IX. I

Escarcha prematura es sobre ella la muerte, la flor mas hermosa de este valle.

Condujimos una eternidad por oscuras carreteras comarcales, subiendo y bajando montes, cruzando valles y pueblos dormidos. Janice ni siquiera se molesto en decirme adonde ibamos, pero a mi no me importaba. Me bastaba con que nos movieramos, sin tener que tomar ninguna decision por un rato.

Cuando al fin nos detuvimos en un camino lleno de baches a la entrada de un pueblo, estaba tan cansada que me habria acurrucado en el parterre mas cercano y habria dormido durante un mes. Sin mas luz que la del faro de la moto, nos abrimos paso por una jungla de arbustos y maleza hasta llegar al fin a una casa completamente a oscuras.

Apago el motor, se quito el casco, se sacudio el pelo y me miro por encima del hombro.

– Esta es la casa de mama. Bueno, ahora es nuestra. -Saco una linterna del bolsillo-. No hay luz, por eso he traido esto. -Me llevo hasta una puerta lateral, la abrio y me dejo pasar-. Bienvenida a casa.

Por un estrecho pasillo, llegamos directamente a una estancia que solo podia ser la cocina. Aun en la oscuridad, se masticaba el polvo y la suciedad, y el aire olia a cerrado, como a ropa humeda macerando en un cesto.

– Propongo que acampemos aqui esta noche -siguio Janice, encendiendo unas velas-. No hay agua y todo esta bastante sucio; lo de arriba esta aun peor, y la puerta principal, atrancada.

– ?Como diablos has dado con este sitio? -pregunte, olvidando por un instante lo cansada que estaba y el frio que tenia.

– No ha sido facil. -Se abrio la cremallera de otro bolsillo y saco un mapa plegado-. Ayer, despues de que tu y el menda ese os largasteis, fui a por esto. Cualquiera encuentra una calle en este pais… -Al ver que no miraba el mapa, me apunto con la linterna a la cara y meneo la cabeza-. Mirate, estas hecha un asco. ?Y sabes que? ?Sabia que esto iba a pasar! ?Te lo dije! ?Pero no me hiciste ni caso! Para variar…

– Perdona, pero ?que es lo que sabias tu exactamente, dona Pitonisa? -le espete furiosa, poco dispuesta a soportar sus fanfarronadas-. ?Que una secta esoterica me iba a… drogar y a…?

En lugar de replicarme, como deseaba hacerlo sin duda, se limito a darme un golpecito con el mapa en la nariz y dijo, muy seria:

– Sabia que el semental italiano no era de fiar. Y te lo dije. Jules, te dije que ese tio…

Aparte el mapa de un manotazo y me tape la cara con las manos.

– Si no te importa, prefiero no hablar de ello. Ahora no. -Como seguia apuntandome con la linterna, la aparte de un manotazo tambien-. ?Para ya! ?Me estalla la cabeza!

– ?Ay, pobre! -exclamo con su habitual sarcasmo-.Virgetariana norteamericana logra escapar de hecatombe en la Toscana gracias a su hermana… pero sufre terrible dolor de cabeza.

– Venga, si -masculle-, riete de mi. Me lo merezco.

Esperaba que continuara, y me extrano que no lo hiciese. Al apartar las manos de la cara vi que me miraba fijamente, intrigada. Entonces, boquiabierta y con unos ojos como platos, dijo:

– ?No! ?Te has acostado con el!, ?a que si?

Como no se lo refute sino que me eche a llorar, suspiro profundamente y me abrazo.

– Bueno, preferias que te jodiera el a que lo hiciera yo. -Me beso en la cabeza-. Espero que haya merecido la pena.

Acampadas en la cocina, sobre abrigos y cojines apolillados, demasiado nerviosas para dormir, pasamos la madrugada tumbadas en la oscuridad, diseccionando mi fuga del castello Salimbeni. Aunque los comentarios de Janice iban alinados con sus tipicas sandeces, terminamos coincidiendo en casi todo, salvo en el asunto de si debia o no haber -en palabras suyas- «echado un quiqui con el aguilucho».

– Es tu opinion -dije dandole la espalda por zanjar el tema-, pero, aun habiendo sabido lo que se ahora, lo habria hecho de todos modos.

Se limito a responderme, amarga:

– ?Aleluya! Me alegro de que hayas conseguidoalgo a cambio de nuestro dinero.

Al cabo de un rato aun seguiamos tumbadas, dandonos la espalda en obstinado silencio, cuando de pronto suspiro y mascullo: -Echo de menos a tia Rose.

Como no sabia bien a que se referia -esa clase de afirmaciones no eran propias de ella-, estuve a punto de hacer un apostilla malintencionada al respecto, porque tia Rose, al igual que ella, me habria tachado de boba por aceptar la invitacion de Eva Maria. En cambio, me oi decir:

– Yo tambien.

Y eso fue todo. Al poco, su respiracion se hizo mas lenta y supe que se habia dormido. Yo, sola al fin con mis pensamientos, desee mas que nunca poder quedarme roque como ella y salir volando en una cascara de avellana, dejando atras mi congoja.

A la manana siguiente -o, mas bien, a mediodia-, compartimos una botella de agua y una barrita de cereales al sol sentadas en el quebradizo escalon de entrada a la casa, pellizcandonos de vez en cuando la una a la otra para asegurarnos de que no estabamos sonando. Segun me habia dicho Janice, le habia costado encontrar la casa al principio y, de no haber sido por la ayuda de los vecinos, jamas habria reparado en el edificio durmiente tras aquella jungla que un dia fueron el camino y el patio principal.

– Me costo un monton solo abrir la verja -explico-. Estaba atascada a causa del oxido. Eso, por no hablar de la puerta. No entiendo que una casa pueda estar asi, completamente vacia, durante veinte anos sin que nadie la ocupe o se haga con la finca.

– Esto es Italia -dije encogiendome de hombros-. Veinte anos no son nada. Por aqui la edad no es un problema. ?Como iba a serlo, estando rodeados de espiritus inmortales? Tenemos suerte de que nos hayan dejado andar por ahi un tiempo como si fueramos nativas.

Janice solto un bufido.

– Seguro que la inmortalidad es una lata. Por eso les gusta jugar con los mortales sustanciosos… como tu - sonrio y se paso la lengua por el labio superior, sugerente.

Al ver que ni siquiera eso me hacia reir, su sonrisa se torno compasiva, casi autentica.

– ?Mirate, has logrado escapar! Imagina lo que te habria sucedido si te hubieran cogido. Te habrian… Yo que se… -Incluso a Janice le costaba imaginar lo mal que lo habria pasado-. Alegrate de que tu hermanita te encontrara a tiempo.

Al ver su gesto esperanzado, me lance a sus brazos y le di un fuerte achuchon.

– ?Y me alegro! De verdad. Pero no entiendo… ?a que fuiste alli? El castello Salimbeni esta muy lejos de aqui. ?Por que no dejaste que me…?

Janice estudio mis cejas arqueadas.

– ?Lo diras en broma! ?Esas ratas nos habian robado el libro! ?Era hora de devolversela! Si no hubieras salido de alli echando leches, habria entrado a registrar el maldito castillo entero.

– ?Pues has tenido suerte! -Me levante y fui a la cocina a por mi bolso de viaje-.Voila! -Se lo arroje a los pies-. No digas que no he hecho nada por nosotras.

– ?Sera una broma, ?no?! -Abrio la cremallera impaciente y empezo a hurgar en el bolso pero, al poco, saco la mano asqueada-. ?Puaj! ?Que demonios es esto?

Las dos nos quedamos mirando sus manos, impregnadas de sangre, o algo muy parecido.

– ?Joder, Jules! -exclamo Janice-, ?has matado a alguien? ?Aaarrr-ggg! ?Que es esto? -Se olisqueo las manos con manifiesta aprension-. Tiene pinta de ser sangre. No me digas que es tuya, porque, como lo sea, ?vuelvo ahora mismo y convierto a ese tio en una pieza de arte moderno!

No se por que, su mueca beligerante me hizo reir, quiza porque aun no me acostumbraba a que saliese en mi defensa de ese modo.

– ?Ya era hora, nina! -dijo olvidando su enfado en cuanto me vio sonreir por fin-. Me tenias preocupada. No vuelvas a hacerlo.

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