degollina. Fintan repetia con ella: Porco inglese! y se mondaba de risa. Tenia cinco anos. Era un secreto entre el y Rosa. Un dia, Maou lo oyo, miro a la vieja solterona con dos cuchillas azules. «Como vuelvas a hacerle decir eso a Fintan, me largo con el en el acto.» No tenia ningun sitio donde ir. La tia Rosa lo sabia de sobra, le traia sin cuidado la amenaza. El atico del 18 de la rue des Accoules no disponia mas que de dos habitaciones y una cocina estrecha, pintada de amarillo, que daba a un patio de luces.

Maou anuncio la noticia apenas un mes antes del viaje. Aurelia palidecio del pasmo. No dijo nada porque sabia que no valia la pena. Se limito a preguntar:

«?Y Fintan?»

«Nos vamos los dos juntos.»

Maou sabia que la abuela Aurelia lo sentia mas por Fintan que por ella. Sabia que muy probablemente no volverian a verla. Rosa en cambio no sufria. Lo suyo era despecho. El odio al «ingles». Asi es que no paraba de perorar; un borboton de insanias, negros augurios, bilis.

Maou dio un largo abrazo en el umbral del pequeno inmueble a la que habia sido su madre. La calle estaba concurrida, animada por un guirigay de voces, gritos infantiles, llamados de los vencejos. Era el inicio del verano. La noche no caia. El tren salia hacia Burdeos a las siete.

En el ultimo momento, cuando el taxi se detuvo, Aurelia no pudo aguantar mas. Se ahogaba. Balbucio: «Dejame ir contigo hasta Burdeos, ?por favor!» Maou la rechazo con dureza: «No, no seria razonable.» Fintan se quedo con el olor de la ropa, el pelo de su abuela. No entendia mucho. Se apartaba, la rechazaba. Habia puesto a cero su mente. ?Que queria decir «hasta la vista» si no iban a verse nunca mas?

Nunca habia visto tanto espacio. Ibusun, la casa de Geoffroy, se hallaba fuera de la ciudad, rio arriba, por encima de la desembocadura del Omerun, donde empezaban los canaverales. Al otro lado del cerro, hacia levante, se extendia una pradera de hierbas amarillas que se perdia en el horizonte en direccion a las colinas de Ihni y Munshi, donde quedaban retenidas las nubes. En el transcurso de una recepcion, el nuevo D.O. Gerald Simpson le explico a Maou que por aquella parte, en las colinas, se escondian los ultimos gorilas de llanura. La atrajo hasta la ventana de la residencia, desde donde se veian las masas azules en el horizonte. Geoffroy se encogio de hombros. Pero por eso precisamente le gustaba a Fintan acercarse al lindero del herbazal. Las colinas se mostraban siempre en sombra, misteriosas.

Al alba, antes incluso de que Geoffroy se hubiera levantado, Fintan se aventuraba por senderos apenas distinguibles. Antes de llegar al rio Omerun daba a una especie de claro, luego descendia hacia una playa de arena. Alli iban las mujeres de los contornos a banarse y lavar la colada. Bony enseno a Fintan el sitio. Era un lugar secreto, lleno de risas y canciones, un lugar al que los muchachos no podian asomarse so pena de invectivas y zurras. Las mujeres se metian en el agua soltandose la ropa, se sentaban y departian con el agua del rio fluyendo alrededor. Despues volvian a anudarse los vestidos por la cintura, y lavaban la colada golpeandola encima de las rocas planas. Les brillaban los hombros, los senos les colgaban balanceandose al ritmo de los golpes. Por la manana hacia casi frio.

La bruma descendia con lentitud por el afluente, se incorporaba al gran rio, alcanzaba las copas de los arboles, engullia las islas. Era un momento magico.

Bony era el hijo de un pescador. Se presentaba de vez en cuando para ofrecer pescado, camarones a Maou. Esperaba a Fintan detras de la casa, en el lindero del gran herbazal amarillento. Su verdadero nombre era Josip, o Josef, pero como era alto y delgado le habian puesto Bony, o sea esmirriado. Tenia un rostro terso y unos ojos risuenos, llenos de inteligencia. Fintan se hizo enseguida amigo suyo. Hablaba pidgin, y tambien un poco de frances, porque su tio materno era duala. Empleaba frases hechas, «que tal, jefe», «hola, compadre», «caray», expresiones de ese tipo. Se sabia toda clase de tacos y palabrotas en ingles, le enseno a Fintan lo que era «cunt» y otras cosas que no conocia. Tambien sabia hablar por gestos. Fintan aprendio con rapidez a manejar el mismo lenguaje.

Bony sabia todo sobre el rio y los contornos. Era capaz de correr a la velocidad del perro con los pies desnudos por las altas hierbas. Al principio Fintan se ponia sus botas negras y los calcetines de lana que llevaban los ingleses. El doctor Charon habia insistido ante Maou: «Mire usted, esto no es Francia. Hay escorpiones, serpientes, los espinos estan envenenados. Yo se lo que me digo. En Afikpo, hace seis meses, un D.O. murio de gangrena porque creyo que en Africa uno puede pasearse en sandalias con los pies al aire como en Brighton.» Pero por andar un dia sin mirar donde ponia los pies, a Fintan se le llenaron los calcetines de hormigas rojas. Se le alojaron en los puntos de la lana hincando las mandibulas con tal ferocidad que, al intentar arrancarlas, las cabezas se le quedaron agarradas a la piel. A partir de ese dia Fintan no quiso volver a llevar botas ni calcetines.

Bony hizo que le tocara la planta de los pies, dura como una suela de madera. Fintan escondio los dichosos calcetines en su hamaca, guardo las botas negras en el armario metalico y se puso a caminar descalzo entre las hierbas.

Al alba, la pradera amarilla parecia una inmensidad. Los senderos se ocultaban a la vista. Bony conocia los lugares de paso entre las charcas enlodadas, los zarzales. Las perdices surgian rechinando. En los claros, ahuyentaban a su paso bandadas de pintadas. Bony sabia imitar los chillidos de las aves con la ayuda de hojas, canas o metiendose sin mas un dedo en la boca.

Era buen cazador, y, sin embargo, se negaba a matar ciertos animales. Un dia, Geoffroy salio al terraplen frente a su casa. Las gallinas cacareaban porque un halcon describia circulos en el cielo. Geoffroy se echo al hombro la carabina, disparo y el pajaro cayo. Bony estaba a la entrada del jardin, lo vio todo. Monto en colera. Su expresion dejo de ser risuena. Senalo el vacio cielo donde el halcon describia sus circulos. «Him god!» Es un dios, repetia sin cesar. Pronuncio el nombre del pajaro: «Ugo». Fintan se avergonzo, y tuvo miedo. Que extrano. Ugo era un dios, tambien el nombre de la abuela de Bony, Geoffroy lo habia matado. Tambien por ello se nego en adelante a ponerse las botas negras para correr por el herbazal. Eran botas de porco inglese.

Al final de la pradera habia una especie de claro de tierra roja. Fintan lo descubrio el solo cuando en los primeros dias se aventuro tan lejos. Era la ciudad de las termitas.

Los termiteros estaban construidos como chimeneas bien erguidas al cielo, algunos mas altos que el propio Fintan, en el centro de un espacio de tierra pelada y resquebrajada por el sol. Imperaba un extrano silencio sobre esta ciudad, y sin saber por que, Fintan empuno un palo y se aplico a descargarlo sobre los termiteros. Fue tal vez el miedo, la soledad en medio de esta ciudad silenciosa. Las chimeneas de tierra endurecida restumbaban como bajo el fuego de los canonazos. El palo rebotaba, seguia golpeando. Poco a poco aparecian grietas en lo alto de los termiteros. Se desplomaban lienzos de pared convertidos en polvo, dejando al descubierto las galerias, desperdigando por el suelo a las lividas larvas, que se retorcian en la tierra roja.

Fintan la emprendio con los termiteros uno a uno, con rabia. El sudor le banaba la frente, los ojos, le empapaba la camisa. Ya no sabia realmente lo que hacia. Debia de ser por olvidar, por destruir acaso. Por reducir a polvo su propia imagen. Por desvanecer el rostro de Geoffroy, la fria colera que a veces brillaba en los circulos de sus gafas.

Llego Bony. Unos diez termiteros estaban reventados. Se mantenian en pie algunos lienzos de pared, a modo de ruinas, donde se retorcian las larvas a la luz del sol en medio de las ciegas termitas. Fintan estaba sentado en el suelo, el pelo y la ropa rojos de polvo y las manos doloridas de tanto ensanarse. Bony le clavo la mirada. Fintan nunca olvidaria esa mirada. Encerraba la misma colera que cuando Geoffroy Alien mato al halcon negro. «You ravin mad, you crazy!» Apuno la tierra y las larvas de las termitas. «?Es Dios!» siguio diciendo en pidgin, manteniendo su sombria mirada. Las termitas nos guardaban de las langostas, sin ellas el mundo se veria devastado. Fintan experimento la misma verguenza. Durante semanas no volvio a aparecer Bony por Ibusun. Fintan aguardaba su llegada abajo, en el ruinoso primer embarcadero, con la esperanza de verlo pasar en la larga canoa de su padre.

Antes de la lluvia, el sol abrasaba. Las tardes resultaban interminables, sin un soplo de aire. Nada se movia. Maou se tumbaba en el catre de tijera, en la habitacion de paso, cuyas paredes de cemento preservaban del calor. Geoffroy regresaba tarde, siempre quedaban asuntos pendientes en el Wharf, los arribos de mercancias, las reuniones en el Club, en casa de Simpson. Cuando regresaba, muerto de cansancio, se encerraba en su despacho, dormia hasta las seis o las siete. Maou habia sonado un.Africa de excursiones a

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