era fundamental que Romeo estuviese alli cuando regresara, porque queria probar algo con el. No dijo el que, y nadie se atrevio a preguntar.

Acordaron que Diane regresaria a las dos semanas, con lo que Marescotti tendria tiempo de investigar lo del anillo, y se despidieron como amigos. Sin embargo, antes de marcharse, Diane le dijo una ultima cosa: si tenia suerte y encontraba el anillo, debia tener mucho cuidado, abrir el cofre lo minimo posible y no tocar el anillo bajo ningun concepto. Aquella joya tenia tras de si un largo historial de danos, le recordo.

El abuelo Marescotti se alegraba mucho de haber conocido a Diane y a las dos pequenas y, al dia siguiente, bajo a la ciudad dispuesto a recuperar el anillo. Paso dias y dias recorriendo los pasadizos subterraneos del palazzo Marescotti en busca del escondite secreto de Romanino. Cuando al fin lo encontro -tuvo que pedir prestado un detector de metales-, entendio por que nadie se habia topado con el antes: el cofre estaba oculto en una grieta de la pared y habia quedado enterrado por los restos de arenisca desprendida.

Al sacarlo, recordo lo que le habia aconsejado Diane acerca de abrirlo solo lo imprescindible, pero, tras seis siglos de polvo y gravilla acumulados, la madera estaba seca y quebradiza e incluso sus delicadas manos fueron demasiado para el cofre, que se deshizo como una bola de serrin y, en cuestion de segundos, lo dejo con el anillo en la mano.

Decidio no sucumbir a temores irracionales y, en lugar de guardar el anillo en otro cofre, se lo metio en el bolsillo de los pantalones y regreso a su villa en las afueras de la ciudad. Despues de aquel trayecto con el anillo en el bolsillo, tan cerca de sus entranas, reparo en que no habia ningun otro varon en su familia de nombre Romeo Marescotti; para su frustracion, todos habian tenido hijas y mas hijas. Solo quedaba un Romeo, su nieto, y dudaba mucho que aquel nino inquieto se casara alguna vez y tuviera hijos.

Como es logico, el abuelo Marescotti no reparo entonces en eso; estaba demasiado feliz de haber encontrado el anillo para Diane Tolomei y ansiaba hacerse con elcencio de 1340 y ensenarlo por la contrada. Ya habia planeado donarlo al museo del Aguila, e imaginaba que les traeria mucha suerte en el proximo Palio.

No fue asi. El dia en que Diane debia volver a verlos, el abuelo reunio a toda la familia para celebrar una gran fiesta, y su esposa habia estado cocinando durante varios dias. Habia guardado el anillo en un cofre nuevo y ella le habia atado un lazo rojo. Incluso habian llevado a Romeo a la ciudad -aun en visperas del Palio- a que le cortasen bien el pelo, en vez de hacerlo con el perol degnocchi y unas tijeras. Ya solo les quedaba esperar.

Y esperaron. Diane no aparecio. En otras circunstancias, el abuelo habria enfurecido, pero esa vez tuvo miedo. No habria sabido como explicarlo. Se sentia febril y falto de apetito. Esa misma noche se entero de la noticia. Su primo lo llamo para contarle que habia habido un accidente y la viuda del profesor Tolomei y sus pequenas habian muerto. Eso le impacto. Su esposa y el lloraron por Diane y por las ninas, y esa noche se sento a escribirle una carta a su hija, que vivia en Roma, para pedirle que lo perdonara y volviera a casa. No le respondio, tampoco volvio a Siena con ellos.

VIII. I

Oh, duena soy ya del palacio del Amor y aun no lo poseo. Vendida fui ya y aun no me gozan.

Cuando Alessandro termino por fin su historia, estabamos tumbados el uno junto al otro sobre el tomillo silvestre, cogidos de la mano.

– Aun recuerdo el dia en que nos contaron lo del accidente -anadio-. Tenia trece anos, pero entendi lo terrible que debia de ser. Pense en la pequena, tu, que en teoria era Giulietta. Siempre supe que yo era Romeo, claro, pero nunca me habia parado mucho a pensar en Giulietta. A partir de entonces empece a pensar en ella y me di cuenta de lo extrano que resultaba ser Romeo si no habia Giulietta en el mundo. Extrano y triste.

– ?Venga ya! -me incorpore sobre un codo, vacilandole con una violeta silvestre-. Seguro que no han faltado mujeres dispuestas a hacerte compania.

Sonrio y aparto la flor.

– ?Pensaba que habias muerto! ?Que iba a hacer?

Suspire y menee la cabeza.

– Adios a la inscripcion del anillo de Romeo: «Fiel por los siglos de los siglos.»

– ?Eh! -Alessandro rodo conmigo y, mirandome cenudo desde arriba, protesto-: Romeo le dio el anillo a Giulietta, ?recuerdas?…

– Sabia decision.

– Muy bien… -Me miro a los ojos, descontento con el rumbo de la conversacion-. Dime, Giulietta de America…, ?has sido fiel por los siglos de los siglos?

Lo decia medio en broma, pero para mi no lo era. En lugar de contestar, lo mire resuelta y le pregunte sin mas:

– ?Por que te colaste en mi habitacion del hotel?

Aunque Alessandro estaba preparado para lo peor, no podria haberlo dejado mas helado. Con un grunido, se tumbo boca arriba y se cubrio la cara con las manos, sin molestarse siquiera en fingir que se trataba de un error.

– Porca vacca!

– Supongo que tendras una buena explicacion -dije sin moverme de donde estaba, mirando al cielo con los ojos fruncidos-. Si no lo creyera, no estaria aqui.

Volvio a grunir.

– La tengo. Pero no te lo puedo contar.

– ?Como? -Me incorpore de golpe-. ?Me desvalijas la habitacion y te niegas a decirme por que?

– ?Que? ?No! -Alessandro se incorporo tambien-. ?No fui yo! Ya estaba todo manga por hombro… ?Pense que tu lo habias dejado asi! -Al ver mi gesto, levanto los brazos en senal de rendicion-. Mira, es verdad. Esa noche, despues de que discutimos y te fuiste del restaurante, me acerque a tu hotel a…, no se a que. Pero, al llegar, te vi descolgarte por el balcon y salir de alli a hurtadillas…

– ?Y que mas! -exclame-. ?Por que demonios iba a hacer eso?

– Vale, tal vez no fueras tu -rectifico, muy incomodo con el tema-, pero era una mujer. Que se parecia a ti. Fue ella la que te desvalijo la habitacion. Cuando entre, la puerta del balcon ya estaba abierta y todo estaba revuelto. Confio en que me creas.

Me lleve las manos a la cabeza.

– ?Como esperas que te crea si no quieres decirme por que lo hiciste?

– Lo siento -dijo, alargando la mano para quitarme una ramita de tomillo del pelo-. Ojala pudiera, pero no soy yo quien tiene que contartelo. Con suerte, pronto te enteraras.

– ?Quien me lo va a contar? ?O eso tambien es un secreto?

– Me temo que si. -Se atrevio a sonreir-. Espero que me creas cuando digo que lo hice con buena intencion.

Negue con la cabeza, enfadada conmigo misma por ser tan facil.

– Debo de estar loca.

Sonrio mas.

– ?Es esa tu forma de decir que si?

Me levante y me sacudi energicamente la falda, aun algo cabreada.

– No se por que te dejo salirte con la tuya…

– Ven aqui… -Me cogio de la mano y tiro de mi para que volviera a sentarme con el-. Ya me conoces. Sabes que nunca te haria dano.

– Te equivocas -dije mirando para otro lado-. Eres Romeo. Tu eres precisamente quien mas dano puede hacerme.

Sin embargo, cuando me estrecho en sus brazos, no me resisti. Era como si se derrumbase una barrera dentro

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