al conde para que lo perdonara por abandonar la academia. Dias despues, sus padres ofrecieron una gran fiesta a la que asistieron el profesor Tolomei y su joven ayudante norteamericana, Diane.

Umberto la secuestro ipso facto y se la llevo a dar un paseo en coche a la luz de la luna. Ese fue el inicio de un largo y hermoso verano. Empezaron a pasar juntos los fines de semana, recorriendo en coche la Toscana y, cuando por fin el la invito a visitarlo en Napoles, ella acepto. Alli, delante de una botella de vino, en el mejor restaurante de la ciudad, el se atrevio a confesarle a que se dedicaba.

Horrorizada, Diane se nego a escuchar sus explicaciones y sus pretextos y, ya en Siena, se lo devolvio todo - joyas, ropa, cartas- y le dijo que no queria volver a verlo.

Despues de eso, estuvo algo mas de un ano sin saber de ella y, cuando volvio a verla, se quedo atonito: Diane paseaba a unas gemelas en cochecito por el Campo de Siena, y alguien le dijo que se habia casado con el profesor Tolomei. Supo en seguida que el era el padre de las ninas y, cuando se acerco a Diane, ella palidecio y confeso que, aunque el era efectivamente el padre, no queria que sus hijas se criaran con un criminal.

Entonces hizo algo horrible. Recordaba que Diane le habia hablado de la investigacion del profesor Tolomei y de una estatua con dos piedras preciosas por ojos y, llevado por los celos, se lo conto a unos tipos de Napoles. Su jefe no tardo en enterarse y lo presiono para que visitara al profesor Tolomei y averiguase mas, y eso hizo, con otros dos hombres. Esperaron a que Diane y las gemelas salieran de casa para llamar a la puerta. El profesor, muy atento, los invito a pasar, pero, al descubrir el motivo de su visita, se mostro hostil.

Viendo que se negaba a colaborar, los otros dos tipos empezaron a presionar al anciano, que sufrio un infarto y murio. Umberto, aterrado, como es logico, intento en vano reanimarlo. Entonces les dijo a los otros que se reuniria con ellos en Napoles y, en cuanto se marcharon, prendio fuego a la casa con la esperanza de que la investigacion de Tolomei ardiera con su cuerpo y ese fuese el fin de la historia de la estatua dorada.

Tras la tragedia, Umberto decidio romper con su turbio pasado, volver a la Toscana y vivir del dinero que habia ganado. Unos meses despues del incendio fue a ver a Diane y le dijo que habia cambiado de vida. Al principio ella no lo creyo y lo acuso de haber tenido que ver con el sospechoso incendio que habia matado a su esposo, pero el estaba decidido a recuperarla y lo consiguio, aunque ella nunca llego a creer del todo en su inocencia.

Vivieron juntos dos anos, casi como una familia, y el incluso volvio a llevar a Diane de visita al castello Salimbeni. Claro que nunca les conto a sus padres la verdad sobre las gemelas, y a su padre lo enfurecia que no se casase y tuviese hijos propios, porque ?quien heredaria el castello Salimbeni si Umberto no tenia descendencia?

Habrian sido felices si Diane no se hubiera obsesionado con no se que maldicion familiar. Le habia hablado de ella cuando se habian conocido, pero el no se lo habia tomado en serio. Luego tuvo que aceptar que aquella mujer hermosa -la madre de sus hijas- era nerviosa y compulsiva por naturaleza, y que la presion de la maternidad no hacia sino empeorar su caracter. En lugar de libros para ninos, les leia a las pequenas elRomeo y Julieta de Shakespeare sin cesar, hasta que entraba el y, con dulzura, le quitaba el libro, aunque, por muy bien que lo escondiera, ella siempre terminaba encontrandolo.

Mientras las gemelas dormian, Diane pasaba horas y horas en soledad, intentando recrear la investigacion de su difunto esposo sobre los tesoros familiares y la ubicacion de la tumba de Romeo y Giulietta. No le interesaban las joyas; solo queria salvar a sus hijas. Estaba convencida de que, como las pequenas tenian una madre Tolomei y un padre Salimbeni, serian doblemente vulnerables a la maldicion de fray Lorenzo.

Umberto ni siquiera sabia lo cerca que estaba Diane de dar con la ubicacion de la tumba cuando un dia algunos de sus viejos colegas napolitanos se presentaron en la casa y empezaron a hacer preguntas. Sabiendo que carecian de escrupulos, le dijo a Diane que se llevara a las ninas a la parte de atras y se escondieran mientras el hacia todo lo posible por convencerlos de que ni ella ni el sabian nada.

Al oir que le pegaban, Diane volvio armada y les ordeno que dejaran en paz a su familia. Como no le hacian caso, intento dispararles, pero erro el tiro, y ellos la mataron de un disparo. Luego le dijeron a Umberto que eso era solo el principio y que, si no les daba las cuatro gemas, volverian a por sus hijas.

Llegados a este punto del relato, Janice y yo saltamos a la vez:

– Entonces, ?tu no mataste a mama?

– ?Claro que no! -respondio Umberto con desden-. ?Como habeis podido pensar eso?

– Sera porque, hasta ahora, no has hecho mas que mentirnos en todo -replico Janice con un nudo en la garganta.

Umberto suspiro profundamente y se revolvio de nuevo, aun incomodo. Frustrado y cansado, reanudo el relato y nos conto que, cuando, despues de asesinar a Diane, los matones se largaron, el quedo destrozado y sin saber que hacer. Lo ultimo que queria era llamar a la policia, o al cura, y arriesgarse a que un punado de burocratas se llevaran a las pequenas. Cogio el cadaver de Diane, lo metio en el coche y lo llevo a un lugar desierto donde poder empujar el vehiculo desde un risco de modo que pareciera que habia muerto en un accidente. Incluso metio en el algunas cosas de las ninas para que pensaran que habian muerto tambien. Luego se las llevo a sus padrinos, Peppo y Pia, pero se marcho antes de que los Tolomei pudieran hacerle preguntas.

– ?Espera! -dijo Janice-. ?Y la herida de bala? ?No vio la policia que habia muerto antes del accidente?

Umberto titubeo, luego confeso a reganadientes.

– Incendie el coche. No pense que fueran a investigarlo tanto. ?Por que iban a hacerlo? Les iban a pagar igual. Pero un listillo empezo a hacer preguntas y, cuando quise darme cuenta, ya me habian cargado el paquete entero: el profesor, el incendio, vuestra madre…?hasta vosotras!

Esa misma noche -siguio contandonos- Umberto llamo a tia Rose, haciendose pasar por un agente de policia de Siena, y le dijo que su sobrina habia muerto, que las ninas estaban con su familia, que no estaban a salvo en Italia y que mas valia que fuera a buscarlas de inmediato. Despues de esa llamada, cogio el coche en direccion a Napoles e hizo una visita a los asesinos de Diane y a casi todos los que sabian algo del tesoro. Ni siquiera se molesto en ocultar su identidad. Queria que fuese una advertencia. Solo le perdono la vida a Coceo: no fue capaz de matar a un muchacho de diecinueve anos.

Luego desaparecio durante meses mientras la policia lo buscaba por todas partes. Termino marchandose a Estados Unidos a ver a las ninas, sin planes concretos. Cuando las localizo, espero a que ocurriera algo. A los pocos dias vio a una mujer por el jardin, podando las rosas. Dando por supuesto que se trataba de tia Rose, se le acerco y le pregunto si necesitaba a alguien que le echara una mano con el patio.

Asi fue como empezo. Seis meses despues, se traslado alli y acepto trabajar por poco mas que el alojamiento y las comidas.

– ?No me lo creo! -espete-. ?Nunca le extrano que «casualmente» anduvieras por alli?

– Se sentia sola -mascullo Umberto, poco orgulloso de si mismo-. Demasiado joven para ser viuda y demasiado vieja para ser madre. Estaba predispuesta a creer cualquier cosa.

– ?Y Eva Maria? ?Sabia donde estabas?

– La llamaba por telefono, pero nunca le dije donde estaba, ni le hable de vosotras.

Siguio explicandonos que habia temido que, de haberse enterado de que tenia dos nietas, Eva Maria habria insistido en que volvieran los tres a Italia. Sabia bien que el nunca podria volver; la gente lo reconoceria y la policia se le echaria encima de inmediato, a pesar de su nombre y pasaporte falsos. Y, aunque no hubiera insistido, conocia lo bastante bien a su madre para saber que habria ideado algun modo de ver a las ninas y las habria puesto en peligro. En caso contrario, habria pasado el resto de sus dias suspirando por esas nietas que no habia llegado a conocer, habria muerto con esa pena y, por supuesto, habria culpado a Umberto. Por eso jamas se lo dijo.

Con el tiempo, Umberto empezo a pensar que su turbio pasado napolitano habia quedado enterrado para siempre. Dejo de creerlo cuando un buen dia vio una limusina acercarse a la finca de tia Rose y parar delante de su puerta. Cuatro hombres bajaron del vehiculo y, al verlos, reconocio de inmediato a Coceo. Nunca supo como lo habian localizado despues de tantos anos, pero supuso que habrian sobornado a alguien para que rastreara las llamadas de Eva Maria.

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