maneras adolescentes, pero pelo ya gris. Tenia un bello rostro bien proporcionado, ojos azul gris de mirada penetrante, dos arrugas senaladas en las comisuras de la boca que le daban una expresion de ironia y jubilo, siendo como era incapaz de reir.
No tenia nada en comun con los demas ingleses, y probablemente esto explicaba la fascinacion de Geoffroy. Se mostraba generoso, burlon, entusiasta, y tambien colerico, cinico, mentiroso. Se decia que habia gastado varias novatadas de consideracion, llegando hasta convencer al residente y al D.O. de la visita del Principe de Gales, de incognito, a bordo de un vapor que arribaria por el Niger. Bebia whisky y vino que encargaba en Francia gracias a Geoffroy. Leia mucho, teatro frances, e incluso a poetas alemanes. Rehusaba vestir a la moda de los pequenos funcionarios de la colonia. Se mofaba de sus pantalones cortos demasiado largos, sus medias de lana, de sus cascos Cawnpore y sus impecables paraguas negros. El no llevaba mas que viejos pantalones de tela ajados y agujereados, una camisa Lacoste y sandalias de cuero, y cuando se quedaba en casa, se ponia una larga tunica azul cielo a la manera de los hausas de Kano.
Dominaba la mayoria de las lenguas del rio, sabia peule y arabe. Su frances no tenia acento. Cuando hablaba con Maou le encantaba citar versos de Manzoni y Alfieri, como si supiera que eran los preferidos de ella. Habia viajado hasta el ultimo rincon del Africa Occidental, hasta la parte alta del rio, hasta Tombuctu. Pero no hablaba de ello. Lo que le gustaba era escuchar musica en su gramofono e ir a pescar al rio con Okawho.
Maou no soportaba que Fintan frecuentara la casa de Sabine Rodes. Intento advertirselo a Geoffroy, pero este no la escuchaba. Un dia, Fintan oyo una rara conversacion. Maou se dirigia a Geoffroy en su cuarto, su voz era aguda, inquieta, con aquel acento italiano que de pronto se volvia mas acusado. Se referia a un peligro, decia cosas medio incomprensibles en relacion a Okawho y Oya, decia que el queria convertirlos en sus esclavos. Llego incluso a exclamar: «Ese hombre es el diablo», lo que desato las risas en Geoffroy.
Tras esta discusion, Geoffroy hablo con Fintan. Llevaba prisa, tenia una cita en el Wharf. Le dijo, no hay que pasarse mas por casa de Rodes. Anadio, Rodes no es un nombre muy decente, no es un nombre como el nuestro. ?Entiendes? Fintan no entendio nada.
Lo que era estupendo era colocarse a proa en la canoa, cuando Sabine Rodes iba por el rio. El se sentaba en una sillita de madera en medio de la canoa, y Okawho manejaba el motor fuera borda, un Evinrude de cuarenta caballos que levantaba un ruido como de avion. En la parte delantera de la canoa se iba mas deprisa que el ruido, y Fintan no captaba mas que el sonido del viento en sus oidos y la friccion del agua con la proa. Rodes pidio a Fintan que estuviese atento a los troncos. Sentado delante, con los pies rozando las ondas, Fintan se tomaba en serio su cometido. Iba senalando todos los escollos moviendo el brazo a derecha e izquierda. Cuando se acercaba un tronco bajo el agua, hacia un gesto con la mano para que Okawho elevara el eje del motor.
El rio, mas abajo, se hacia tan vasto como el mar. Al acercarse la canoa, las zaidas levantaban vuelo a ras de la metalica y sombria agua e iban a posarse algo mas alla, donde los canaverales. Se cruzaban con otras canoas, cargadas de names, llanten, tan repletas que parecian a punto de irse a pique, y que los hombres achicaban sin descanso. Haciendo presion con sus largas pertigas, los barqueros desplazaban sus embarcaciones bien cenidos a ambas orillas, donde la corriente era mas lenta. Otras canoas motoras avanzaban por el centro del rio, con la popa hundida por el peso del motor, envueltas en un estrepito que retumbaba como los truenos. Cuando pasaba la canoa de Sabine Rodes, los practicos hacian senas. Pero los que perchaban no se inmutaban, impasibles. En el rio no se hablaba. Bastaba con deslizarse entre el agua y el deslumbrador reflejo del sol.
La canoa se interno luego por un angosto afluente casi cegado por la vegetacion. Okawho desconecto el motor y, de pie al borde de la canoa, se puso a hacer fuerza con la pertiga. Se le veia enjuto y arqueado, su rostro cosido a cicatrices brillaba al sol.
La canoa avanzaba con lentitud entre los arboles. La selva prensaba el agua como una muralla. El silencio aceleraba los latidos del corazon de Fintan, como cuando se penetra en el interior de una gruta. Se notaba un soplo de aire frio que venia de la espesura, olores agudos, acres. Alli es donde iba a pescar Sabine Rodes con arpon, o en ocasiones a cazar cocodrilos, serpientes grandes.
Al girarse a medias, Fintan vio a Rodes de pie en la canoa, justo a su lado, empunando su fusil lanzaarpones. Se leia una extrana expresion en su rostro, alegria, o ferocidad tal vez. Ya no le acompanaba su habitual expresion de ironia, ni ese tono ausente de aburrimiento que afectaba cuando hablaba con los ingleses de Onitsha. Su mirada azul gris brillaba con dureza.
«?Mira!» Musito mientras senalaba a Fintan un paso entre las ramas. La canoa avanzaba con lentitud, Okawho se encorvaba para pasar bajo la boveda vegetal. Fintan miraba con horrorizada fascinacion el agua opaca. No sabia que mirar. En el interior del agua se deslizaban oscuras formas, habia remolinos. En la profundidad del agua habitaban los monstruos. El sol abrasaba a traves de la frondosidad de los arboles.
Sabine decidio dar marcha atras. Apoyo el fusil en el fondo de la canoa. Ya iba remitiendo la claridad del dia. Habia vuelto el monzon. Se aglomeraban en el cielo negros nubarrones, rio abajo, por la parte del mar. De improviso rugio el trueno, el viento rompio a soplar. En el momento en que la canoa ingresaba en el rio, a la altura de la isla de Jersey, se abatio la tormenta sobre ellos. Era una cortina gris que avanzaba por el rio, aniquilando el paisaje a su paso. Los relampagos dibujaban sus latigazos en las nubes que tenian encima. El viento era tan violento que arrancaba olas en la superficie del rio. Sabine Rodes gritaba en ibo: «Ozoo! Je kanyi la!» De pie en la popa, Okawho manejaba el motor con una sola mano esforzandose por no perder de vista los troncos a la deriva. Fintan se acurruco en medio de la canoa, arropado con un impermeable que le dio Rodes. Era demasiado tarde para llegar al embarcadero de Onitsha. En la penumbra, al volverse, Fintan vio brillar las luces del Wharf, muy a lo lejos, perdidas en la liquida inmensidad. La canoa iba contracorriente hacia la isla de Jersey. Sabine Rodes achicaba el agua con una calabaza.
La lluvia no les cayo encima enseguida. Se abrio, formando dos brazos que rodeaban la isla. Okawho aprovecho la circunstancia para enfilar el arenal con la canoa, y Sabine Rodes arrastro a Fintan corriendo hasta un chamizo de hojas. Por fin descargo la lluvia, con tal violencia que segaba las hojas de los arboles. El viento empujaba con su soplo una bruma de agua que penetraba en la choza, impedia respirar. Era como si no quedara ni tierra ni rio, sino solo esa nube por doquier, ese polvo frio que se metia en el cuerpo.
Duro mucho. Fintan se agazapo junto a la pared de la choza. Estaba helado. Sabine Rodes se sento a su lado. Se despojo de la camisa para abrigarlo. Sus gestos eran muy delicados, paternales. Fintan experimentaba una gran calma interior.
Sabine Rodes hablaba casi bajito. Pronunciaba palabras al azar. Estaban solos. Por la abertura de la choza el rio parecia sin limites. Daba la impresion de estar en una isla desierta, en medio de los oceanos.
«Tu me comprendes, tu sabes quien soy. No te ciega el odio de los otros, tienes claro quien soy.»
Fintan lo miro. Se mostraba perdido, una especie de vaho le cubria la mirada, una turbacion que Fintan no entendia. Fintan penso que nunca seria capaz de odiarlo, ni aunque fuera lo que decia Maou, ni aunque fuera el mismo diablo.
«Todos se marchan, cambian. No cambies, pikni, no cambies jamas, ni aunque se derrumbe todo a tu alrededor.»
De sopeton, igual que vino, ceso la lluvia. El sol salio de nuevo, una calida y dorada luz crepuscular. Al echar a andar por el arenal, Fintan y Sabine Rodes vieron desaparecer la nube gris rio abajo. Brokkedon emergio del rio, con el pecio encallado en su popa igual que un animal enorme atascado en el lodo.
«Mira, pikni. Es el
Je kanyi la! La proa de la canoa apuntaba hacia el embarcadero de Onitsha. El estrave rompia las olas y el rugido de avion del fuera borda llenaba toda la extension visible del rio, de una ribera a otra.
Siempre hacia el atardecer se daba un momento de paz, un momento de vacio. Fintan estaba en el embarcadero de los pescadores, esperaba. Sabia que Bony habia subido ya en direccion a la polvorienta pista por donde debian pasar los forzados encadenados.
El agua del rio corria despacio, haciendo una especie de nudos, remolinos, leves ruidos de succion. Sabine Rodes decia que era el rio mas grande del mundo porque llevaba en sus aguas toda la historia de los hombres, desde el comienzo. Y en el despacho de Geoffroy, Fintan habia visto un plano de gran tamano prendido en la pared, un mapa que representaba el Nilo y el Niger. En la parte alta del mapa se leia PTOLEMAIS, y todo lo